"Este año la sardina era muy buena, muy fresca, comprada ayer y con buen tamaño". Aida Cuervo, la ganadora del Festival de la Sardina de Candás, tenía claro cuál era el secreto de su éxito. El producto sería bueno, unos 2.000 kilos, como también lo eran las ganas de fiesta y de llenar el estómago de los cientos de personas que pasaron por el paseo de San Antonio. Desperdigados por el parque, por la pista cubierta del colegio (buena elección) o bajo paraguas. No llovió mucho, sólo lo justo para tocar las narices, pero el personal ya está avezado. Como los de "Las traviesas", una familia encabezada por José Manuel Rodríguez, "Lolo", como era conocido en su etapa de futbolista, allá por los años 60. Compañero de Quini y Mejido en el Ensidesa, lateral izquierdo que ahora lleva a su familia a su Candás natal siempre que puede y especialmente a la sardina. Sandra Rivera y su grupo, numeroso, hacía tiempo ante el mal tiempo a la espera de que llegasen más compañeros, uno de ellos cumpleañero.

De San Sebastián llegó Felipe Mogollón con su esposa Eider y los pequeños Nel y Ezki. No se pierden la sardina si pueden. Acompañados por los orgullosos abuelos candasos, Felipe y Teresa. Llegaron pronto y comieron bien antes de que empezase a llover.

Y tras la sidra y las sardinas, el postre, que era lo primero que se encontraban los visitantes. Y el primero de todos, el puesto de marañuelas, de Candás por supuesto, "La casina del pan", con Oliva al frente. "Se venden de maravilla".

De maravilla se espera que sea la próxima edición. Porque será un número redondo, 50, y todos esperan y quieren algo especial. La alcaldesa, Amelia Fernández, ya deslizaba que quiere que sea fiesta de interés turístico nacional. Y más cosas que se guarda.

El honor local volvió a quedar a salvo, además. El primer premio, la preciada "Sardina de oro", se fue a la calle Carlos Albo de Candás, a la sidrería Brisas Candasinas, que se alzó con el premio por segundo año consecutivo. También en la villa anfitriona se quedó la "Sardina de bronce", en Casa Repinaldo. Pero la de plata voló del pueblo y se refugió en La Marina, de Luanco.

Aida Cuervo, la responsable del Brisas, abandonaba el escenario con su "Sardina de oro" en la mano y muy nerviosa, sin creérselo aún. "Pensábamos que dos años seguidos no daban el premio", señalaba con la habitual desconfianza hispana, tan tendente a imaginar que una "Sardina de oro" es como un máster.

Y allá fue a compartir el premio con sus compañeros, especialmente con su padre: "Trabajamos todos mucho el puesto, pero mi padre es el que tiene experiencia con las sardinas y las hace muy bien". El producto era bueno, seguro, pero algo tendrá el cocinero: "Hay que dar con el punto y salarlas bien también es muy importante". En resumen, experiencia y sabiduría. ¿Algo más? Por supuesto: "Y una buena sidra, claro. Nosotros dimos Peñón, la mejor". Todo de casa.