Mallorca era ayer una ciudad blindada. Michelle viaja con 12 coches de seguridad y 70 agentes especializados. La primera dama se llevó de la isla varias cruces de Calatrava y semillas mallorquinas.

Palma de Mallorca

Vanessa SÁNCHEZ

Mallorca fue la última parada de las mini vacaciones que la primera dama estadounidense ha pasado en España. Tan breve su tiempo de asueto en nuestro país como su visita, ayer, a la isla. En dos horas aterrizó, se desplazó hasta Marivent, almorzó con los Reyes, se despidió y emprendió regreso a Washington sin escalas. Aún así, el fugaz paso de Michelle Obama por Palma no dejó indiferente a nadie ni, por supuesto, pasó desapercibido.

Faltaban pocos minutos para las doce del mediodía cuando el Air Force Two aterrizaba en la base militar de Son Sant Joan. A bordo, además de la esposa del presidente norteamericano, la benjamina del matrimonio, Sasha. Breve intercambio de saludos con las autoridades y rumbo a Marivent donde ya aguardaban don Juan Carlos, doña Sofía y la princesa Letizia.

Todo lo que sucedió después fue, de cara a los medios, muy rápido. Si se pestañeaba se perdían detalles, y más teniendo en cuenta que el posado ante la puerta de entrada a la residencia veraniega de los Reyes duró menos de cinco minutos.

Aunque no estaba planificado así, una risueña Sasha fue la primera en descender del Chevrolet blindado. Tras ella, Michelle Obama que fue recibida por el Monarca con un simpático beso en la mano. La siguiente en besar a la primera dama fue doña Letizia, presentada por el Rey que, minutos antes, le había indicado que bajara las escaleras de palacio: la Princesa había optado por mantenerse en un discreto segundo plano. Besos también de la Reina y breve intercambio de palabras y sonrisas entre ellas. De cara a los fotógrafos y periodistas, fue un posado mudo. Ni un saludo, ni un gracias, ni un adiós.

Dos horas y un ligero almuerzo después, Michelle y Sasha tomaron el avión de vuelta a casa. No les dio tiempo de ver ni la Catedral.