Púsose de moda en la jornada electoral del domingo echar la culpa de la abstención al cambio horario. Eso fue teoría compartida en Asturias y Andalucía. No sólo por los políticos; también los analistas apuntaban al cambio horario. Por lo visto, la gente se despista y con una hora de adelanto en la madrugada del sábado prefiere ir a la playa. No por el sol que amaneció en muchos territorios votantes que invitaba a comer unas sardinas, o así, no. Tampoco porque el votante esté hasta la coronilla de votar; y de la política; y de los políticos. No. Fue el adelanto de hora del sábado que, evidentemente, afecta al hemisferio cerebral que da la orden de votar. Por un momento dio la impresión de que estábamos en EE UU, viendo en los viejos estudios de la CBS esos viejos relojes que marcaban la hora de New York, Los Ángeles, Nueva Orleans... Va a ser que no; la gente pasa. Como pasaron ayer las cadenas nacionales de informar de las elecciones asturianas. Se salva la TPA, que sí estuvo en su sitio. Por pasar, pasaron hasta los primeros espadas de los partidos, que enviaron a valorar a sus segundos. No llegamos a Champions. Jugamos para salvar la categoría.