De los túneles de la variante ferroviara de Pajares sale un chorro de agua de más de 500 litros por segundo que llenaría 180 bañeras domésticas en un minuto. Estos dos enormes tubos ferroviarios, de 25 kilómetros de largo cada uno, atraviesan la Cordillera a 1 kilómetro de profundidad y por un corredor en el que están localizados unos 70 acuíferos subterráneos, con grandes embolsamientos líquidos. Según confirman a LA NUEVA ESPAÑA técnicos que participaron en el proyecto, la posibilidad de que se registraran problemas con las avenidas de agua ya estaba recogida en los estudios previos realizados entre 1998 y 2002, a partir de catas de hasta 110 metros de profundidad. Pero transcurrida más de una década desde entonces, y con los tubos abiertos desde 2009, los técnicos todavía no han logrado controlar estas fugas, lo que está retrasando el avance de una actuación de 3.200 millones de euros que resulta clave para la mejora de las conexiones ferroviarias con la capital de España. Abrir los túneles de Pajares reduciría en una hora el tiempo de viaje en tren de Asturias a Madrid.

El problema del agua en la Variante es muy serio, reconoce un geólogo que tomó parte en la actuación. Las obras complementarias encargadas en 2011 para atajar las filtraciones suman, entre Asturias y León, una inversión de 232 millones de euros, cantidad que daría para acabar con los tramos pendientes de la Autovía del Cantábrico en la región. Las fugas al interior de los tubos son especialmente graves en tramos que suman 5 kilómetros y en puntos como Barrios de Luna, en la vertiente leonesa. Los trabajos no son sencillos. Los túneles están revestidos de dovelas de hormigón de 50 centímetros de grosor, lo que dificulta el acceso a la roca. Los operarios tratan de impermeabilizar las zonas afectadas por el agua con inyecciones de microcemento.

Todos los geólogos asturianos consultados coinciden en que el problema del agua en la Variante era algo que se conocía perfectamente antes del comienzo de las obras. Sin embargo, expertos conocedores de la actuación critican cómo ha gestionado este asunto el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif). En concreto, censuran que la impermeabilización no se garantizara durante la excavación -que se prolongó de 2005 a 2009, con el PSOE en el Gobierno-, cuando ya se sabía que las medidas de control del agua incluidas en los proyectos tenían unas «carencias» que, a su juicio, podían ser entendibles por las dificultades de una obra que equiparan a «introducir un bolígrafo en un milhojas». La crítica se centra, por tanto, en que las fugas no se atajaron de inmediato, «lo que hubiera sido más rápido y más económico». La cantidad de agua que se encontraron en su avance las cinco tuneladoras que tomaron parte en el proyecto, así como la disposición de los acuíferos, fue mayor y más complicada de lo previsto. Pese a ello, los trabajos complementarios que están ahora en marcha no se encargaron hasta finales de 2011, cuando los tubos llevaban más de dos años abiertos, y acumulan varios meses de retraso sobre el plazo previsto. Y aún más. Tal y como reconoció recientemente el secretario de Estado de Infraestructuras, Manuel Niño, queda pendiente el revestimiento de la galería de acceso intermedio.

Si los informes y estudios realizados antes de iniciar las obras ya dejaban constancia de la gran cantidad de agua y acuíferos subterráneos que jalonaba el corredor previsto para los dos grandes túneles bajo la Cordillera, las constructoras se encontraron con el problema añadido de que la excavación desde León se realizó en inclinación hacia Asturias, lo que, en palabras de un geólogo que conoce bien la actuación, produjo una especie de «trasvase de agua», con problemas de abastecimiento en la vertiente leonesa de los trabajos y una aportación extraordinaria de agua al río Huerna, en Lena. En este escenario, mucho peor que el previsto, con el objetivo de que las tuneladoras continuarán avanzando y para evacuar el agua, se puso en marcha un sistema de depósitos en escalera y de bombeos que, a la postre, no solventó el problema de las filtraciones.

Según ha podido saber LA NUEVA ESPAÑA, con el socialista José Blanco al frente del Ministerio, las constructoras alertaron a Fomento de la necesidad de acometer una serie de obras complementarias para controlar las avenidas y filtraciones de agua a los túneles, que, desde el punto de vista técnico, no pueden ser totalmente impermeables. Las alternativas que se plantearon entonces, según fuentes conocedoras de la obra, pasaban por acometer una galería adicional de acompañamiento entre los dos tubos para permitir la ejecución de sondeos, captando hacia ella los flujos de agua, o crear una especie de «sombreros» que impidiesen la entrada de líquido al interior de las galerías. También hubo quien propuso la posibilidad de secar algunos acuíferos subterráneos, pero esa opción quedó descartada rápido. «Lo ideal hubiese sido actuar entonces, cuando los tubos estaban excavándose, y la solución hubiese sido más barata y más sencilla que ahora», subraya un geólogo buen conocedor de la Variante.

Sin embargo, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) hizo oídos sordos a los planteamientos de las constructoras. Se negó a contratar unas actuaciones adicionales para el control del agua que parecían del todo necesarias a la vista de los continuos incidentes que los acuíferos y embolsamientos provocaron a lo largo de la ejecución de los trabajos. Sólo tres ejemplos: una gran avenida de agua inundó y mantuvo paralizada una de las cinco tuneladoras utilizadas en la excavación durante un período de tres meses; en uno de los tubos se produjeron inundaciones que alcanzaron magnitudes de 60.000 metros cúbicos en un solo día, y la localidad leonesa de Rodiezmo y otros pueblos de su entorno estuvieron varios meses sin agua por la incidencia de la obra en sus acuíferos.

La excavación de los grandes túneles de Pajares concluyó en julio de 2009, cinco años después de que se pusiera en marcha la primera tuneladora desde la localidad leonesa de Pola de Gordón. Sin embargo, pese a que los problemas de filtraciones eran bien conocidos y a los numerosos incidentes ocasionados por el agua durante la perforación, Fomento tampoco contrató de manera inmediata los trabajos complementarios de impermeabilización. Lo hizo Blanco a comienzos de 2011 por 232 millones de euros -148,8 millones para la vertiente asturiana y 83,5 millones para la leonesa- y con un plazo de ejecución de un año. Pero la ejecución de las obras tardó en arrancar y no llegaba ni al 40% el pasado enero. La última previsión oficial fija su conclusión para finales de este año.

Controlar las entradas de agua a los túneles resulta fundamental para que el proyecto de la variante ferroviaria avance. Entre otras cosas porque hasta que no esté resuelto el problema no se podrán instalar las catenarias ni el resto de instalaciones eléctricas incluidas en la superestructura ferroviaria, que acumula ya dos años de retraso sobre lo anunciado por el Ejecutivo de Zapatero. La ministra de Fomento, Ana Pastor, había anunciado que el Adif iba a lanzar estos proyectos a lo largo de los meses de enero y febrero, pero ha incumplido el compromiso.

Los estudios del Adif y Fomento previos a la excavación de los túneles, realizados entre 1998 y 2002, detectaron la presencia de 70 acuíferos y de importantes embolsamientos de agua en un corredor ferroviario que va a un kilómetro de profundidad. Los tubos echan hoy al exterior un chorro de 500 litros por segundo.

La ejecución de las obras, que arrancó en 2005, dejó claro bien pronto que el problema del agua era más grave de lo que se preveía en los informes. Los especialistas lo consideran normal porque comparan la excavación de la Variante con «introducir un bolígrafo en un pastel de milhojas».

A la vista de los incidentes a causa del agua, las empresas constructoras reclamaron a Fomento que contratara actuaciones complementarias, para evitar que se produjeran filtraciones al interior de los túneles. El Ministerio, con Blanco al frente, se negó a realizar esa inversión en un primer momento.

Las filtraciones de agua a los tubos fueron a más y Fomento se vio obligado a encargar una obra adicional por valor de 232 millones de euros en 2011. Expertos conocedores de la Variante critican que ahora es más cara y complicada que si se llega a ejecutar durante la excavación.