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EMILIO SERRANO QUESADA | Empresario

Emilio Serrano: "En el turismo, o trabajamos en equipo o nos hundimos en solitario"

Emilio Serrano: "Estoy de acuerdo con Jovellanos: somos malos defensores de lo nuestro, pero un asturiano fuera es Asturias entera"

Emilio Serrano, en Ribadesella. LNE

Muy amigo de la metáfora, Emilio Serrano Quesada (San Martín de Collera, Ribadesella, 1933) dirá que la Medalla de Plata de Asturias que recibe mañana pone "una buena guinda" a su extensa carrera de mucho más que gerente de una empresa familiar que lleva cinco generaciones fabricando, entre otros muchos licores, uno de guindas. Serrano, además de empresario embajador turístico de la región, escritor y articulista, asegurará también que el alambique le ha dado lecciones de paciencia, de extraer esencias y buscar la calidad también en la vida y que su ilusión por Asturias es un defecto de fábrica. Nació donde vive, vive donde trabaja y no se imagina lejos de casa.

-Le han dado muchos premios. ¿A qué le sabe éste?

-Es una buena guinda. Tengo que mostrar mi gratitud al gobierno del Principado por esta generosidad. Es un gran honor personal y familiar, porque pienso que el mérito es colectivo. Lo bonito es trabajar en equipo y es eso lo que hemos hecho siempre en la familia Serrano.

-¿La receta?

-No hay recetas, son las que el destino te va marcando. Yo siempre digo que en el oficio y en la vida tengo un buen profesor, metafóricamente hablando, que es el alambique, que supo enseñarme el camino para hacer lo que debo y amar lo que hago.

-¿Cómo?

-Con paciencia. Hay que ir a lo digno, olvidarse de lo práctico y buscar la calidad, que es la virtud de todas las cosas. Así es mucho mas fácil llegar. Y yo además he tenido mucha suerte en la vida. Con la familia, con los amigos, con Asturias, ese universo particular de esta tierra mía, que me vio nacer, donde vivo y a la que amo sin límites. Pero además de en la empresa, en la familia y en Asturias, mi mundo está también en mis modestos artículos y libros y en mi afinidad con las tertulias, que entiendo como una escuela de libertad. En toda esta escala de valores, para mí es muy importante el de la amistad, el patrimonio por el que no hay que pagar impuestos. Hace tiempo aprendí de memoria un poema de Alfonso Camín: "Un amigo es un árbol: ¡cuídalo! / no saques leña de él, recoge su fruto / sin herir sus raíces ni retorcer sus gajos".

-¿Qué habría sido de usted lejos de Asturias?

-Estuve fuera, en Madrid y en La Mancha por necesidades del negocio, pero siempre he terminado retornando. Abrimos la fábrica de aquí en 1960 y ya no me moví, porque es una tierra a la que amo, en la que me encuentro a gusto y donde están mis amigos y mis tertulias. Me ha dado más de lo que yo le he dado y lo que he hecho a su favor no me ha costado trabajo.

-Dijo una vez que esta tierra le daba paz interior. ¿Es eso?

-Sin duda. Y una tranquilidad y un sosiego que hacen que a estos 81 años pueda decir que me encuentro feliz.

-Ha sido embajador de los mimbres de Asturias como destino turístico. ¿Hemos aprendido a hacer buenos cestos?

-En el turismo hemos avanzado muchísimo desde que yo empecé, allá por el año 1950. Toda aquella belleza, esta cercanía entre playa y monte, estos verdes múltiples, estos lagos y estos acantilados estaban descuidados, sin ventilar, sin airearse, y unos cuantos locos de aquella época salimos a caminar por toda España y por Europa. Algo hemos conseguido, aunque siempre hay cosas que hacer. Lo esencial es que los localismos se acerquen. Nosotros trabajamos en equipo, que es lo verdaderamente maravilloso. O trabajamos en equipo o nos hundimos en solitario.

-¿Y aprender a venderse mejor?

-También. Defender lo nuestro es esencial. Hay que conjugar un entendimiento entre Administración y empresas y el asturiano tiene que luchar por lo que tiene. Lo decía Jovellanos, los asturianos somos malos defensores de lo nuestro, pero un asturiano fuera de Asturias es Asturias entera.

-¿Hacen falta vendedores como aquellos de los cincuenta?

-Yo no me doy ninguna importancia. Siempre digo que esta ilusión mía por Asturias es un defecto de fábrica. Mi madre ya me parió así y siempre lo he hecho de forma desinteresada, con mucho cariño. Lo mío es como cuando metes un corcho en agua y si quitas el dedo flota. Yo igual. Es que lo necesito, es un alimento, no me cansa. He dado pregones en toda Asturias. No me queda ningún lado, y no me importa. Ves que quieres a la gente y que la gente te quiere. Es el mejor equipaje que te puedes llevar cuando aquél de allá arriba te invite a jugar una partida al tute.

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