Elisa Santos y su amiga Paula se tropezaron ayer en pleno centro de Oviedo con Woody Allen e hicieron lo que se hace ahora en estos casos: sacarse una fotografía con él y subirla inmediatamente a las redes sociales.

En la imagen de su móvil aparecen las dos jóvenes veinteañeras, sonrientes, escoltando al cineasta neoyorquino, que posa con un gorro verde y la mirada seria. En Instagram la titularon así: "Las próximas musas de Woody Allen". A la hora, la foto ya tenía más de medio centenar de "me gustas". Para Twitter, Elisa eligió otro comentario más fardón: "Cruzarse con Woody Allen por la calle y ser las únicas de todo Oviedo que se dan cuenta".

Y tampoco es que nadie se diera cuenta en la ciudad, es que su presencia ayer en la capital cogió a casi todos por sorpresa. Fue una visita exprés, apenas 24 horas, el inicio de una ruta por Europa. Allen llegó ayer por la mañana procedente de Nueva York, se fue al Reconquista a dejar su equipaje, salió a pasear por el centro y el Antiguo, comió en un céntrico restaurante, descansó un rato, dio otro paseo al atardecer, cenó algo ligero y a dormir. Hoy estaba previsto que cogiera un avión hacia Madrid, donde ayer se estrenó la ópera "Gianni Schicchi", de la que es director artístico.

¿Y a qué vino a Oviedo? "Está de vacaciones. Es un viaje privado con un grupo de amigos", explicó uno de ellos, Natalio Grueso, exdirector del Centro Niemeyer, que le acompañó en la comida y durante el paseo por la ciudad: el Antiguo, la calle Uría, una visita a su estatua, Gil de Jaz... Grueso, imputado por su gestión en el complejo cultural avilesino, le guió y, además de protegerle de los periodistas, hizo de improvisado fotógrafo para sus fans.

Woody Allen, de 79 años, paseó por Oviedo con su mujer, Soon-Yi, de 44. Ambos llegaron cogidos de la mano al Reconquista. Oculto bajo un gorro verde, vestido con unos pantalones de pinza claros, una camisa amarilla y sus clásicas gafas de pasta, el cineasta aceptó de buen grado las peticiones de fotos de los ovetenses, aunque habló poco. Con un parsimonioso caminar, recorrió el centro, se sentó en un banco en la plaza Porlier, visitó su estatua, entró a tiendas como Springfield y Carolina Herrera y comió en uno de sus restaurantes recurrentes: el Bocamar. "Siempre es un placer volver aquí a Oviedo", les dijo a los presentes al llegar. Allí, en una mesa redonda con siete comensales, degustó jamón ibérico, centollo y pescados como besugo, merluza y brochetas variadas. De postre, pastas y tejas con chocolate, una de sus debilidades.

Allen, premio "Príncipe de Asturias" de las Artes en 2002, regresó cuatro años después a una ciudad por la que tiene predilección. Aquí rodó una escena de su película "Vicky Cristina Barcelona" (protagonizada por Bardem y Penélope Cruz) y aquí tiene una estatua de bronce en su honor.