La Granda (Gozón), S. F.

El profesor Teodoro López-Cuesta, el presidente de la Fundación Escuela Asturiana de Estudios Hispánicos, ve cerca el final de la aventura de los cursos de La Granda. «34 años después cuesta mucho saludar un nuevo curso cuando somos conscientes de que este saludo es en realidad una despedida», adujo en la inauguración del primer simposio de este verano, a principios del mes pasado. «Soy plenamente consciente de que es imposible pensar que el año próximo seamos capaces de configurar nuestra actividad con el formato que hemos logrado mantener durante tantos años», añadió. Mañana comienza el último curso de esta temporada: «La flora microbiana».

Juan Velarde, sin embargo, no es tan negativo. Velarde es el director de los cursos y asegura que «la reducción de las aportaciones públicas y privadas hace difícil que sigamos desarrollando nuestra actividad». Pese a ello, «todavía no hemos cerrado la puerta a una nueva edición», reconoce. «La fundación desarrolla fundamentalmente su actividad en los meses de julio y agosto. Tenemos que tener alojados en la casa a los ponentes, darles de comer...», explica el profesor Velarde.

La primera edición de los cursos de La Granda se celebró en el verano de 1979. Ensidesa era la empresa siderúrgica más importante del país, la constitución todavía se estaba discutiendo en los pasillos del Congreso de los Diputados, Adolfo Suárez era el presidente del Gobierno y la Unión de Centro Democrático (UCD), la coalición que había ganado los primeros comicios.

Teodoro López-Cuesta, el promotor de los cursos de La Granda, era entonces Rector de Oviedo. Conoció una experiencia pedagógica que dos asturianos como Juan Velarde y Rodrigo Fernández Carvajal estaban desarrollando en la Universidad Hispanoamericana de Santa María de la Rábida: reuniones de expertos, discusiones sobre asuntos tan dispares como la Química o la Defensa Nacional. «Invitamos a López-Cuesta a participar en un simposio sobre la enseñanza de la Economía a los juristas», recuerda ahora Velarde. «La Universidad de Sevilla maniobró para organizar los cursos de verano de La Rábida. Y así cesaron las actividades de la Universidad Hispanoamericana», explica Velarde. «A López-Cuesta se le ocurrió entonces traer a Asturias los cursos», añade.

Todo comenzó en una comida que Ensidesa sirvió a López-Cuesta, a Juan Velarde y a Enrique Fuentes Quintana, un catedrático de Economía que fue Vicepresidente de Asuntos Económicos de Suárez. El anfitrión del banquete fue Julio Calleja, el presidente del Instituto Nacional de Industria (que administraba las propiedades del Estado). Los primeros pasos ya se habían dado. El desarrollo llegó de la mano de Severo Ochoa, premio Nobel de Química. «López-Cuesta le invitó a dirigir los cursos de biomedicina», recuerda Velarde. Al poco se sumó Francisco Grande Covián y Santiago Grisolía. Los cimientos estaban colocados.

Lo siguiente era dejar crecer el proyecto. «La fundación está vinculada a la Universidad de Oviedo, pero su actividad es independiente. Como López-Cuesta era Rector siempre se guardó de que a la Universidad no le costase nada ninguna edición», apunta Velarde. Siempre fueron actividades independientes. «Fernández Carvajal, que era mi vicerrector en La Rábida, consideraba que los cursos de Extensión Universitaria al uso eran poco aprovechados por los alumnos. De él partió la idea de juntar a expertos nacionales e internacionales en un tema en concreto, que ellos discutieran sobre el desarrollo del Derecho, la Teología, la Historia, la Literatura...», recuerda Velarde. La idea de Carvajal se ha mantenido imperecedera desde entonces: 34 años después.