Francisco L. JIMÉNEZ

«La Consejería de Sanidad dirá lo que quiera sobre lo mucho que al parecer está bajando el nivel de mercurio en nuestra sangre, pero yo llevo varios días peor que al principio; me duelen más que antes los riñones y siguen tanto los dolores de cabeza como cierto malestar general». El que habla así es uno de los trabajadores de la subcontrata IMSA que intervino a finales del pasado mes de noviembre en la parada de mantenimiento de la planta de tostación de Asturiana de Zinc (Azsa) durante la que, por circunstancias que aún se investigan, 35 empleados de IMSA y otros 13 más -tres de ellos al menos de la propia Azsa- resultaron intoxicados por mercurio, un metal pesado que puede entrañar graves riesgos para la salud en función de su concentración, del estado físico de cada persona o del tiempo de permanencia en el organismo y de su grado de fijación a órganos vitales.

El trabajador en cuestión, que exige conservar el anonimato para atender a LA NUEVA ESPAÑA, desconfía de los datos que ayer hizo públicos la Consejería de Sanidad -un portavoz de la misma habló de «bajada drástica» de los niveles de mercurio en sangre de la gran mayoría de los trabajadores intoxicados-, y muy especialmente duda que niveles de hasta 850 microgramos de mercurio por litro de sangre «hayan podido bajar en estas últimas semanas a 50 microgramos».

La desconfianza, en este caso, es más que nada fruto de las contradicciones en las que según este trabajador incurren los médicos que tratan a los afectados por esta intoxicación cuando comentan su estado físico, la evolución de su salud y las previsiones de eliminación del metal pesado, según los conocimientos médicos que se tienen sobre el comportamiento del mercurio: «Algunos de los médicos que nos atendieron nos dijeron que tendrían que pasar dos meses para eliminar la mitad del mercurio, otros dos para expulsar la mitad del resto y así sucesivamente. Ahora viene el Principado y asegura que la bajada de los niveles de mercurio en menos de un mes fue drástica. ¿En qué quedamos?».

El principal temor de los afectados por este episodio contaminante es qué efectos puede tener a medio y largo plazo la fijación de mercurio en sus órganos internos. Al respecto han escuchado todo tipo de teorías, pero ninguna concluyente y eso les tiene en vilo. Así las cosas, noticias como el reciente anuncio de Azsa de que reformará su protocolo de seguridad para trabajos en los que cabe riesgo de exposición al mercurio u otros metales pesados generan, según han manifestado fuentes sindicales a este diario, un fuerte malestar entre los intoxicados.

Otro frente aún sin aclarar que afecta a los intoxicados por mercurio es la forma en que se hará su seguimiento médico durante los próximos meses. El Principado aseguró ayer que tiene la intención de controlar durante dos años la salud de estos trabajadores, pero no precisó cómo ni a través de que unidad sanitaria. Los sindicatos UGT y CC OO insisten en que sea el Instituto de Silicosis el servicio encargado de chequear al medio centenar de afectados, si bien indican que hay un escollo y que tratarán de eliminarlo partir de hoy mismo; ese obstáculo no es otro que el coste del seguimiento clínico y la solución pasa por hacer una aportación extra de dinero al presupuesto de Silicosis.