Grases (Villaviciosa),

Mariola MENÉNDEZ

Los vecinos de Grases, en Villaviciosa, se sienten orgullosos de la lápida del siglo I después de Cristo del porche de su iglesia, dedicada a San Vicente. Son muchas las personas que recalan en el pueblo maliayés para visitar la pieza. Su estado de conservación es bueno, a pesar de que falta la esquina superior izquierda, pero quieren mejorar su protección. La Consejería de Cultura ya ha dado el visto bueno para que la Fundación José Cardín Fernández acometa las labores de limpieza y conservación de la lápida prerromana y se prevé que lo haga en colaboración con el Museo Arqueológico de Asturias.

La entidad maliayesa es la que ha promovido un estudio detallado de esta inscripción en la que trabaja en colaboración con el mencionado museo y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Las pretensiones son proteger la piedra con una pantalla de cristal para evitar su deterioro, colocar un cartel informativo que incluya la traducción del texto y realizar una reproducción de la lápida, así como la publicación de una monografía divulgativa en la que se actualicen las interpretaciones dadas como buenas hasta la fecha. Trabajan en este proyecto la investigadora del CSIC y especialista en epigrafía Almudena Orejas, el etnógrafo Astur Paredes y el arqueólogo del Museo Arqueológico de Asturias Jorge Camino.

Este último investigador destaca la importancia de la pieza porque «no hay tantas en Asturias, y menos en Villaviciosa». Además, agrega que el 90 por ciento de estas inscripciones se conservan en el museo y ya no se encuentran en su lugar de origen. En el caso de Grases, «quedó bajo la custodia de la iglesia y de los propios vecinos». La traducción de esta inscripción en latín es: «Los luggones arganticaenos dedicaron estos monumentos a _lovio Tabaliaeno». El nombre concreto de la persona homenajeada se desconoce porque falta la parte inicial del texto, que podría corresponderse con tres letras.

La pieza fue encontrada por el párroco en 1925, cuando se acometían unas obras en el templo, que data de 1768; pero la primera mención como iglesia de San Vicente es del siglo XIV. Algunos restos, como los canecillos bajo el alero, recuerdan el templo románico anterior. No obstante, se desconoce la procedencia y ubicación original de la lápida.

Parte del interés de esta pieza radica en que habla de los luggones, un antiguo pueblo astur del que hay pocas referencias. Una de ellas es una inscripción aparecida en el Sueve. Jorge Camino explica que también es reseñable la lápida prerromana de Grases porque data de la segunda mitad del siglo I, momento de la interrelación cultural y administrativa entre los romanos y los pueblos indígenas tras la conquista. El profesor universitario Diego Santos realizó un estudio epigráfico de la historia medieval y antigua de Asturias en la que propone que esta inscripción estaba dedicada a una divinidad. Pero los nuevos estudios interpretan que la piedra se refiere a un antepasado, que podría ser Pentovius.

«No se corresponde con una lápida mortuoria, más bien tiene carácter honorífico familiar», apunta Camino. El nuevo estudio propone que los luggones arganticaenos eran una unidad familiar aristocrática y su nombre significaría «los más brillantes hijos Lug (divinidad solar y de la luz», por lo que se deduce que con esta lápida se están autoerigiendo en los mejores de su pueblo y se la dedican a un antepasado. Hay que tener en cuenta que en Puelles (localidad próxima a Grases) había un establecimiento romano colonial. Se estima que este grupo aristocrático actuaba como mediador entre la sociedad indígena y el poder romano.

El arqueólogo añade que arganticaene es Argandenes, localidad piloñesa en la que se encontró un panteón familiar de época romana y altomedieval. «Sugerimos que esta familia pudo haber establecido aquí una casa solariega familiar», explica.