Lo primero. Confieso que hace unos años que estaba convencido de que Delfino estaba muerto. Y confieso que vivía con esa pena. Lo escribo así de crudo, «escribo como escupo», porque es Delfino y nadie como él podría encajar que le creyesen muerto. Además el amigo Delfino, amigo con todas las letras, con mayúsculas, negritas y subrayados si alguien lo precisa, es de esas personas que entenderían una afirmación tan brutal, porque es de los que no necesitan morirse para ser ejemplo a seguir como profesor, como persona y como paisano. Delfino se jubila, pero dejará en la memoria de todos los que le conocimos muchas, muchas horas de educación y descanso. Es un tipo que no entiende la docencia reglada porque para él formar a un hombre o a una mujer es ponerle delante cualquier hierba o bicho y contarle su vida. Algo tiene la gente del Bierzo que en Asturias encuentra su patria querida. En realidad me importa poco, y a él seguro que también, estar muerto o vivo porque nos ayudó a ser mejores personas.