El sacerdote Jenaro Fueyo, los mineros Segundo Alonso e Isidro Fernández (trabajadores en la Hullera Española) y el joven estudiante de Magisterio Antonio González tuvieron una muerte atroz durante la Guerra Civil. Fueron torturados durante días. La Iglesia reconoció su martirio y les nombró beatos hace algo más de un año y, ayer, sus restos volvieron al templo en el que fueron apresados. La emoción de los vecinos abarrotó el oficio: "Les agradecemos su bondad infinita y su entrega a la comunidad", afirmaron.

Los cuatro hombres formaban parte de la agrupación de la Adoración Nocturna en Nembra: un grupo que dedicaba una noche al mes a la oración en la iglesia. Durante un encuentro los apresaron. Al oficio de ayer acudieron miembros de la Adoración Nocturna de Asturias: "La beatificación de estas personas es justa, porque eran personas de fe. Y la fe te lleva a la lucha por la justicia, por la dignidad de los pueblos", señaló Enrique Iglesias, cura de Nembra. También estuvieron presentes en la iglesia familiares de los cuatro hombres, que conocen bien la historia de su vida, cautiverio y su muerte.

Todos trabajaban por la comunidad religiosa. Su cautiverio duró días y la muerte fue tortuosa. Al más joven, a Antonio González, los captores le dieron la oportunidad de escapar: "Le dijeron que si pisaba la piedra ara y blasfemaba, le liberarían", explicaron desde la familia. Pero él se negó. Su cuerpo nunca llegó a aparecer. La iglesia de Nembra guarda ahora los restos de sus tres beatos y un recuerdo para el cuarto. Están en un lugar privilegiado de la iglesia, justo junto a los de la Beata Otilia. También era de Nembra, pero estaba en Cataluña cuando fue asesinada por un tiro en el vientre. Esa sangre de mártires dejó semilla de cristianos: Nembra tiene 368 habitantes y cerca de cien vecinos fuera dedicados a expandir la fe.