El ritmo, la falta de alicientes deportivos e incluso el sol reluciente invitaban a pensar en un partido de pretemporada. De ésos que se disputan en pleno agosto cuando las sensaciones son más importantes que el mero resultado. Para añadir más fuerza a esta tesis, las palabras de Granero, entrenador azul, avisando de que le importaba más el aspecto emocional que el matemático. Segundo, tercero o cuarto, lo importante es llegar bien alimentados a la fase decisiva. Según esta visión, el Oviedo dejó una parte para olvidar y otra para creer en un futuro mejor. Con todo, le sirvió para derrotar a un peleón Marino que nunca le perdió la cara al partido.

Como viene ocurriendo en las últimas semanas, el encuentro servirá para sacar algunas conclusiones de cara al «play-off». La más importante, que la estrategia empieza a dar sus frutos. Le ha costado sacar brillo a las jugadas de esta naturaleza a la factoría Granero. Tuvo que ser al noveno partido cuando se vieron los primeros resultados en estas lides, las dos en jugadas algo embarulladas en las que Álvaro y Moré se llevaron el premio del gol. Los dos relámpagos de acierto convierten a los azules en terceros, a un solo punto de asegurar la medalla de bronce a falta de una jornada para el final.

Al Oviedo le costó cogerle el punto al partido. Tampoco es que el tercer puesto merezca un esfuerzo desmedido. Como ocurre en los torneos de agosto, donde el premio mayor es un trasto de hojalata que acabará en un rincón de la sala de trofeos. El Marino, con los deberes hechos y la satisfacción de otro año asegurado entre la «jet set», se tomó el encuentro como una muestra de sus mejores virtudes: ordenados atrás, con transiciones veloces, casi todos los caminos de los de Quirós conducían a las botas de Chus Hevia, uno de los ex azules con razones para el lucimiento personal.

El Oviedo asistió como si la cosa no fuera con él. Las opciones ofensivas se traducían casi exclusivamente en balones a la cabeza de Cervero. En su lucha con Saavedra se asistió a escenas más cercanas a una película de gladiadores que a un partido de fútbol. Dentro de la monotonía, casi todas las cosas interesantes de la primera parte llevaron la firma de los hombres de Quirós.

Los dos goles del Oviedo llegaron en jugadas de estrategia

Hevia avisó a los 8 minutos estrellando su zurdazo en Quintana. El portero no tendría tanta suerte después. Un balón aéreo le sirvió para mostrar sus dotes con autoridad. El esférico volvió al cielo luanquín, y Orlando, quizás envalentonado por su primer despeje, decidió lanzarse a por el segundo. El balón salió tan lejos de la meta que el portero se desubicó. Sin brújula, Orlando sólo pudo observar cómo Espolita le batía desde fuera del área.

Al descanso, Granero debió de incidir en el aspecto emocional. Igual que hace una semana, el Oviedo estaba dando pocos motivos a su hinchada para creer. Como si de una cuestión de fe se tratara, los de Granero saltaron con otra actitud tras el paso por los vestuarios. Señé escenificó el cambio con un cabezazo a centró de Xavi Moré desde la derecha.

Entonces llegó el gol del empate. Señé puso un globo en el área en una falta cercana al centro del campo, David Fernández se elevó más que nadie para ceder el balón a la frontal, donde estaba Cerrajería. El vasco remató con fuerza, el portero repelió y Álvaro introdujo de cabeza a la red.

El gol fue suficiente para espolear al equipo. Más aún cuando se acompañó de otra acción positiva para los visitantes apenas cuatro minutos después. Adrián Cruz quiso defender su espacio personal de una forma demasiado agresiva y su brazo golpeó el rostro de Cerrajería. El resultado fue que vio la segunda amarilla y se fue a los vestuarios antes de tiempo. De allí regresaría al final del partido para preguntarle al colegiado por sus amistades en México, pero eso es otra historia.

Contra uno menos, Granero decidió dar un paso adelante. Entró Casares, incisivo atacante, por Owona, dubitativo defensa. El cambio pareció algo precipitado, teniendo en cuenta que el empate servía para escalar al tercer puesto (el Caudal perdía en Leganés). Granero mantuvo su tesis de no hacerle caso a la matemática.

Iker Alegre tuvo la victoria, pero la misma llevó minutos después la firma de Moré, uno de esos futbolistas que el Oviedo necesita en su mejor versión. Cervero cabeceó el córner y el extremo se encontró con un balón y una portería a escasos metros. Fue el mazazo a la resistencia del Marino, aunque Álex Arias mantuviera lo contrario en ataques de inspiración individuales.

Para el final, el Oviedo dejó el molesto asunto de las amarillas. Cervero, en un remate a lo Rafa Pascual, y Baquero, indeciso antes de un saque de puerta, vieron la quinta amarilla y se perderán el último partido de Liga. Una molestia de la que no tendrá que preocuparse Granero.