Hace algo más de una semana que he dejado oficialmente el consejo de administración del Real Oviedo, en la pasada junta de accionistas. Digo oficialmente, porque tal y como allí afirmé, continuaré colaborando con el club. Como hice ayer, como hago hoy y como haré mañana.

La salida me genera sentimientos encontrados. Por un lado, se agradece, y mucho, el paulatino retorno a la rutina, a la familia; en definitiva, a la normalidad. En el otro lado de la balanza se sitúa el permanente deseo de echar una mano para tratar de ayudar para ver a nuestro equipo donde se merece. No voy a negar que el cierre de esta etapa me está dejando un sabor agridulce tanto por el aspecto deportivo, un apartado que estuvo a punto de convertir un gran año para el club en «el año», como, ¿por qué no decirlo?, por lo extradeportivo.

Aunque estoy muy orgulloso del trabajo realizado durante esta temporada por el consejo de administración como grupo, tengo que reconocer que mis aspiraciones (bueno, las mías y las de algún «loco» más) apuntaban más alto. Apuntaban exactamente a intentar hacer del Real Oviedo una referencia en un cambio que considero vital para el futuro sostenible del «deporte rey». Un giro hacia el aficionado, esencia y ser de todo este mundillo. Es verdad que mucha gente me dice que este año se han sentido muy cercanos al equipo pero tampoco tiene tanto mérito, viniendo de donde veníamos. Es ésta una asignatura pendiente por la que voy a seguir peleando, ahora desde fuera.

Tras los recientes días agitados se nos presenta por delante una oportunidad histórica para sentar las bases de un Real Oviedo de su gente. El paso a un lado, no atrás, del Grupo Carso, nos brinda la oportunidad de trabajar por un consejo de administración de consenso que recoja todas las sensibilidades del oviedismo. Porque sí, cada uno pensamos a nuestra manera, pero al contrario de lo que se ha publicado en varias ocasiones, todo oviedista quiere volver a ver al equipo en Primera, y si es en dos años, mejor que en tres. Siempre digo que uno de los principales problemas extradeportivos del club es la variedad de «-istas» que lo rodean. Hay celsistas, prietistas, lafuentistas, albertistas (sí, sí, ¡alguno hay!), fidalguistas..., cuando en realidad ese sufijo tan solo debería terminar la palabra Oviedo: oviedistas.

Es el momento, señores/as. Sentémonos, hablemos, discutamos, trabajemos y saquemos adelante un consejo de consenso que recoja todas las sensibilidades y que consiga desde ya que los aficionados tan solo nos tengamos que preocupar de la faceta deportiva, de lo que hagan los de corto, que al fin y al cabo son los que tienen que ser los protagonistas.

Cosas mucho más grandes y más espectaculares hemos conseguido como afición, y tengo la buena sensación de que esto también va a ser posible. Es más, estoy seguro de que hasta el propio Arturo Elías se sentirá partícipe de esto, porque, lo quiera reconocer o no, él ya es uno de los nuestros. En cuanto comience la Liga se sorprenderá llamando mentalmente «pendejo» al delantero rival que nos meta gol en el Tartiere (el 2-1, claro...) y que nos va a hacer pasar un poco mal los últimos minutos.

Hay momentos, días, semanas que son claves para el devenir futuro, y estamos sin duda en unos de esos momentos, días, semanas. Paso corto, mirada larga. ¡Es el momento!

Hala, Oviedo.