Cultural: Toño (2), Rico (1), Negral (1), Santi Santos (1), Góngora (2), Hedrera (1), Gonzalo (1), Valdés (1), Raúl Torres (1), Ortiz (1) y Diego Torres (1).

Cambios: Viti (2) por Valdés, min. 51. Álvaro (1) por Dani Hedrera, min. 70.

Marino: Rafa Ponzo (2), Dudi (2), José Ángel (2), Boris (2), Guaya (2), Álvaro (3), Espolita (2), Jandro (2), David (1), Titi (2) y Chus Hevia (2).

Cambios: Pevida (3) por Titi, min. 63. Pablo Hernández (2) por David, min. 68. Alejandro (s.c.) por Jandro, min. 89.

Goles: 0-1, min. 6: Chus Hevia; 0-2, min. 73: Dani Pevida.

Árbitro: Aritz Azpilicueta, del colegio vasco. Amonestó al local Santi Santos y a los visitantes Dudi, Rafa Ponzo y José Ángel.

Reino de León: 1.000 espectadores.

En el día de la lotería, el Marino se jugaba el botín contra la Cultural. Si en el azar las posiblidades de que la fortuna te sonría son directamente proporcionales al número de papeletas que poseas, en el fútbol va ligado al de oportunidades de gol. Tantos boletos (o ocasiones, como lo quieran llamar) tenía el Marino ayer que se permitió el lujo de prescindir de alguno de ellos. Sacó el Gordo al poco de empezar, para dejar claro desde el principio quién era ayer el protagonista. Chus Hevia, expectante en el área, cantó el primer premio (gol) con escasos cinco minutos de juego transcurridos. Lo hizo tras aprovechar un rechace en el área procedente de un remate de Espolita en un córner. Ni siquiera se acercó a tener la tentación de cantar algo la Cultural, que apenas llegó a situar la meta de Ponzo en una falta lanzada por Góngora.

Fuera del partido, a la Cultural le faltó fútbol y estuvo casi tan desangelada como la grada lateral del Reino de León en la que no había ni un solo aficionado. La dejó sin opciones el Marino, superior jugador por jugador, línea por línea y, por tanto, como equipo.

Defendió sin apuros la zaga, se jugó a lo que quiso el centro del campo asturiano, punzaron en las bandas Jandro y Titi en plena exhibición de Chus Hevia, que impartió un máster ejerciendo de algo tan de moda que ya ha calado hasta en una categoría semiprofesional como Segunda B, el falso nueve.

Su falsedad se puede comprobar desde lo anécdotico de su dorsal (el diez) hasta sus movimientos, propios de un completísimo mediapunta que aúna calidad y potencia, con la misma facilidad para irse de dos rivales con un control orientado que para dejarlos atrás con un control orientado, pasando por falta de instinto. Sólo así se explica que se fuera con un solo gol, cuando al poco de la reanudación falló un mano a mano clarísimo con Toño tras un precioso autopase o que estrellase el balón en el cuerpo del guardameta en el descuento.

La superioridad luanquina fue tan lineal, plana y continua que la Cultural no tuvo ni excusas para ir a por el empate. Siguió desperdiciando boletos el Marino, que repartió entre sus atacantes sus opciones, variadas ante todo. La tuvo David en una ocasión clarísima que cabeceó demasiada centrada, con la derecha Titi en el rechace a dicha oportunidad con el posterior paradón de Toño, Álvaro con la izquierda desde la frontal y Jandro después de galopar la banda y fallar incomprensiblemente. Tal fue el acoso marinista que cerca estuvo Negral de meter gol en su propia portería.

Ha ganado solidez y fortaleza el Marino, que acumula cuatro partidos invicto con tres victorias y un empate que lo han alejado de la zona caliente y le permiten cerrar el año en la zona media-alta de la tabla.

Cerró Pevida el partido cantando el segundo premio, de menos trascendencia porque simplemente aumentaba la renta, pero al menos trajo más tranquilidad para los gozoniegos, más temerosos a fantasmas del pasado en forma de pérdida de puntos que a la inofensiva Cultural.

Pudo aumentar la renta asturiana, pero el centro-chut de Jandro no encontró finalizador. Buscó limpiar el orgullo el cuadro leonés, que inquietó con un par de llegadas medianamente peligrosas, pero el Marino era suficientemente solvente como para ceder por un incipiente simulacro de arrebato. El Marino tenía demasiadas papeletas como para que se le escapara el premio. Tantas que hasta se permitió el lujo de desechar alguna.