La planta de producción de automóviles que Nissan va a cerrar en Barcelona es heredera de la que hace un siglo promovió la compañía estadounidense Ford y por cuya localización en Oviedo pugnó el industrial y financiero José Tartiere Lenegre (1846-1927).

Este promotor francés afincado en Asturias mantuvo conversaciones con la automovilística estadounidense cuando Henry Ford buscaba un emplazamiento fabril en España en el primer decenio del siglo XX. Al final, Ford descartó Asturias e instaló su planta en Cádiz en 1919. Cuatro años después, en 1923, Ford trasladó la factoría a Barcelona. Allí continuó (con el paréntesis de la Guerra Civil) hasta que la fortísima presión del Instituto Nacional de Industria (INI) del franquismo le hizo desistir, igual que hizo el primer presidente del grupo estatal, Juan Antonio Suanzes, con General Motors para que no regresase a España tras la contienda. La fábrica de Ford pasó así en 1954 a la empresa pública Motor Ibérica (Ebro), que en 1976 erigió una planta más moderna en la capital catalana. En 1979, en una operación privatizadora, la japonesa Nissan adquirió Motor Ibérica. Ahora, 41 años después, la multinacional clausura la fábrica barcelonesa.