A. R.

Constancio Herrera, zamorano de nacimiento afincado en Gijón desde los 3 años, notó hace cinco años que se cansaba en exceso. Deportista aficionado, intuyó que algo iba mal cuando se percató de que «con una simple carrera para cruzar la calle quedaba medio afogao». Las pruebas en el Hospital de Silicosis dieron con el diagnóstico. «La doctora Carmen Vega me dijo que era una fibrosis pulmonar de origen desconocido, lo que significaba que podía acabar necesitando un trasplante, como así ha sido». Por entonces ya le advirtieron que su estado físico podía ser fundamental para su supervivencia. De ahí que se afanara más que nunca en mantenerse a tono. Su yerno, Pablo F. Mallóu, recuerda que «en el último mes antes del trasplante, cuando ya estaba muy mal, sin salir de casa y con muy poca capacidad pulmonar (ya estaba conectado permanentemente al oxígeno), hacía tres horas de deporte: bicicleta, pesas, abdominales... Era encomiable». Ahí tercia Costi: «El enfermo tiene que poner de su parte. Nada de tirar la toalla o abandonarse. A la enfermedad hay que combatirla de la mejor forma y yo sabía que estar en buen estado físico era importante. Cuanto mejor preparado estés mejor saldrá todo. Nunca perdí la esperanza».

Fueron tres semanas las que duró la peor etapa de la enfermedad de Costi Herrera, titular hasta el pasado mes de enero de la tienda Viña Sub, especializada en submarinismo deportivo. Su cuerpo racaneaba hasta el último gramo de oxígeno, de ahí que «ya ni me crecía el pelo ni las uñas», apunta el enfermo. Con los primeros días de febrero llegó el deseado trasplante. Sólo sabe que su benefactor fue un chico joven. «Tendría unos veintitantos años, así que, sumada su edad y la mía, ahora yo estoy con unos 40 años. He ganado muchísimo», dice con enorme optimismo. Su renacimiento y sus ganas de vivir las piensa compartir mañana, viernes, con clientes y amigos. Será en una fiesta en la que fuera su tienda (antes fue de Pepe Viña), hoy traspasada a su yerno y remodelada. Para ellos la fiesta es doble.