J. M. CEINOS

Antes que El Carmín, en Pola de Siero; la Virgen del Acebo, en Cangas del Narcea; San Timoteo, por la parte de Luarca; los Santos Mártires de Valdecuna, en Mieres, o la Virgen de La Guía, en Llanes, la gran romería de Asturias se celebró, durante décadas, en Gijón. Para ser más exactos, en la parroquia rural de Granda, cuya carbayera estará ligada por siempre en la historia etnográfica asturiana a la mayor fiesta de «prau» de cuantas se celebraban en la región.

En el domingo más próximo a la festividad de Santa Ana (el 26 de julio), en Granda se organizan desde tiempo inmemorial las fiestas en su honor. Hoy será el día grande. Por ello es menester realizar un pequeño recordatorio de lo que significó la romería de Santa Ana en la pequeña historia de Gijón, a través, por ejemplo, de los periódicos de la época.

Así, el martes 30 de julio de 1935, en el verano anterior al estallido de la Guerra Civil, en el diario gijonés «La Prensa» se informaba, a dos columnas, de que «se calcula en 50.000 las personas que asistieron a la gran romería de Granda», aseverando en el subtítulo de la noticia que «el éxito de la misma superó al de los años precedentes».

No es baladí el número de asistentes a la romería en la carbayera de Granda de hace setenta y cinco años, teniendo en cuenta que en 1935 el censo del concejo de Gijón (incluyendo la villa y sus parroquias rurales) era de unos 80.000 vecinos.

Por ello, el autor de la información publicada en «La Prensa» escribió: «Con un tiempo verdaderamente espléndido, el domingo celebrose la famosa y tradicional fiesta de Santa Ana, en Granda, cuya pintoresca parroquia se vio, como todos los años, abarrotada de público de parroquias limítrofes, Gijón, diferentes puntos de la provincia y aun de fuera de ella, que allí pasaron unas horas deliciosas».

Y, tal vez, con un atisbo del proverbial «grandonismo» gijonés, el periodista desplazado a Granda del rotativo local que tenía su redacción, administración y talleres en la plaza del Capitán Galán (actual del Carmen), esquina con la calle de Álvarez Garaya, siguió redactando: «Como en años anteriores, esta famosa romería alcanzó el éxito más grande de cuantas romerías se celebran en Asturias, pregonándolo así los millares y millares de personas que en Granda se congregaron el domingo ocupando totalmente el campo de la fiesta e inmediatos, en una extensión de más de un kilómetro, formándose en todos ellos animados grupos de familias y amigos en torno a la comida y la merienda, al final de las cuales la gente se entregó al regocijo, viéndose en todas partes animados bailes y otras diversiones propias del campo (sic)».

Tampoco era una broma, para la época, lo que gijoneses y forasteros se gastaban en la romería de Santa Ana. Lo contó «La Prensa» a propósito de la fiesta de 1935: «Según cálculos hechos, el número de personas que desfilaron este año por la romería se eleva a 50.000 y la cantidad gastada en la romería pasaba de las 250.000 pesetas».

La fabada era el plato estrella que degustaban los gijoneses sobre la hierba de la carbayera de Granda, bajo las densas sombras de sus robles centenarios. No es extraño, entonces, que los industriales conserveros de la época insertasen anuncios en la prensa local, a través de los que informaban a los romeros de sus platos precocinados. El domingo 27 de julio de 1930, en «La Prensa» se publicaba un anuncio, a dos columnas, de la afamada conservera Campanal, en el que se indicaba que «como todos los años, se podrá saborear la clásica fabada a cualquier hora, a base de latas». El «depósito» de las latas estaba en el «carro de los Hermanos Argüelles», donde también se despachaba «rica sidra».

Un poco más alejados en el tiempo vamos al martes 31 de julio de 1928, a las páginas del diario gijonés «El Noroeste», en las que se informaba de la «vida local del domingo» anterior y, cómo no, de la romería celebrada en Granda: «El campo de la fiesta estaba concurridísimo mucho antes de mediodía, ofreciendo un pintoresco aspecto la gran carbayera, donde por todas partes se observaban improvisadas cocinas condimentando la clásica fabada. Ya por la tarde se volcó allí la ciudad. Más de doscientos carruajes no cesaron de conducir romeros, cuyo número bien puede decirse que casi llegaba a veinte mil (...) De ahí que la romería del domingo haya adquirido proporciones verdaderamente extraordinarias».

Como colofón a la información, en la redacción de «El Noroeste», que estaba ubicada en el número 11 de la calle del Marqués de San Esteban, escribieron entonces: «En resumen, que la romería de Granda adquirió el domingo las más grandes proporciones que en Asturias pueden tener estas típicas fiestas bucólicas».

Aún unos años antes, en el número de «La Prensa» del martes 28 de julio de 1925, podemos leer la reseña de la romería de Granda del domingo anterior: «Se ha celebrado esta típica romería, a la que desde hace pocos años va acudiendo un tan crecido número de gijoneses, que la hace colocarse a la cabeza de las romerías asturianas. Puede decirse sin pecar de exagerados que es, desde luego, la romería de toda la provincia a la que acude mayor contingente de romeros».

Y aunque San Juan se celebra un mes antes que Santa Ana, en Granda, entonces, comenzaban los festejos «el sábado con una verbena que entre los alicientes propios de esta clase de distracciones populares, ofreció la tradicional "foguera", viéndose esta fiesta nocturna muy concurrida también».

Como escribió Luis Benito García Álvarez en su libro «Las representaciones de la sidra», publicado en 2008, «la romería tradicional asturiana respondía a un protocolo con una serie de pasos. El primer día de vísperas había "foguera" y baile; el segundo, el día grande, amanecía con música de gaita y tambor y cohetes, después venía la misa mayor y la procesión con la subasta del ramo y, tras el banquete familiar, la romería y el baile».

Ya en los años más duros de la posguerra, cuando había familias que empeñaban hasta los colchones de casa para poder ir a la romería de Granda con la comida asegurada, en las páginas del diario «Voluntad» del domingo 29 de julio de 1945, por ejemplo, se mencionaba la fiesta de Santa Ana en una información que mezclaba la tradición con «la modernización de las costumbres», con el objeto de aseverar que en las fiestas populares «sin perder su raíz típica, se aprovechan estos adelantos para dar a nuestras incomparables romerías un mayor auge, como ocurre con la electricidad que sirve para prolongar con fantástica iluminación estas fiestas; el automovilismo, que facilita y multiplica el transporte de romeros, y la radiofonía, que improvisa en los más apartados rincones, sin el menor esfuerzo humano, la música indispensable para la alegre diversión».

Eso sucedería en Granda, según «Voluntad», donde «a lo tradicional se incorpora lo moderno, pero armonizándolo todo para que la fiesta no pierda sus inefables y permanentes calidades de tipicismo (...) para gozar de esta fiesta cumbre y única en la provincia».