Navelgas (Tineo)

Manolo Linares se metió en el mundo del arte recién salido del colegio de los Dominicos de Oviedo. Lo hizo en contra de los deseos de su familia. «Entonces se llevaban los números y todos querían que estudiara una ingeniería», dice. Tinetense de origen y defensor del mundo rural, no cejó en su empeño. Antes de ser pintor cuidó vacas en una explotación familiar. Los concursos de pintura fueron los que, en un primer momento, le dieron salida. Después, se fue a Madrid y, con 18 años, a París. Allí estuvo tres meses fregando suelos y platos para poder subsistir y hacerse un camino en el complicado mundo de la cultura.

-¿Fue duro empezar en el mundo del arte?

-Cuando yo llegué a Asturias desde París, por el mero hecho de venir de Francia era un 'artistazo' tremendo al margen de lo que hacía. Entonces, me afinqué en Madrid para organizar mis exposiciones y, desde aquí, viajé a Puerto Rico, República Dominicana, Canadá, Inglaterra y Nueva York. Hice clientela y eso me permitió continuar en el mundo del arte y tener una cierta independencia.

-¿Cómo ha cambiado el concepto 'arte' desde entonces?

-Hoy en arte vale todo con tal de llamar la atención. Antes, hablabas de arte para la eternidad; ahora, eso, a la gente le importa un comino. Cuando Miquel Barceló hizo la cúpula, yo pensé: ¡Pero si quien hace la obra son varios operarios disparando pintura con unos cañones! Y cuando alguien compara la Capilla Sixtina con esta obra y una galería de arte compra excrementos de un artista metidos en caja, pues es para decir: 'Oiga usted, ¿qué es esto?'

-Ser artista hoy, ¿no es lo mismo?

-El arte, ahora, refleja la sociedad de la estupidez. A mí, personalmente, me cuesta más trabajo pintar porque estoy decepcionado. Estamos rodeados de mediocres.

-¿Cómo valora las apuesta culturales que se hacen en Asturias?

-La directora del proyecto Laboral, Rosina Gómez Baeza, nos cuesta 11 millones de euros al año y no tenemos para Sanidad. Eso no lo demandó el pueblo. Los políticos reparten el dinero a su manera y esa forma de actuar es un insulto para los ciudadanos. La Laboral no es un regalo del bolsillo de un presidente o de un alcalde.

-¿No está de acuerdo con estas grandes apuestas culturales?

-Los centros de arte Laboral y Niemeyer no van a sacar a Asturias de donde está. Avilés no se puede comparar con Bilbao. Yo me preguntó con qué van a llenar ese espacio. Bilbao tiene más población y está al lado de Francia y el Guggenheim es una franquicia de gran prestigio en el mundo. La gente no va a venir a Avilés a ver el museo de Oscar Niemeyer. Cuanto más míseros somos, más delirios de grandeza tenemos.

-¿Cuál es su apuesta?

-En Asturias tendríamos que vender lo nuestro. Y ahora hablo de turismo. Irlanda, para atraer al visitante, vende sus acantilados, algo que ya tiene y que no le cuesta nada. Y aquí hacemos un Parque de la Prehistoria de cartón piedra. No me extraña que la gente se vaya. Cuando el símbolo de Asturias es el oso Yogui, apaga y vámonos.

-Usted fue uno de los pioneros en luchar por atraer turismo al Occidente.

-Me metí en estos líos y abandoné un poco la dedicación a la pintura y a la escultura. Pero vi que la gente es incapaz de defender lo que le pones en las manos. Mi entusiasmo decayó. El asturiano me ha decepcionado. Yo, antes, veía a una sociedad con ganas de triunfar y con imaginación, pero aquí somos muy dados a que nos ayude el ayuntamiento de turno y a vivir en una situación de subvención permanente.

-Una propuesta.

-Vivir del turismo no es posible si no se complementa con algo. ¿Con qué se mantienen los museos si no se mantiene la sanidad? La vía de escape de Asturias, de seguir así, es el suicidio. Y lo peor es que esto no se ve. Aquí llaman pesimismo a ver la realidad como es. Todavía hay gente que sueña con que esta crisis es algo pasajero y lo que esperan es que vuelva la especulación porque lo que se quiere es ganar mucho dinero en poco tiempo.

-¿Pide algo para su concejo natal?

-Le puedo hablar del pueblo de Navelgas. Este pueblo tuvo un boom, pero la admisnitración local volvió atrás con todo. Se centralizó todo y eso no es apostar por el mundo rural. Aquí se acomodan al coche oficial y a los viajes y no están a pie de tierra. En una democracia, quien tiene el mando es el pueblo, pero somos mediocres. Si no fuese así, cambiaríamos el voto cuando algo se hace mal. Mientras repartamos la torta de la Administración, sin buscar otras soluciones, pues seguiremos mal.

Perfil.

Manolo Linares vive en Oviedo, pero retorna todos los fines de semana a la Navelgas de su infancia. Allí tiene un estudio de pintura y allí hace el senderismo del que tanto le gusta disfrutar. Sigue pintando sus recuerdos y aquello que le transmite cada paisaje. Prefiere hacerlo por la mañana, cuando el pueblo está en calma. Una calma que es, a veces, excesiva y símbolo «de que está todo muy decaído». También es un gran lector y un hombre interesado por su concejo natal y por la cultura de los pueblos.