Incapaces de mover una sola pluma, mis gallinas sestean el día entero. Ni siquiera protestan porque en Paraxes no se haya formado aún gobierno. Y es que tras las últimas elecciones Ramiro, Osgüal y hasta Fermín han pasado a formar parte de la historia política de la república gallinácea. Los nuevos gestores, achicharrados por la feroz canícula, no son capaces de dar pata ni ala, pasando el día entre suspiro y suspiro y lamentándose por la escasez de sombra del gallinero, mal que se achaca a la pésima gestión de la anterior corporación. Es por ello que grande sorpresa produce entre las aves la frenética actividad que desarrolla la casta política humana en la república frontera que, impasible a las molestias térmicas e inasequible al desaliento y a la sed, continúa «montando el pollo» (expresión que en Paraxes no se ha considerado especialmente afortunada) y llamándose de todo, sin que los treinta grados a la sombra modifiquen ni un tantito su capacidad para el debate de altura.