Es evidente que los españoles no están nada contentos con los partidos políticos convencionales. Ninguno les satisface porque lo que prometen lo incumplen, las siglas de alguno de ellos no corresponde al pensamiento ideológico que les dio nombre. La Izquierda Unida, no lo está. Al PSOE le sobra la O y la derecha no da la sensación de firmeza y cohesión. El partido que lidera Rosa Díez no se consolida. Los ecologistas, agazapados, están prestos para saltar a la cancha, pues ansían participar en el reparto del pastel.

Los Verdes, así conocidos por su preocupación por el respeto a la Madre Natura, tienen un cierto predicamento en la Unión Europea a la que resulta muy grato un medio ambiente libre de contaminación malsana.

Tal vez los Verdes sean un tanto reiterativos (un poco pelmazos), pero llenos de buena intención. En el Viejo Continente encontrarán apoyo y en España ya cuentan con algún escaño, tanto en el Congreso como en el Senado. Pudiera ocurrir que prosperaran electoralmente. Su integridad moral no está salpicada. Aún no se sabe de algún verde que haya metido la mano en el cajón del dinero. A las amas de casa les caen bien, por aquello de aspirar a un medio ambiente libre de polvo y paja.

Me alegraría que fuesen a más, especialmente para que los partidos convencionales supieran (como dicen los castizos) «lo que vale un peine». En el actual arco iris político, el color verde tiene aún poca intensidad. Bien es verdad que en esto de los colores no me autoriza a opinar el daltonismo galopante que padezco.