El drástico ajuste de plantilla en la Fábrica de Armas de Santa Bárbara, antes de titularidad estatal y hoy en manos de la estadounidense General Dynamics, supone un mazazo para Trubia, para Oviedo y para Asturias. Nadie esperaba una decisión semejante, ni de manera tan repentina, cuando apenas han transcurrido unos días desde el traslado de la planta de La Vega, en el centro de la capital, a las instalaciones trubiecas. Esa mudanza fue justificada precisamente como la única alternativa para conservar los puestos de trabajo. Por lo visto, era un engaño. La empresa ha hecho mal las cosas. Incumple su palabra y deja en la estacada a quienes creyeron en sus planes y confiaron en que mantendría una industria con historia y gran valor añadido para la región por la alta cualificación de sus profesionales.

Que el sector armamentístico atraviesa un delicado momento y necesita redimensionar tamaño y mejorar competitividad parece obvio. Cuando la crisis azota y la ciudadanía la sufre con durísimos sacrificios, nadie va a defender que con los escasos recursos disponibles aumente el gasto en cañones, siempre impopular, antes que en mantequilla. Lo que en cambio cuesta mucho entender es la estrategia diseñada por General Dynamics para afrontar el reajuste de sus fábricas asturianas, las de la antigua Santa Bárbara, en pleno casco urbano de Oviedo (la Vega) y en Trubia.

La multinacional empezó defendiendo la necesidad de unir ambas factorías para salvar los 600 puestos de trabajo. Reclamó la complicidad de las fuerzas sociales, esforzándose en convencerlas de que era la única manera de revivir una actividad de gran tradición y elevada tecnología. Neutralizó la lucha de los trabajadores, que, sintiéndose solos, acabaron arrojando la toalla. Y, logrado su objetivo, presentó un plan de despidos y regulaciones temporales de empleo que va a dejar produciendo en Trubia a menos de 100 personas. En la práctica, a decir de los sindicatos, es la muerte por inanición. Nadie puede reclamar el mantenimiento de proyectos deficitarios, pero llama poderosamente la atención que el panorama de General haya dado un vuelco tan radical en sólo dos meses: los que median entre la salida del último operario de la Vega y una poda laboral casi total. Tendrá que justificar el giro con argumentos muy convincentes ante la sociedad asturiana por haber jugado así con sus expectativas si no quiere quedar como una empresa que incumple su palabra.

Si en la defensa sincera de la viabilidad de una actividad estratégica como ésta no tienen cabida las artimañas patronales, algunas ciertamente deleznables, menos todavía el zafio populismo de los políticos. Unos, desde la izquierda, son capaces, sin abochornarse por la incoherencia, de iniciar una sesión del Congreso exigiendo al Gobierno que ahorre en armamento y, a renglón seguido, demandarle que aumente el pedido de obuses o blindados al complejo instalado en su región. Y Cascos -en el colmo del descaro y dela falta de respeto que muchos dirigentes exhiben por la inteligencia de los ciudadanos, a quienes consideran tontos e indocumentados- no duda ahora, que es un mero diputado regional, en colocarse al frente de la protesta, después de haber exigido la desaparición de Santa Bárbara cuando tenía todo el poder en España y el grupo, por ser estatal, dependía de su Gobierno. Se muestra así generoso, pero empleando la cartera de otro. En cambio, cuando pudo hacer lo que hoy predica optó por lo contrario, en realidad su divisa desde hace tiempo.

«El cierre de la Fábrica de Armas va a misa. Santa Bárbara es incapaz no sólo de ganar un concurso de Defensa, sino siquiera de presentarse», afirmó en 1996 el hoy líder de Foro, entonces vicepresidente primero del Gobierno y secretario general del PP, en una acalorada discusión en LA NUEVA ESPAÑA con quien era el presidente del Principado, Sergio Marqués. A Marqués no se le ocurrió otra cosa que defender Trubia y la Vega en presencia del general secretario. La bronca que le echó Cascos, con los periodistas de este periódico como testigos, fue el embrión de lo que meses después desembocaría en ruptura de la derecha asturiana, de la que precisamente acaban de cumplirse 15 años. Gracias a esa fractura, recientemente repetida por Cascos, el PSOE sigue gobernando en Asturias, mientras su valedor finge, en medio de la farsa, que le hace la oposición.

Con General Dynamics no hablamos de cualquier cosa, sino del cuarto emporio mundial del ramo y uno de los principales proveedores militares de EE UU. Conoce a la perfección la competencia feroz y la pelea de los contratos. Por eso sorprende que desde su llegada los talleres asturianos, que no son instalaciones corrientes o de baja capacidad profesional, hayan ido a menos. El personal está muy considerado. Piezas críticas de los motores de aviones, mínimas en tamaño pero máximas en fiabilidad, llegaron a fabricarse aquí. Un operario las transportaba en persona a Londres por su delicadeza para entregarlas a la Rolls Royce. Ahora las sirven los vascos. Cuando se habla de recuperar la figura del aprendiz, muchos, con fundamento, vuelven la mirada hacia esta fábrica como extraordinaria escuela de formación para los metalúrgicos.

Hay temor a que la presión territorial pueda perjudicar a Asturias, con un Ejecutivo de distinto color que el central, en beneficio de otras localizaciones. El Principado debe actuar con responsabilidad y sin demagogia. Tiene que negociar con los directivos norteamericanos para conocer sus razones y contribuir en la medida de sus posibilidades a favorecer su apuesta por Asturias. Lo hemos dicho muchas veces: los poderes públicos están obligados a convertir la región en un paraíso para los emprendedores, vengan de donde vengan. Si hemos conseguido atraer a Du Pont, ¿por qué no vamos a intentar que General Dynamics siga en Asturias, donde dispone de una mano de obra altamente cualificada?

Lo que procede es pedir un esfuerzo para salvar Santa Bárbara, y con ella una tradición y un conocimiento que conectan la región con negocios punteros en innovación y abren una ventana de oportunidades que no podemos desaprovechar. Porque la crisis pasará y no debe barrer antes lo mejor de nuestra industria.