El Ayuntamiento de Gijón lleva meses embarcado en la redacción de una nueva ordenanza de movilidad, incluida en un ambicioso plan integral más amplio de movilidad sostenible, con el objetivo de mejorar la calidad de vida en la ciudad, recuperando espacio público para la ciudadanía, fomentando la movilidad peatonal y ciclista y gestionando de una manera más adecuada el resto de modos de transporte, dentro de un modelo energético y ambiental sostenible en el tiempo. Algunas de las propuestas que se barajan, y que se han sometido al escrutinio de las entidades vecinales y colectivos sociales de la ciudad, ya se conocen. Y en su mayoría redundan en un mejor tratamiento al peatón en detrimento del tráfico rodado, principal causa de contaminación ambiental y acústica. Según estudios municipales, la emisión actual de CO2 en la ciudad debida al transporte para un día laborable medio de Gijón se estima en 530,34 toneladas, lo que representa un aporte a las emisiones globales de CO2 de alrededor de 1,9 kilogramos diarios por habitante del municipio.

Para que Gijón se convierta en una ciudad más saludable no sólo habría que limitar el uso del automóvil y potenciar el transporte público. Seguramente en algún momento habrá que plantearse limitar el tráfico en el casco urbano. El avance de la ordenanza ya plantea medidas que habrá que debatir con serenidad, como la limitación del tráfico en Cimadevilla o la anunciada prohibición de circular a más de veinte kilómetros por hora en el centro, Laviada y La Arena.

Todo lo que sea ganar espacio en la ciudad para el peatón y abrir nuevas vías al uso de la bicicleta merece el apoyo de la ciudadanía. Así lo viene reclamando también cada mes de abril el colectivo "30 Días en Bici", un grupo muy activo en la promoción del uso cotidiano de la bicicleta, a la que se considera herramienta esencial para provocar el cambio en la movilidad urbana en Gijón. Si bien es necesario favorecer también el entendimiento entre peatones y ciclistas, fuente frecuente de conflictos a causa del uso de los carriles para bicicletas, cada vez más extendido en esta ciudad, y que en ocasiones comparten espacios peatonales, lo que provoca fricciones entre unos y otros.

Cualquier compromiso de movilidad se encamina, sin embargo, al fracaso si se limita a un programa de iniciativas escritas en un papel y no se convierte en un cambio de conducta. Conseguir una ciudad más habitable y saludable es tarea de todos los ciudadanos, no sólo de los técnicos que elaboran los planes, de los ciclistas y de los conductores. La nueva ordenanza debe tener como objetivo último que en Gijón exista una convivencia sostenible entre peatones y vehículos, sin que unos sean los vencedores y los otros los vencidos.