Opinión

Vida, esperanza y longevidad

La influencia del modelo de vida de las zonas rurales asturianas en el aumento del número de centenarios

Vida, esperanza y longevidad

Vida, esperanza y longevidad / Pablo García

Para Nicholas Barr y Peter Diamond, en su conocido trabajo sobre el futuro de las pensiones, la crisis de envejecimiento no puede ser considerada una mala noticia, ni un asunto indisoluble. Cada vez tenemos vidas más largas, menores tasas de nacimientos, jubilaciones anticipadas, y más y mejor asistencia sanitaria ¿Por qué estas continuas buenas noticias suponen una crisis? La respuesta descansa, no tanto en los fundamentos económicos y en las realidades demográficas, como en las dificultades políticas de adaptar los sistemas de pensiones y de salud a esas realidades.

Para tener una perspectiva de largo alcance, pasemos a los datos en el tiempo histórico de la "cantidad" de vida. Según las investigaciones del historiador y economista inglés Angus Maddison, en 1820 –año de la botadura del primer barco de vapor con casco de acero y que se considera la fecha oficial del comienzo de la Revolución Industrial–, la esperanza de vida al nacer en lo que se conoce como Occidente era de 36 años; y de acuerdo con los trabajos del economista francés Thomas Piketty, en esa fecha, a nivel mundial se reducía a tan solo 26 años. En aquellos tiempos, sólo una minoría de la población podía esperar vivir hasta los 50 o 60 años.

Pues bien, el crecimiento económico de los dos últimos siglos ha dado lugar a que en 2020 la esperanza de vida al nacer haya alcanzado de promedio en el mundo los 72 años. En España, esta ratio –que se situaba todavía en 30 años en 1870– alcanzó los 62 años en 1950, superando los 75 años en 1980, hasta alcanzar los 83 años en 2022. Y según un estudio de la Universidad de Washington, publicado en la prestigiosa revista científica "The Lancet", la proyección para 2040 sitúa la esperanza de vida de los españoles en los 86 años, previendo la OCDE que España pasará a ser el país más envejecido del mundo en 2050, con un 40 por ciento de la población por encima de los 65 años.

En Asturias, la esperanza de vida al nacer en 1975 era de 73 años, muy similar a la de la media nacional, ocupando el puesto número ocho entre las diecisiete comunidades autónomas y el puesto número veinticinco entre las cincuenta provincias españolas, siendo Soria la provincia que registraba la mayor ratio en aquella fecha. En 2021, la esperanza de vida al nacer en Asturias se situó en los 83 años, ocupando el puesto número trece entre las comunidades autónomas y el treinta y siete a nivel provincial, cuyo ranking encabezaba Madrid, seguida por Segovia. Así pues, en Asturias durante las últimas cuatro décadas la esperanza de vida al nacer se ha incrementado en 10 años, presentando actualmente una diferencia de casi 6 años mayor en el caso de las mujeres que en los varones, si bien durante las dos décadas del presente siglo se ha observado una reducción entre ambos sexos de un año.

Es conocido el hecho de que somos la región más envejecida de España –con un índice de envejecimiento que casi duplica al de la media nacional–, nos siguen Galicia y Castilla y León, situándose Asturias en el quinto lugar a nivel provincial, sólo precedida por Zamora, Ourense, Lugo y León. Sin embargo, dentro de Asturias las diferencias en el nivel de envejecimiento son muy acusadas: en Pesoz, el concejo más envejecido, hay 13 veces más personas mayores de 65 años que menores de 16 años, mientras que en Llanera, que es el municipio menos envejecido de Asturias esta ratio se sitúa por debajo de 2.

Y este panorama nos lleva a preguntarnos en que medida estamos superando los índices de esperanza de vida al nacer; es decir, cuánto más longevos somos, que es una buena cosa, sobre todo si a la edad se le añade una buena calidad de vida. Partiendo de la base de datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) elaboré para diferentes momentos del tiempo un índice de longevidad, definido como la proporción de personas mayores de 100 años. En 1975, Asturias era la provincia más longeva de España, pasando a ocupar el puesto provincial número 12 en 2023.

Tomando como referencia los datos ofrecidos por SADEI, la situación de longevidad dentro de Asturias, una vez más presenta diferencias muy notables. En 2022, Peñamellera Alta era el concejo con mayor índice de longevidad de la región: 7,6 personas mayores de 100 años por cada 1.000 habitantes frente a la ratio de 0,7 que registraba la media regional. A continuación, y a bastante distancia, se sitúan los concejos de San Tirso de Abres (4,9); Illano (3,3); Cabrales (3,1); San Martín de Oscos (2,9); Somiedo (2,7); Caravia (2,0); Piloña (1,9); Cabranes (1,8) y Llanes (1,8), que cierra la lista de los diez concejos más longevos. En dieciséis concejos asturianos no reside ninguna persona mayor de 100 años: Illas, Villanueva de Oscos, Onís, Santa Eulalia de Oscos, Cudillero, Santo Adriano, Degaña, Sobrescobio, Quirós, Allande, Caso, Yernes y Tameza, Ponga, Grandas de Salime, Amieva y Pesoz. Y, por otra parte, los concejos más urbanos de la región se colocan por debajo de la media asturiana y en la parte baja del ranking municipal de longevidad: Oviedo (0,6), ocupa el puesto 42; Siero (0,6) el puesto 46; Avilés (0,6) el puesto 49; y Gijón (0,5) el puesto 52.

Los datos anteriores no son concluyentes y con ellos no se puede trazar un "mapa de la longevidad", pero al menos apuntan en la dirección de que en muchas zonas rurales asturianas la longevidad se presenta con más intensidad que en las aglomeraciones urbanas de la región. En ese sentido, cabe señalar que a lo largo de la última década se han localizado algunas zonas del planeta donde hay muchos centenarios, pero se sabe relativamente poco acerca de las causas. No se trata sólo de una cuestión de genética, sino que el secreto para llegar a los 100 años se encuentra sin duda en los hábitos de vida: alimentación sana, basada en productos de la tierra –si son de huerto propio tanto mejor– y comer de "cuchara"; actividad física diaria, constante pero moderada; vivir de forma sencilla, sin estrés y con tranquilidad en comunidades pequeñas con bajos niveles de contaminación. Ese modelo de vida es el que se puede practicar en muchas de las aldeas de Asturias y es el que –desde hace ya más de un cuarto de siglo– ha decidido seguir el escribidor de estas notas, que se considera un aldeano retornado. Y que a luz de los datos municipales de longevidad, les sugiere que si quieren vivir más años, dejen las ciudades y vengan a vivir al campo.

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