Vivir con miedo no es vivir. Desde hace seis años Cristina Otero y su familia viven con el miedo en el cuerpo. «La serenidad es difícil de lograr en nuestra casa, estamos constantemente en alerta. Vivimos atemorizados, en constante peligro y con el temor de que ocurra una desgracia, que atropellen a mis hijos de 10 y 6 años, a mis dos nietos de 2 años y de 10 meses y a mis padres que son mayores. No se puede vivir así». Es el relato de una madre atemorizada.

La serenidad de esta familia y de los otros seis vecinos, todos personas mayores, que viven en Llordón (Cangas de Onís) tiene fácil solución. No es cara, ni complicada, más bien parece «ridícula» si se compara con el sufrimiento diario que vive esta familia, que reclama una simple señal de tráfico que alerte de la presencia de peatones y dos bandas sonoras limitadoras de la velocidad.

Llordón se localiza en el antiguo trazado de la N-634, entre Ribadesella y Arriondas, un tramo recto, de unos 200 metros de longitud que, con la variante del pueblo, se convirtió en calle. El temor a que atropellen a sus hijos y a sus nietos, como ya han sufrido con algunos de sus animales de compañía, tiene que ver con esa recta que pasa por delante de su casa. Ese viejo trazado de la N-634 sólo es frecuentado en la actualidad, según los vecinos, por furgonetas de dos empresas de turismo activo, ya que por esta vía se accede al río Sella y a uno de los puntos de embarque y desembarque de canoas.

La familia de Cristina Otero lleva presentando quejas desde el año 2005 ante el Ayuntamiento y la Guardia Civil, las furgonetas que cargan las canoas en el Sella pasan por delante de su casa a gran velocidad. «Sobre todo los vehículos de una de esas dos empresas, que pasan hasta a 90 y 80 kilómetros por hora. Y si hacemos señales o pedimos que vayan despacio recibimos insultos. Así no se puede vivir sólo pedimos civismo, respeto, prudencia, por favor, que hay cuatro niños en mi casa y los vecinos del pueblo son mayores. Sólo pedimos una señal y unas bandas para que por favor pasen más despacio. Que se pongan en nuestro lugar», suplica Cristina Otero. El 17 de abril de 2005 puso su primera denuncia en el Ayuntamiento, tras hablar con el anterior alcalde de Cangas, Alfredo García, y pedirle una solución. Seis años después, esta familia va creciendo y también su pánico e intranquilidad por la inseguridad de la vía junto a la que residen.