Ch. NEIRA

La profesora de Filología Clásica de la Universidad de Oviedo Lucía Noriega fue describiendo, a través de los Anales de Tácito, cómo Agripina intriga a la muerte de Messalina para hacer heredero a su hijo Nerón, cómo se hace amante de Claudio y logra que se cambie la ley para que una sobrina carnal se pueda casar con su tío, cómo logra que su hijo sea hijo adoptivo y yerno del emperador y, por último, la forma en que, ante el temor a ser repudiada, envenena a su marido y oculta unos días la muerte para manejar la cuestión de la herencia. Y la audiencia, reunida en el Aula Magna del edificio histórico de la Universidad de Oviedo, en el encuentro celebrado ayer en torno a la ópera «Agrippina», de Händel, abría la boca de una forma que «marca la diferencia» entre éste y cualquier otro título.

Lo dijo, tras la intervención de Noriega, Mariame Clément, directora de escena. «¿Qué es lo que hace especial esta ópera? La respuesta está al ver las caras de ustedes mientras escuchaban a Lucía Noriega. Esos rostros, explicó, dibujan la fascinación por un tipo de personajes malvados y depravados, que ya fascinaron a los libretistas de la época de Häendel y lo volvieron a hacer con el público de aquellas series de televisión. «Tomar "Dinastía" o "Dallas" como referente para la transposición de esta ópera no es sólo una idea. De hecho hay toda una serie de elementos comunes en la estructura narrativa, relacionados con las expectativas de los espectadores y los giros del guión». A este retrato de las «mujeres perversas hambrientas de poder que utilizan todas sus armas para lograr su objetivo», añadió Clément otro referente histórico: «Este tipo de personaje es muy de los ochenta, hay un tipo de mujer malvada de los ochenta, de Alexis Colby (el personaje de Joan Collins en "Dinastía") a Margareth Thatcher, ambiciosas y poderosas».

El director musical, Benjamin Bayle, aportó algunas claves sobre la forma en que Häendel trató aquí de romper algunas formas y desarrolló un trabajo poco frecuente en las partes recitativas. La profesora Noriega, en su repaso a las intrigas de Roma, puso también a Agrippina al lado de Popea y Messalina, «mujeres tremendas, un trío infernal donde no sabe uno quién es peor que la otra».