De la gala de la VII Edición de los Premios Líricos «Teatro Campoamor» ha dado cumplida cobertura LA NUEVA ESPAÑA, un espectáculo que ha llevado con agilidad y humor la dirección escénica el celebrado Calixto Bieito, quizás el director de escena español del momento y premiado en la anterior edición de estos mismos premios por su trabajo en «Carmen» de Bizet y, también, con la efectiva y sobria escenografía de Antonio López. Rossy de Palma y Xavier Sabata pusieron el toque de humor afectado al desarrollo del evento. «Oviedo Filarmonía» y la Coral Polifónica «Ciudad de Oviedo» sobre el escenario en tres alturas -orquesta, percusión y viento metal, y coro-, y en la dirección musical el maestro Conti. Los premiados músicos fueron intercalando con sus interpretaciones las pinceladas musicales del espectáculo. Cómo no, una obertura para empezar, «Tanhauser», y discreta «Sia condannata» de «Un ballo in maschera». Rompió el hielo vocal Celso Albelo no con un «Nemorino», rol por el que fue premiado como mejor cantante masculino de ópera, sino cantando «Favorita del Re!... Spirto Gentil» de «La Favorita».

Tras la entrega del premio a la mejor nueva producción de ópera española y zarzuela en la versión de «El Gato Montés» de Penella a Paolo Piamontini, cantó Ángel Ódena, premio mejor cantante de ópera española o zarzuela, la romanza «Lucha la fe por el triunfo?» de «Luisa Fernanda» de Moreno Torroba. Y tras él la «Marcha nupcial» de «Lohengrin» por la orquesta. A continuación, el premio mejor director musical a Maurizio Benini por «Adriana Lecouvreur» de Cilea. Tras un manido hazmerreír con un Sabata vestido de novia que al poco queda, barbudo, calvo y algo ancho, pelo en pecho desnudo de cintura para arriba, ataca con esa guisa -tras el toque asturiano de Rossy de Palma ofreciendo un culín de sidra-, «Cara sposa» de «Rinaldo» y, posteriormente ya «vestido», «Fammi combatere» de «Orlando» de Haendel. Voz travestida, que siempre respira cierta artificiosidad, en un papel travestido.

Tras el premio mejor dirección de escena, compartido por Àlex Ollé («La Fura dels Baus») y Valentina Carrasco por «El grand macabre» de Ligeti, un «crescendo» musical que se inicia con José Ferrero como mejor cantante revelación, pero, fundamentalmente, con la presencia de Alberto Zedda sobre el escenario, que a los 85 años recogió el premio especial a toda una carrera, y lo hizo dirigiendo vigorosamente a la orquesta en la obertura de «Il barbiere di Siviglia» de su admirado Rossini. Sin duda fueron los aplausos más entrañablemente calurosos.

Después de entregar el premio contribución al mundo de la lírica a «Ópera XXI», y antes del último y más «ovetense» -y no por ello menos merecido, todo lo contrario-, premio nueva producción de ópera al «Peter Grimes» de Britten, llegó el escándalo, en su acepción de asombro, pasmo, admiración. Al fin una auténtica figura vocal con mayúscula sobre el escenario, una voz de asombro, unas cualidades vocales que causan admiración, una interpretación que «deja como en suspenso la razón y el discurso». La esencia de unos premios «líricos», la razón de la locura por la ópera, se materializó en escena con la presencia del premio a la mejor cantante femenina de ópera, Sondra Radvanosky, interpretando «Pace, pace mio Dio» de «La forza destino» de Verdi. El poderío de su voz, su gusto interpretativo, el despliegue de cualidades que hacen de su voz un verdadero don digno de esa entregada admiración -frente a los que luchan con la técnica o intentan domeñarla.

El arte no es injusto con los mediocres, es justo con aquéllos a los que ha regalado, y desarrollan, cualidades únicas. El directo es fundamental para apreciar esto en el canto, la comparación con otros es la evidencia. Radvanosky puso vocalmente la pica en Flandes de la velada, sobresale y excede con su figura vocal, causa, insistimos, asombro y admiración. Con todo el respeto y, también, un grado de admiración, los demás son grandes profesionales, necesarios. En la voz de Sondra Radvanosky estos premios se reconocen.