El Prerrománico tiene el dinero que necesita», dijo desafiante la consejera de Cultura, Mercedes Álvarez, a los parlamentarios asturianos el pasado día 10. Defendía Álvarez en la Junta General del Principado el presupuesto de su departamento para 2011, inferior en casi un 14 por ciento al de este año. El arte asturiano tendrá 340.000 euros de un total de 101,5 millones, lo que induce a pensar que la rotunda afirmación de quien, según sus propias palabras, es una de las protagonistas de «la mayor modernización y renovación de los proyectos culturales de esta legislatura» no es sólo un insulto a la inteligencia ciudadana, es, además, la constatación de la impunidad con la que los responsables políticos de la gestión cultural vienen actuando en Asturias en los últimos años.

Recordarán ustedes que hace unos días nevó en Oviedo. Mi compañero Miki López realizó varias fotografías a los monumentos del Naranco. Pueden ver en esta misma página una de las que hizo a San Miguel de Lillo. Obsérvenla detenidamente. No conocemos el nombre del arquitecto que lo diseñó, pero no es necesario para saber que es algo más que un edificio singular, es una escultura arquitectónica, un símbolo de la cultura asturiana: bellísima en una tierra bendecida por la naturaleza, erguida pese a sus casi doce siglos de historia, pero «llastimada». Herida por el desprecio de quienes tienen la obligación de tutelarla y por el olvido de los lugareños. La capa blanca sobre las viejas piedras oculta el gravísimo deterioro de un templo único y nos devuelve, aunque sólo sea de forma simbólica, el orgullo de ser herederos no sólo de «una hermosa iglesia, que cualquiera que la ve atestigua que nunca hubiese visto otra de pareja belleza», según se recoge en la Historia Silense (siglo XII), sino de una dignidad que tiene mucho que ver con nuestra íntima condición de pueblo.

La historia del país cuenta poco en lo que nuestros dirigentes políticos llaman pomposamente «política cultural». El presidente, Álvarez Areces, evita mirar hacia atrás, a lo que fuimos, único modo de explicar lo que somos. Él dirige su vista al futuro y quiere nuevos «iconos» que nos definan ante el mundo. Según dijo esta misma semana, su primer icono, como alcalde de Gijón, fue el «Elogio del horizonte», de Chillida; los otros dos, ya como presidente del Principado, son la Laboral y el Centro Niemeyer. Son los tres que cita; proyectos que no conocen restricciones presupuestarias, que no saben lo que es renunciar a ideas importantes pero menudas, de diez mil, treinta mil o cien mil euros «porque no hay dinero». Son equipamientos modernos, interesantes, en el caso de la escultura de Chillida, ya todo un símbolo. Más allá de opiniones, no serían criticables si no hubieran convertido en «excluidos culturales» a todos los demás.

Hay decenas de ejemplos. Uno de ellos es el Museo de Bellas Artes de Asturias, al que Álvarez Areces no nombra entre los iconos -tal vez porque no es uno de los suyos-, que no dispondrá de ningún dinero para adquisiciones en el 2011, lo cual supone que si sale a la venta una obra interesante, como ocurrió este año con una escultura de Luis Fernández, no se podrá comprar; por no tener, tampoco dispondrá de cantidades menores para adquirir la que podríamos llamar obra pequeña, que enriquece el patrimonio artístico asturiano. Y no hay que olvidar que la inteligente política de adquisiciones ha sido clave en la historia de la institución. Otro museo, el del Pueblo de Asturias, cada día más importante por las cuidadas y brillantes aportaciones que hace a la cultura regional, sigue siendo responsabilidad exclusiva del Ayuntamiento de Gijón, al que hay que felicitar por su esfuerzo. La única aportación del Principado es a través de la Red de Museos Etnográficos, 58.000 euros para todos ellos, frente a los 120.000 del pasado año.

A la Biblioteca de Asturias ya han llegado las advertencias de que el año que viene no habrá ningún dinero ni siquiera para cuentacuentos. El Archivo Histórico tiene las carencias que tenía hace cuatro años, agravadas y acrecentadas con la apertura del nuevo edificio. El Museo Arqueológico, que se inaugurará en 2011, tendrá una exposición permanente muy alejada del proyecto inicial, y alguien debería explicar los motivos. La Casa de los Hevia de Villaviciosa -de gran importancia histórica además de artística porque fue la que acogió a Carlos I a su paso por Asturias, en el siglo XVI-, que se había mantenido cuidada y en pie hasta hace unos meses, ya no existe. Una obra del 1% cultural gestionada por el Ayuntamiento la ha derribado.

¿Qué está pasando? ¿Acaso no deben exigirse explicaciones por tanto desmán? La torre de Lienes, uno de los palacios del XVII más interesantes de Asturias, y un castro próximo, en Navia, parecen estar amenazados por un proyecto ferroviario. Eso sí, el Gobierno se ha ocupado de aprobar un reglamento que prohíbe expresamente a los integrantes del Consejo de Patrimonio, órgano encargado de velar por lo heredado de nuestros padres y abuelos y transmitirlo a las nuevas generaciones, hablar públicamente de lo que se debate y aprueba en las reuniones.

Vuelvan a mirar este edificio milenario. Ha visto pasar nuestra historia, es un modelo de resistencia. Lleva años venciendo al tiempo o, lo que es lo mismo, al hombre. Ha enterrado ya muchos reyes, gobernantes, ciudadanos. Pronto la era Areces será un mal recuerdo, aunque algunos pesimistas dicen que lo peor está por venir. Otros, más optimistas, preferimos creer que San Miguel de Lillo es un grito de piedra ante tanta sinrazón y tanta cara dura. Un ejemplo noble, sencillo y bello que nos recuerda que fuimos mejores de lo que somos; un icono de verdad, de los que convierten a Asturias en un referente mundial, nada que ver con los subproductos culturales de José Luis Moreno que tanto agradan a nuestros gobernantes. Un ejemplo de resistencia.