Día 2 de septiembre de 2015, 18.00 horas, estoy paseando a un perro labrador por el campo. Nos encontramos con un pastor alemán, se van a pelear. Intento agarrar al labrador, lo logro, aunque pesa más que yo. Según me giro para dar la mano a mi hija y sin previo aviso, el perro tira con mucha fuerza. Entonces sólo recuerdo un golpe seco, el de mi cuerpo contra el suelo. Me incorporo y veo mi mano izquierda deformada, dos dedos desencajados. Tiro del anular y lo coloco, el meñique... el meñique no tiene solución. Hay que ir a urgencias, al HUCA.

A las 19.00 horas de ese día tenía que estar en el teatro Jovellanos ensayando la ópera "La Bohème", con la orquesta de International Opera Studio, en la sección de violines segundos. Sin embargo, estoy en urgencias, en el Hospital. De camino llamo al director para decirle que me he caído pero que quizás el dedo sólo se ha descolocado y pueda ir al ensayo del día siguiente, en dos días hay que actuar ante el público.

Al entrar digo que soy violinista de profesión y que mi mano izquierda no tiene muy buen aspecto. Me atienden con rapidez, un MIR me coloca el dedo en su sitio y comienzan las radiografías. Iba por los pasillos preguntando a celadores, enfermeras y todo el que venía conmigo si podría tocar en dos días. No sé, a ver qué dice el médico...

Los médicos, que eran residentes de cirugía plástica, resultan ser dos muchachos más jóvenes que yo, que tenía entonces 34 años. Me piden que me siente. Uno de ellos me enseña una radiografía y dice: "Tienes un desgarro en el ligamento de la base del dedo corazón que tendrá una recuperación muy dolorosa. Además, tienes una fractura muy fea (seguramente él no dijo fea, sino otra expresión mucho más técnica que no alcanzo a recordar) en el dedo meñique de la mano izquierda te dediques a lo que te dediques, y más en tu caso. Y tienes muchas posibilidades de que el dedo no te quede bien nunca más". Él siguió hablando de lo que iba a hacer a continuación y cómo iba a colocar el hueso que estaba machacado por el golpe. Yo dejé de escuchar. No podía escuchar. Lo siguiente que oí fue: "¿Tienes alguna pregunta?".

Sólo le dije: "Tú trabajas con tus manos, las necesitas para trabajar. Pues piensa que son las tuyas".

Y así lo hizo. Colocó y recolocó el hueso hasta que consideró que estaba bien, y si a la tercera no lo conseguía iríamos a quirófano. No fue necesario. Hizo su trabajo de un modo impecable. Recuerdo su acreditación, con foto y nombre: doctor Álvarez-Buylla Álvarez, Pablo.

Esta carta lleva pendiente un año, que ha sido largo y complicado, pero debo agradecer a todo el personal de urgencias del HUCA el trato recibido y la profesionalidad demostrada desde que entré hasta que salí de allí. Gracias a las enfermeras, a aquel celador que no paraba de enseñarme sus dedos con cicatrices porque le habían quedado colgando en un accidente muchos años atrás y se los habían cosido y "mira, mira... ¿ves cómo los doblo? Seguro que tú también te recuperas, no te disgustes"; gracias al otro residente que me atendió, cuyo apellido no puedo recordar, por su humanidad y por serenarme, gracias al doctor Álvarez-Buylla porque dos días después no pude tocar "La Bohème", pero siete meses después pude tocar la "Novena" de Beethoven. Gracias, Pablo, te debo dos entradas para la ópera.