Dicen los que conocen bien a Anquela que una de sus mayores virtudes es adaptarse a lo que tiene. El jienense construye equipos de Ikea. Mira las piezas que tiene y trata de lograr el diseño más eficiente. Cumplida la novena jornada, el jienense sigue dándole vueltas al cubo de Rubick. Y la solución solo aparece por momentos.

Como la primera parte de ayer. Fueron 45 minutos de solidez, buen juego y trabajo gremial. Anquela recuperó el 4-3-3 confirmando su tendencia hacia ese dibujo. Pero, como en anteriores ocasiones, el asunto se ablandó en la segunda mitad.

Analizando el asunto con algo de perspectiva, parece que la idea de Anquela en torno al sistema de juego ha ido variando según se han dado los accidentes. Da la impresión de que su primer impulso era el de plasmar un 4-2-3-1 con Fabbrini en el rol de media punta sobre el que armar su juego de ataque. Pero la rodilla del italiano se quebró antes de calibrar su eficacia.

Pensó entonces Anquela en un 4-3-3 con el que dar cuerpo al centro. Un pivote haría de ancla y dos saldrían a morder. Se vio en Almería, pero se rompió Mariga. Y después Hidi. Y Edu Cortina, aplicado alumno, cayó en un calentamiento pre-partido. Anquela miró las piezas y rediseñó su salón. El 4-2-3-1 solo funcionó por momentos, por eso cuando ha recuperado a otro pivote no lo ha dudado y ha vuelto a abrazar el dibujo con tres pivotes.

El 4-3-3 parece la salida idónea al crecimiento, el sistema que blinda el centro del campo y afloja la correa defensiva de Berjón y Ñíguez. La versión lucida, la de la primera parte, es el camino a seguir. La segunda, la sufridora, un ejemplo a superar.