Loli Rodrigo vivió entre la era de Acuario y la de "Paca" y "Tola"

ASTURIANOS EN PROAZA: María Dolores Rodrigo

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Dolores Rodrigo Cocinera jubilada. Esta langreana de 71 años, llegó a vivir a Proaza tras su matrimonio con Clemente Alonso, con el que comenzó a regentar el negocio familiar, Sidrería Benjamín, el establecimiento con más solera de Proaza, que ya encabezaban sus suegros desde 1926 y que ahora lleva su hija María

Hace unos cinco años, María Dolores Rodrigo Martínez, de 71 años, dio paso a su hija María al frente de los fogones de la Sidrería Benjamín, también conocida como Casa Clemente, el establecimiento con más solera de Proaza, que lleva ya tres generaciones en manos de su familia. Ahora, Loli, como todos la conocen, es una jubilada elegante que, con un vivo sentido del humor, cuenta así su vida, su llegada a Proaza y los cambios que vivió su concejo de adopción:

"Yo soy nacida en la cuenca minera, en un pueblo muy remoto llamado Riparape, al lado de Paxumal, en Langreo. Pero todas mis raíces familiares están en Ribadesella.Mi padre, aunque tenía tierras propias allí, fue para Langreo. No le gustaba el campo. Empezó a trabajar en Duro Felguera y tuvo un accidente. Lo trajeron muy grave y murió en la Residencia en Oviedo. Yo tenía doce años recién cumplidos y mi hermana, nueve años. Entonces vinimos pa Oviedo, con los tíos y los primos, a vivir donde la carretera de Les Segaes. Mira, ¡qué cambiu! Yo odiaba Oviedo con todas mis fuerzas porque estaba acostumbrá a salir por el prau a correr. Y en Oviedo sólo veía coches y no veía dónde la gente iba jugar. Luego me adapté, claro".

"Empecé a estudiar en la Academia Llana, que quedaba en la calle Santa Teresa, todavía debe existir. Empecé a hacer amigues allí en la academia. Y luego, claro, caseme con el que es mi marido todavía y espero que sea muchos años, Clemente Alonso. Era de aquí, de Proaza, de un bar que se llamaba sidrería Benjamín, que era el nombre mi suegro. Y sigue llamándose así, casa Benjamín. Ahora el negocio lo lleva mi hija".

El Nino Bravo de "Los Infantes"

"A mi marido conocilu en unas vacaciones en Ribadesella. De aquella yo trabajaba en una tienda en la calle Uría de Oviedo. Llamábase Calzados Norte, en la calle Uría esquina con Melquiadas Álvarez. Yo estaba de vacaciones en Ribadesella, en casa de mi güela. Fuimos a una fiesta de pueblín, en Xuncu, y estaba esti. Decíen todes: ‘¡Ay, que vienen Los Infantes!’, ¡Ay, madre, son buenísimos y el cantante, guapísimo guapísimu! De aquella él tenía un grupo musical de esos que antes había muchos y muy curiosos. De esos que iban de traje, pajarita y bien peinados. Llamábanse “Los Infantes” y eran todos de Trubia menos él. Ellos tocaban mucho de Nino Bravo, porque Clemente cantaba muy bien. Después del grupo marchó para la orquesta Psícora de Grado, era el más joven de todos".

"Yo no lo conocía de nada, pero fíjate tú las casualidades de la vida: hablamos un poco así en el descansu, porque estaba lloviendo, y enseguida tenían que recoger. Y después dímomos el teléfono. Bueno, yo no tenía teléfono. Era el teléfono de donde trabajaba. Esto era de sábado y el lunes, cuando yo iba a salir de trabajar, llamaron por teléfono y era él para dar una vuelta en Oviedo".

El arroz y la presión

"A los dos años y ocho meses de conocer a mi marido caseme. Tenía 21 años. Pero, oye, creía que llegaba tarde y todo. Porque no sabes cómo te empujababan a casarte, chico. Era una cosa… Yo me casé muy enamorada y no tengo nada que decir, pero comprendo que aquello era tremendo. La que no se casaba bien pronto era porque tenía algo raro. Me casé con veintiún años, pero tengo amigas que se habían casado ya con diecinueve. Era un tormento, ya te lo digo: ‘¿Fulanita, casástete? ¿No? Pues va a pasate el arroz; bueno, ¿cuando te cases?’ Pum, pum, pum. Cagonlamar, vaya historias las de antes. Yo tuve tres, fíos dos nenas y un nenu, que ahora ya tienen todos los cuarenta y tantos, y siempre les dije que hasta que no terminasen los estudios y tuvieran manera de ganarse la vida, sobre todo les muyeres, que a mí nadie me viniera diciendo de casorios".

"Yo no me arrepentí de casarme, pero verme de repente cuando cumplí los veinticuatro años con tres fíos –uno, dos y tres, responda otra vez– y trabayando en aquello que no sabía… Bueno, la verdad ye que mi marido ayudóme mucho a aprender a cocinar en el bar. Empezaron con el bar mi suegro y mi suegra en el año 1926. A continuación lo cogió el mi marido, que eran siete hermanos y quedó aquí el últimu con la madre. Y ahora está mi hija, que es la tercera generación de los Alonso al frente del bar".

"Antes el tema de las comidas no se llevaba tanto como ahora. Antes había ferias prácticamente cada mes y medio. Era lo que se esperaba, que en las ferias los tratantes y la gente dejaran un poco de dinero en el bar. En Proaza había un montón en el calendario: San Simón, Pascua, Pascuina, la Inmaculada, Las Candelas o San Blas, San Blasín… Había un mogollón. Y ahora prácticamente no queda más que la de febrero (Las Candelas), que esa siempre fue muy buena. No quedan feries porque ahora, hasta les vaques les venden por internet. Y si no lo sabes, dígotelo yo. La feria de las Candelas es la mejor de todos estos valles, francamente. Lo dice todo el mundo aunque vaya bajando. Porque antes venían y dormían aquí, aunque fuera en tenades. Y ahora cogen el coche, hala".

Una bola de espejos

"Cuando vinimos para el bar, ay, el mi marido y yo cogimos y abrimos una discoteca que no veas. Eran los años setenta y primeros ochenta, en plena música disco, y no había por la zona ni una sola discoteca o pub. Venían de Grado, de Trubia, de Somiedo… Uuuy, muy bien, muy bien lo que duró. Se llamaba Acuario"

–¿Era una discoteca de esas con bola de espejo?

–Sí, sí, era una discoteca con bola de espejos y todo. Todavía la tenemos ahí. Y con cabina para el que ponía la música. El bar, de aquella, estaba muy viejín, y montamos la discoteca para que nos diera alguna perra, que olíamos que iba a tener éxito. Había mucha juventud de aquella en los pueblos, lo que hoy ya no. La gente estaba ilusionadísima con que hubiese algo para para bailar, para cortejar, para lo que fuera. La abrimos por San Antonio, por el trece de junio de 1975".

La vida y la carretera

"Hombre, cuando yo me vine a Proaza, yo estaba un poco asustada. Entiéndeme, yo solo había estado aquí dos días. Una, noche que murió mi suegro, que me llamó Clemente. Él le dijo a su madre que iba a venir yo. Es que aquello era tremento. Mi suegra le preguntó que si se iba a casar conmigo. Y él dijo que sí y ella le dijo: ‘¡Pues entonces que venga, porque ya estoy harta!’ Habíen venido a buscalu cincuenta mil, porque era muy curiosu. Pero yo nunca en la vida vine, porque era muy tímida. Todo lo que hablo ahora, entonces lo tenía de menos. Total, que vine. Entonces no se podrías entrar en casa del mozu porque, si no te casabas, tenías mala fama. ¿Sabes lo que son los talibanes? Pues te digo una cosa, nosotres en aquella época no llevábamos velo ni burka ni eso, pero probines… Todo eso daría mucho de qué hablar".

"Cuando llegué a Proaza aún había bastante gente en el concejo, pero ya se quejaben mucho de que la gente había empezado a dejar las fincas y que ya sólo veníen los fines de semana. Aunque todavía había gente todavía en condiciones. Los lunes era el día del mercado, pero aquel mercáu era realmente mercáu. Se esperaba con mucha gana por los mismos del pueblu, que bajaben con nueces, avellanes, sus mantecas, embutido de casa... Y había algún que otro tenderete de ropa y tal. Bajaban de los pueblos. No tenían carretera prácticamente casi ninguno. Bajaban en caballería. Todavía en el bar queda, en la fachada, una herradura ahí metida para adentro para atar el cordel del burro".

"El arreglo de la carretera con Oviedo yo lo agradezco con toda mi alma. Aquella carretera era tremenda, había unas estrechuras que no se cruzaban los coches de línea si se encontraban en algunos sitios. Cuando vine para aquí, lo que más miedo me daba era la carretera. Cuando se arregló fue un alivio, sería por los años ochenta. Entonces ya en un momento, en media hora, estabas en Oviedo. De otra manera, era una hora larga de viaje. En coche de línea, igual hora y media. Y date cuenta de que no había la autopista de Grado y cuando llegábamos a Trubia pillabas todos los camiones que venían de Galicia. Atascos todo el camino hasta Oviedo".

"Con la nueva carretera, la gente pues empezó a ir a trabajar fuera. Y el cierre de las minas de Teverga, en las que también había gente trabajando de aquí, eso también afectó. También se notó que los que tenían a los hijos estudiando fuera acababan comprando piso en Oviedo. Luego venían en verano, en navidades y el pueblo estaba distintu. Ahora ya no te enteras de quién vino o de quien no vino. Ahora, de repente, ves una riada de gente y son, realmente, lo que se llama turistas".

Las osinas

"Cuando hace ya veinititantos años empezaron a llegar los turistas yo empecé a asustarme cuando te entraba gente en el bar que venía hasta de Canarias. Hicieron la Senda del Oso, que primero se llamó la Senda Verde. Pero con las osinas ( "Paca" y "Tola" al cercado que hoy gestiona la Fundación Oso) fue cuando empezó todo. De repente aparecieron les osines. Fue todo muy callado al principio porque ya sabes tú que la gente se revuelve mucho y las cosas de los aninales se sacan de quicio. Estuvieron haciendo el cercado y el día que las trajeron formóse la de dios. La Guardia Civil cortando el tráfico... Me acuerdo precisamente de aquel día, hacía mucho calor y vino Bono, el presidente de Castilla La Mancha como entregar a las osas en un remolque que hicieron especial para ellas. ("Paca" y "Tola", las dos oseznas huérfanas tras morir su madre abatida por un furtivo, fueron rescatadas en Cangas del Narcea, se criaron en el parque cinegético de El Hosquillo, en Cuenca, y en 1996, en un acto al que asistió José Bono y el entonces presidentes asturiano, Sergio Marqués, se introdujeron en el cercado situado frente a Proaza, en unos terrenos que realmente pertenecen al vecino municipio de Santo Adriano).

"A partir de aquello ya fue un empezar a venir gente, un empezar a venir colegios con críos.... Era que todavía no te lo creías. A lo mejor, hablábamos así cuando salíamos a un paseo: ‘¡Pero qué más da que traigan un oso o que traigan dos, la gente vendrá un día y no volverá más!’. Ya sabes, a veces no valoramos lo nuestro. Y luego empezó el turismo activo, el barranquismo, les bicicletes. ¡Eso sí que fue tener vista! Ahora hay cinco o seis empresas en el valle. De invierno trabajan un poco menos, pero trabajan. Francamente, al principio, no pensábamos que iba a traer toda la gente que trajo. Ahora mismo pienso que, tal como está, igual se podía haber hecho algo más, no te digo que no, pero hay un montón de casas de aldea, casas rurales, de apartamentos. Antes no había ni una sola. Se había quedado el pueblo sin una sola fonda, dijéramos".

La gente y los praos

"Ahora que estoy retirada voy a dar algún paseín por la Senda del Oso con amigas. Eso pa la gente del pueblo ye la ruta del colesterol. Hay días en verano que es imposible, por la cantidad de bicicletas. Claro, es que vienen muchísimos críos, vienen familias completas. Lo ves porque, cuando te llegan a comer al bar, y venga trona pacá y venga trona pallá. Se usan todas las tronas que tenemos para que lleguen los niños a la mesa. Y también lo ves en la cantidad de bicicletas que alquilan: para los pequeños, para los grandes y hasta para los perros, que ahora hay esos portabebés que son también portaanimalinos".

"Antes no hacíamos aprecio de nada, pero ahora la gente todo lo queremos ver. Que si hoy vamor a tirar a ver el puerto tal, que si hoy a ver el texu de Bermiego.... Hoy la gente tien ganes de pisar práu, que quizás antes no-y daben valor. Claro, ¿qué iba a haber en un pueblu? Pues ahora, en alguna gente, está cambiando la mentalidad".

"Molina", qué lista

"Muró la osa ‘Tola’, que era gemela con la otra. Ahora están ‘Paca’ y ‘Molina’, otra que también acogieron de pequeña en un pueblo y la estuvieron curando para devolverla a la naturaleza pero, claro, la criaron medio a biberón y cuando se dieron dar cuenta volvía a la puerta de las casas. Ella quería fiesta y diversión. Fue entonces cuando la trajeron para aquí para con nosotros. Y la verdad ye que ye más simpática que la hostia. A los que vamos frecuentemente, conócete hasta por la voz de un cachu lejos".

Proaza es uno de los concejos que más pudo capitalizar la creación de uno de los iconos de autonomía asturiana: el oso pardo como rey del paraíso natural, la especie cuya protección reflejaba el cuidado que los asturianos ponían en su medio ambiente. Aunque la hostelería local y el turismo se beneficiaron del cercado de "Paca" y "Tola", de la Senda del Oso y de la sede de la Fundación Oso, todo ello no fue suficiente para genera actividad que frenase frenar una caida poblacional de casi el 22% en este siglo. Tras la pandemia, en este concejo de 722 habitantes, entre 2020 y 2022, se notó un tímido repunte de 15 vecinos, acaso atraídos por la belleza de un valle a un paso de Oviedo.