Oviedo / Gijón,

Nacho M. DEL CAMPO

Nace del desdoblamiento de la vieja carretera Oviedo-Gijón (As-18), como alternativa a la grumosa autopista «Y» y con el objetivo de ofrecer un servicio de transporte de alta calidad al Parque Tecnológico y a los polígonos de Silvota y Asipo (Llanera). La nueva autovía Oviedo-Gijón (AS-2), que entrará en servicio este domingo, es una arteria limpia que comunica las dos grandes ciudades con el corazón empresarial de la región, por lo que ha sido bautizada -el presidente, Vicente Álvarez Areces, fue el primero en hacerlo- como la «autovía industrial». La nueva «i».

El trazado de la flamante carretera respeta en su mayoría el de la vieja, aunque existen zonas de nueva construcción que dejan la AS-18 como gregaria, en una suerte de vía de servicio que mantiene el acceso a zonas urbanas o empresariales. Así sucede en Lugones o en la carretera por Pruvia hasta la Venta del Jamón.

El recorrido se inicia en Oviedo, en la rotonda de Pando, donde la autovía coge cuerpo. Allí esperan el consejero de Infraestructuras, Francisco González Buendía, y su director general de Carreteras, José María Pertierra. La primera parada obligada es la de la glorieta elevada de La Corredoria. El enlace permite una visión inédita del monumental esqueleto del futuro Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), que se yergue al otro lado de las vías del tren; en una colina, sobre una nadería de viviendas y árboles.

El enlace es un inmenso ojo de buey sobre la autovía, con 120 metros de diámetro. Pertierra bromea: «la glorietona», la llama. Es la más grande del trazado. Explica que de ella nacerá el acceso principal al hospital. Lo dibuja con la mano. Un ramal que volará sobre la catenaria y morirá en una rotonda a nivel en la traza de la vieja carretera, a la altura del Pontón de Vaqueros. Será el más utilizado por los vehículos que circulen en sentido Oviedo ya que, en sentido Gijón, se hará un «pinchazo» directo.

El Consejero había visitado las obras una semana antes y se sorprende de los avances. «Empezamos en octubre de 2005. Es todo un récord», afirma.

La obra estará terminada hoy (sufrió un retraso de última hora a causa de un incidente un túnel) y se pondrá en marcha el domingo. El sábado, centenares de ciclistas podrán estrenarla en una marcha Oviedo-Gijón que pretende celebrarse anualmente cerrando al tráfico uno de los sentidos.

Los túneles de El Carbayu son la zona que más dificultades estructurales ha presentado. El postre de las obras. Eran innecesarios, pero «se han construido para evitar crear un barrera entre las dos zonas», señala Pertierra. Buendía destaca que la obra se ha hecho sin cortar el tráfico de la vieja carretera «ni un solo día».

Además de la autovía, el domingo entrará en servicio el desdoblamiento del tramo Lugones-Bobes de la AS-17, que se prolonga hasta Avilés y Tarna. El enlace con esta autovía es una de las obras más espectaculares. Tiene tres niveles. El voladizo de la autovía Oviedo-Gijón sobre la rotonda situada frente a Merkasturias que, a su vez, se eleva sobre la nueva AS-17. Es el viaducto más largo del recorrido: 550 metros, y se ha ejecutado -para mayor dificultad técnica- sobre un único tablero de 24 metros de ancho.

El tramo Lugones-Bobes lo construye -y lo mantendrá durante 30 años- la misma unión empresarial que la autovía Oviedo-Gijón: la suma de Sacyr y Sánchez y Lago. Viastur, la sociedad empresarial de ambas constructoras, es la concesionaria del «peaje en la sombra» por el que el Principado pagará hasta 2035 en función de los tráficos. La media de vehículos diarios para el primer año se estima en más de 20.000. Y eso antes de abrir el hospital.

A lo largo del trazado se han enterrado unas espiras (ocho en cada sentido, entre enlaces) que, por ondas electromagnéticas, calculan el número de vehículos y su distancia entre ejes (los pesados de más de 5,5 metros pagarán más). También se ha instalado estratégicamente una red de cámaras de vídeo de modo que no existe ni un solo punto ciego en todo el trazado, de 20,7 kilómetros. Los datos que recogen las espiras y las cámaras se envían por fibra óptica al centro de control de la autovía, construido a la altura de la salida de Lugo de Llanera.

Muy cerca del siguiente enlace, el de Pruvia -donde se engarzan la autovía y la vieja carretera- se sitúa una planta de aglomerado abierta específicamente para construir la «i». Para esculpir sobre el terreno esta enorme serpiente de hormigón y metal se han empleado 325.000 toneladas de aglomerado y 4,3 millones de kilos de acero. Se han fabricado 35 estructuras (entre pasos superiores e inferiores), «encargadas, hasta la última, a empresas asturianas», puntualiza Pertierra.

Casi a mitad de su trazado, la «i» se cruza con la «Y», formando una «x». Dos viaductos, los de Robledo, de distinto nivel, constituyen una nueva atalaya sobre la saturada autopista, a la que la Industrial pretende arrebatar hasta el 20 por ciento del tráfico. La perspectiva, desde el punto más alto de la carretera, permite comparar los asfaltos. El ruidoso piso rayado de la «Y» y el aglomerado poroso de su «hermana pequeña». La nueva autovía absorbe mejor el agua y es más coqueta. «Cada tres años hay que pasarle un aspirador para limpiarle los poros y que no se obstruya el drenaje», explica el director general.

El siguente enlace es el de Venta de Veranes. Será el que dé servicio en el futuro a la Zona de Actividades Logísticas e Industriales de Asturias (ZALIA), situada en el eje Gijón-Avilés.

Le sigue el viaducto de Pinzales, el de mayor vano, para el que ha sido necesario construir un pilar de 34 metros de altura. Da sensación de tener una pendiente pronunciada, pero ningún desnivel de la nueva autovía supera los 5 grados, un dato que tranquiliza a Buendía, que baraja sumarse a la marcha cicloturista del sábado.

El último enlace es el de Casares, poco antes de llegar a Porceyo. A partir del domingo, tres vías de alta capacidad conectarán verticalmente la región. La autopista «Y», la Autovía Minera (Mieres-Gijón, As-1) y la nueva AS-2, la industrial, la «i».