«Ya están aquí», gritaron al unísono decenas de allegados de los ochenta y cuatro militares de la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable (Brilat) que el sábado, a las once y media de la noche, pisaron de nuevo suelo español tras casi cuatro meses y medio de misión en el avispero afgano. Tras un viaje de unas quince horas, con escala en El Cairo, los soldados aterrizaron en el aeropuerto de Asturias rodeados por amigos y familiares, que expresaron ruidosamente su júbilo y alivio. Se trata del segundo contingente que llega desde Afganistán en los últimos días. Durante el próximo mes seguirán regresando soldados.

Alejandro García, de 24 años de edad, es uno de los cincuenta y cinco soldados del Regimiento «Príncipe», con base en La Belga (Siero), que acabaron su misión. En la terminal, su familia contaba cada minuto que pasaba. Parecía que su vuelo no iba a llegar nunca. «Esto es lo peor de todo. Este día se ha hecho eterno», señaló su novia, Patricia García. Mientras sus padres, Jesús García y Montserrat Díaz, no quitaban ojo de la puerta de llegadas. «Es la primera vez que está en Afganistán. Hemos vivido con tensión esta misión. Tan sólo sabíamos lo que pasaba allí a través de la prensa», comentaban.

Al lado, la ovetense Sandra Rodríguez esperaba a su marido, Víctor García. Junto a ella, sus hijos, Nerea y Santiago, de 9 y 5 años, esperaban jugando en la terminal. Víctor ya tiene experiencia, puesto que estuvo en las misiones de Kosovo y Líbano. Sin embargo, este periplo en Afganistán ha sido diferente. «Lo peor fue que pasó las Navidades allí. Nunca antes había coincidido en unas fechas tan señaladas», subrayó Sandra Rodríguez. Y ¿le esperaba algún regalo al soldado García? «El mejor regalo es vernos de nuevo», enfatizó su pequeña hija.

Ángeles González, de Pola de Laviana, vio de nuevo a su hijo, David Orviz, de 21 años. «Es su segunda misión. Estuvo con anterioridad en el Líbano», precisó su progenitora, que señaló haber tenido mucha preocupación todo este tiempo. «Lo hemos llevado mal a pesar de que aquí ha estado menos tiempo que en el Líbano», comentó, y prosiguió añadiendo que, «por suerte, hemos hablado casi todos los días».

En el aparcamiento del aeropuerto, una decena de moteros hicieron rugir los motores de sus Harleys como bienvenida. Un pequeño homenaje a unos hombres y mujeres que por fin están en casa tras la misión más dura del Regimiento. «Espero que no vuelva a Afganistán», deseó María García tras el regreso de su marido.