Oviedo, Eloy MÉNDEZ

Apenada, pero con ganas de «contar lo que realmente ocurrió», Victoria Rodríguez Escudero rompe su silencio quince años después de la crisis política que acabó con la expulsión de Sergio Marqués del PP y unos días más tarde del fallecimiento del ex presidente regional. La que fuera consejera de Cultura del Gobierno del abogado gijonés, ahora profesora de Derecho Civil, echa la vista atrás y asegura que contra Sergio Marqués se emplearon «técnicas de aniquilación personal», y sitúa a Francisco Álvarez-Cascos en el centro de aquella operación de acoso y derribo.

-¿Qué imagen le queda de Sergio Marqués?

-Una persona íntegra, honesta, seria, muy leal y con un cariño a Asturias impresionante. Un ejemplo a imitar. Tanto a su viuda, Elena Prendes, como a sus hijos. Han demostrado siempre una categoría humana enorme, como ha quedado reflejado estos días.

-¿Cómo tuvo su primer contacto con Marqués?

-En el año 1990, organicé una conferencia con José María Aznar, recién nombrado presidente del PP, en la sede de LA NUEVA ESPAÑA. Pasado el tiempo, en 1993, yo era directora de la Escuela de Empresariales y mis alumnos me propusieron un ciclo de conferencias con políticos. Quisieron traer otra vez a Aznar. Después, me dijeron que Aznar había comentado que había que contar conmigo en un futuro. Por eso, cuando Marqués gana las elecciones en 1995, me llama para la Consejería de Cultura. Le dije que no, porque tenía a mis hijos todavía muy pequeños y porque creía que, aunque la política me gustaba como ciudadana, no tenía ninguna experiencia. Pero, a los pocos días, desde Madrid me llamó Cascos, que era secretario general del PP. Me pidió que les ayudara en la nueva etapa que se abría en Asturias. Me convenció y dije que sí. La realidad es que a Sergio le dije que no y a Cascos, que sí.

-¿Cuándo fue el primer encontronazo en el seno del PP?

-Percibí muy pronto que algo no iba bien. Cuando ya se había anunciado mi nombramiento, aunque todavía no había tomado posesión, Mercedes Fernández me vio en la Junta. Se acercó a mí y me dijo que supiera que a ella le habían ofrecido la Consejería de Cultura antes que a mí y que había dicho que «no» porque tenía esperanzas de que el PP ganara las generales en 1996 y que estaba reservada para otros asuntos en Madrid. Pensé: mal empezamos. También pensé que si ocurría algo así otra vez, tiraría la toalla.

-¿Prescindió el Gobierno del partido?

-Todos fuimos muy cuidadosos con el partido. En todo momento quise contar con el resto para sacar adelante las leyes. Quería explicárselas a la gente del partido, pero ellos no querían reunirse conmigo.

-Entonces, ¿qué ocurrió? ¿Produjeron resquemor determinados nombramientos?

-Sí. Nos venían a decir que nosotros sobrábamos en el Gobierno, como si hubiéramos ido voluntarios y nadie nos hubiera llamado. Nos acusaban de ser una especie de advenedizos, unos listos.

-¿Cómo fue la ruptura final?

-Estuvo todo muy bien orquestado. Se emplearon técnicas de acoso y derribo personal contra Sergio. Algo impresionante. Fue todo producto de las miserias humanas de determinadas personas, conocidas por todos. Fue como un patio de colegio, se corrió la voz de que el Gobierno no hacía caso al partido. Yo quería contar con los diputados, pero muchas veces renunciaban a charlar conmigo, como diciendo que no les diera demasiado trabajo.

-¿Cuándo se da cuenta de que la situación no tiene vuelta atrás?

-En una convención del PP, en Avilés, en 1998. Estaba sentada con José Antonio González García-Portilla -consejero de Economía y Hacienda-, en primera fila. Tomó la palabra Cascos y empezamos a escuchar cosas muy raras sobre el Gobierno. Me giré hacia José Antonio y le pregunté por lo que estaba ocurriendo, que por qué nos estaban poniendo verdes.

-¿Por qué ocurrió?

-Creo que la gestión de Sergio estaba empezando a calar. Empezaron a salir encuestas que le daban la reelección con mayoría absoluta. Hubo gente en el partido que se empezó a sentir incómoda, porque querían más poder en el Ejecutivo. La situación giró hacia el surrealismo, hasta el punto de que yo, consejera de Cultura, me enteraba por la prensa de exposiciones que venían, por ejemplo, al Museo de Bellas Artes. Increíble. Todo esto ocurrió mucho antes de la ruptura final.

-¿Cuándo pierden definitivamente la confianza del partido, para seguir en el Gobierno con tan sólo seis diputados?

-Nos empezaron a boicotear. Hubo una retirada general de la confianza. Recuerdo un día, en la Junta, en el que pasó por delante de mí Fernando Goñi y me dijo, textualmente, «Victoria, yo, contra ti, no tengo personalmente nada». En ese momento, vi lo que se me venía encima. Acto seguido, subió a la tribuna y nos empezó a acusar de golpistas y demás lindezas. Estaba todo preparado, con todas las cámaras de televisión pendientes. La crisis había estallado. Aún así, sacamos adelante leyes como la de la defensa del asturiano. Un milagro.

-¿Quiénes fueron los responsables de esa operación?

-Todos sabemos quiénes fueron, son muchos de los que estos días salen alabando a Sergio.

-Ahora, desde el partido de Cascos, se atribuye la responsabilidad a Fernández Rozada y a Gabino de Lorenzo.

-Si él (Cascos) no hubiera querido, nada de esto hubiera ocurrido. Puedo poner mil ejemplos. En Madrid se pararon 23.000 millones de pesetas destinados al Hospital Central de Asturias. Se paralizaron las transferencias de educación, que estaban completamente apalabradas, el plan del Prerrománico... y así tantas y tantas cosas. Que me expliquen a mí quién hizo todo eso. ¿Fueron los que estaban en Asturias? Creo que no.

-¿Sintió el acoso personal de Álvarez-Cascos?

-Recuerdo experiencias personales especialmente dolorosas. Durante las reuniones en Madrid de todos los consejeros de Educación, un grupo de consejeras del PP habíamos formado un grupo con muy buena relación personal. De repente, un buen día, llego a una reunión y ninguna me habla. Una de ellas se me acercó y me dijo, apenada: «Victoria, es que no te podemos dirigir la palabra por todo lo que está pasando en tu tierra». Me quedé atónita. ¿Quién dio la orden? Es obvio que alguien que tenía poder en Madrid. El que dirigía todo eso, empleó técnicas de aniquilación personal.

-¿Pasó lo mismo en Asturias?

-Se intentó convencer a muchos empresarios asturianos para que le hicieran el vacío a Sergio Marqués. Muchos le pidieron perdón con el tiempo.

-Pero entonces, ¿miente Foro cuando exonera a Cascos de toda culpa?

-No dice la verdad. No me creo que estas personas que estaban en el partido de Asturias, a las que no menciono por el daño que nos hicieron a Sergio y a mí, tuvieran la fuerza necesaria para paralizar la región desde Madrid. Esa gente era la que publicaba cartas en la prensa metiéndose incluso con mi físico, pero no eran las que tenían la fuerza en Madrid para intentar asfixiar al Gobierno. Algunas las firmaba el señor Jaime Reinares. También me abuchearon concejales del Ayuntamiento en la inauguración de la Feria del Libro de Oviedo. Creo que mantuve el tipo, pero mis hijos, que tenían unos 15 años, leían el periódico. Esa gente tenía por mí una especial predilección, quizá por ser mujer. Era un blanco más fácil. Además de todo lo anterior, eran cobardes.

-¿Cómo interiorizó aquella lucha Sergio Marqués?

-Sufrió mucho él y sufrió muchísimo su familia. Sergio no se explicaba muy bien lo que pasaba. Fue sometido a las mayores calumnias.

-¿Continuaron las coacciones después de que dejaron el Gobierno?

-Hubo gente que se tuvo que marchar de Asturias. El porqué habrá que preguntárselo a ellos. Pero es un hecho. En cuanto a Sergio, yo he estado en mil reconocimientos ciudadanos con él, pero institucionalmente no fue bien tratado. Se le negó cualquier hueco, a pesar de que habría podido aportar mucho.

-¿Hay relación entre la actual ruptura de la derecha y la que usted vivió?

-Lo de ahora es la continuación de lo de antes. ¿Acaso alguien se creyó que aquello fue un lío familiar, como se intentó vender? ¿Que las mujeres de uno y de otro -Marqués y Cascos- se llevaban mal? Eso no era así. Fue una cuestión de determinadas personalidades que lo erosionan todo. Lo mismo que ocurre con la actual fractura de la derecha.

-¿Cómo valora que Cascos acudiera a dar el pésame a la viuda de Sergio Marqués?

-Soy una persona creyente, pero estos días me estoy sintiendo poco católica porque me cuesta conseguir el perdón. Hace tiempo, Sergio nos pidió que perdonáramos. Pero yo, por el momento, soy incapaz. Lo siento, a esa persona no la perdono. En cuanto a lo que hizo Elena, dice mucho de su categoría como persona. Además, quiero creer que ese señor acudió al tanatorio para darle un abrazo a la viuda en nombre de todos los asturianos, no en el suyo propio.

-¿Qué opina de las alabanzas con las que despidieron a Marqués muchos de los protagonistas de aquella ruptura?

-Escuchar a ciertas personas decir ahora que fue un gran presidente me parece una desfachatez. ¿Por qué lo echaron entonces? Me hubiera encantado que Sergio las hubiera oído en vida. Han tenido quince años para decírselo. Pero, que yo sepa, nadie lo hizo. Es todo bastante vergonzoso. Nunca he visto un acoso como el que él sufrió. Esas técnicas completamente aniquiladoras, que van a lo personal, que tratan de destrozar, de arrasar... Nunca vi tanto odio. Menos mal que había gente en el Gobierno, como Antonio Cueto, que nos cantaba unas sevillanas para animarnos, cuando el acoso era ya brutal y temíamos quedarnos solos.

-¿Cómo le gustaría que fuera recordado el presidente Sergio Marqués?

-Como el mejor presidente que han tenido los asturianos, amante de su región. Un hombre serio, íntegro, enamorado de su tierra. No es una figura pequeña, como a alguien se le ha ocurrido insinuar estos días. Fue un gran hombre en una gran comunidad.