Director de la división teórica del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica de Múnich

2 Pablo Álvarez

Juan Ignacio Cirac Sasturain (Manresa, Barcelona, 1965) acaba de recibir en Jerusalén el premio «Wolf» de Física. Suma así uno más de esos galardones que suelen ser considerados antesala del Nobel. Director de la división teórica del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica, ubicado en Garching (Múnich, Alemania), en 2006 recibió el premio «Príncipe de Asturias» de Investigación y, desde entonces, suele ser miembro del jurado que otorga este galardón. Éste es el motivo que lo ha traído a Oviedo. En la entrevista que sigue expone algunos de sus hallazgos más recientes, enmarcados en el campo de la física cuántica. Cirac es particularmente conocido por haber sido el primer científico, junto al austriaco Peter Zoller, en postular la posibilidad de construir un ordenador cuántico y en exponer cómo hacerlo.

-Se le señala como el próximo premio Nobel español. ¿Ilusión o realidad?

-Seguramente, hay ganas de sacar un premio Nobel en España, pero digo lo de siempre: estoy muy agradecido por todos los premios y distinciones que se me han dado y no espero nada más. Si algún día nos diesen el Nobel a alguno de mis compañeros o a mí, estaríamos contentos, pero tengo mi mente completamente despejada a ese respecto. Sigo trabajando, sigo haciendo lo que me gusta, y si lo reconocen con premios como el «Príncipe de Asturias» en su momento o el «Wolf» ahora, pues estoy muy agradecido.

-En los grandes éxitos su nombre va unido al de Zoller.

-Claro, porque estuvimos trabajando mucho tiempo juntos y fuimos un poco pioneros en un campo en el que ahora trabaja muchísima gente. Cuando nosotros empezamos había muy poca gente. Eso nos ha beneficiado mucho, porque significa que estás ante un campo sin explorar, haces los primeros descubrimientos y luego, si viene mucha gente a ese campo, tienes más repercusión porque te consideran uno de los pioneros.

-Eso significa que el camino que usted ha abierto se considera muy prometedor.

-Lo que ha cambiado desde los primeros artículos que escribimos, hace 15 o 20 años, es que lo que eran propuestas teóricas se han convertido en experimentos firmes. La gente se los toma en serio. Algunos de ellos están muy avanzados; otros, más atrasados. Algunos ya tienen pequeñas repercusiones comerciales; otros las tendrán; otros no las tendrán nunca... Ése es el trabajo de la física básica: abres un campo y luego las cosas ya van llegando.

-Se le asocia al ordenador cuántico, pero en realidad usted es un físico teórico, un creador de conceptos.

-Sí, yo me dedico a la física teórica y, dentro de ella, a la física cuántica. Por lo que más se nos conoce es por los ordenadores cuánticos y por haber dicho cómo se puede construir un ordenador cuántico, pero más adelante hicimos otras predicciones relacionadas con la comunicación cuántica y con los simuladores cuánticos. Algunas de estas ideas, como los simuladores cuánticos, llamados repetidores cuánticos, ahora están muy en boga.

-¿Qué son los repetidores cuánticos?

-La física cuántica permite enviar información de un sitio a otro de una manera muy especial. Esta manera especial hace que sea segura, de modo que no puede haber un «hacker» capaz de interceptarla. El problema actual es que, con este método, esta información sólo puede enviarse a distancias muy pequeñas, del orden de diez kilómetros. Hay ya empresas que venden aparatos de comunicación que pueden utilizarse en distancias muy cortas, y si uno quiere ampliar estas distancias a cien, mil, diez mil kilómetros, para tener aplicaciones mucho más importantes se necesitan repetidores cuánticos. Nosotros fuimos los que los descubrimos de alguna forma, los que por aquella época pensamos que extender la comunicación cuántica hacía necesarios estos equipos y los diseñamos. Han empezado a construirse los primeros y es algo que progresivamente va ocurriendo. Todavía no se sabe cómo funcionarán, si funcionarán, si se comercializarán de una forma o de otra, pero ésa es un poco nuestra labor.

-De todas sus contribuciones, ¿cuál vaticina que puede llegar más lejos?

-Una de ellas, los ordenadores cuánticos, a muy largo plazo... No dudo de que dentro de 40 años habrá un ordenador cuántico.

-¿Aspira a verlo materializado?

-Bueno, tengo la esperanza, pero no estoy muy convencido. Ése es uno de ellos. Luego, los simuladores cuánticos son una parte que sí llegaré a ver, porque va a ocurrir en un espacio corto de tiempo. Y luego hay otras cosas que son mucho más teóricas, desarrollos más matemáticos que hemos hecho, por ejemplo lo que llamamos redes de tensores, conceptos más matemáticos que hemos estado desarrollando en los últimos siete años y que ahora empiezan a tener su repercusión. Básicamente, están dentro del campo de la física cuántica. Es una metodología para resolver problemas con los métodos anteriores y que permitiría estudiar, analizar y diseñar materiales. Estos son los tres campos que creo que van a tener más repercusión. Pero una vez le plantearon a Niels Bohr que hiciese predicciones sobre el desarrollo de sus descubrimientos y respondió que predecir es muy difícil y, sobre todo, predecir sobre el futuro.

-¿Cuál es el grado de desarrollo del ordenador cuántico a fecha de hoy?

-En estos momentos, el prototipo mayor tiene 15 qubits, 15 bits cuánticos. Esta cifra no ha aumentado desde hace cierto tiempo porque lo que se está intentando no es conseguir 20, 25, 30, sino ir a una forma un poco distinta, de modo que se pueda llegar directamente a 100 o 200. Creo que van a pasar tres, cuatro o cinco años hasta que se desarrollen estas nuevas formas para poder dar un salto cuantitativo.

-¿Cuántos qubits necesita un ordenador?

-Para que nos hagamos una idea, en los ordenadores cuánticos la unidad son estos qubits, y para tener un ordenador que pueda resolver problemas más rápidamente que un ordenador usual se necesitarían del orden de 10.000 qubits. En el año 2000 tenían 2, en 2004 llegaron a 6 o 7, hace cuatro años se llegó a 15 y ahora se está desarrollando una nueva tecnología para dar un salto que permita llegar a 100. De hecho, el ganador del premio Nobel de Física de 2012, David Wineland, es el pionero de esta nueva tecnología. No le han dado el Nobel por esto, pero está trabajando en ello y ha logrado unos avances muy importantes. Y luego hay otras tecnologías que están avanzando muy rápidamente, una de ellas de superconductores, que todavía están por 4 qubits, pero parece que van a aumentar muy rápidamente.

-¿Hablamos de avances paralelos?

-Completamente paralelos. Hay seis o siete tecnologías trabajando en paralelo intentando desarrollar los ordenadores cuánticos. La más avanzada es la de los iones y la segunda la de los superconductores, que, como digo, va avanzando muy rápidamente.

-Una vez que se disponga de un ordenador de 10.000 qubits, ¿qué será capaz de hacer?

-Resolver problemas complicados de manera más eficiente que los superordenadores. Problemas complicados son los que están relacionados con el diseño de materiales, de reacciones químicas o de compuestos, resolución de ecuaciones de meteorología... Son problemas para los que hoy, normalmente, no necesitas un ordenador personal sino un ordenador enorme.

-Si se compara este ordenador de 10.000 qubits con el «Mare Nostrum» de Barcelona...

-Algunos problemas concretos podría resolverlos de una manera muchísimo más rápida. Incluso algunos problemas que ni el «Mare Nostrum» ni ningún otro podrán nunca resolver, podría resolverlos un ordenador de estos.

-¿Con qué expectativas científicas se levanta usted cada día? ¿Cuándo, a qué hora, le surgen las ideas?

-Trabajo en varios campos. En algunos de ellos, en colaboración con gente de mi grupo, en los que hago más bien de director: me cuentan lo que están haciendo, les corrijo, les indico una dirección o que exploren una idea; discutimos, me cuentan cómo han progresado, los obstáculos, el modo de sortearlos... Y luego tengo una parcela en la que yo mismo me hago los cálculos y pienso y elaboro las ideas, y en esto normalmente tengo un par de colaboradores que no están en mi grupo, sino en otro sitio. Si tengo tiempo, me dedico a mi parcela: trabajo, hago mis cálculos... Sentado, con un lápiz, lleno libretas y libretas y libretas de cálculos, con un objetivo. Los objetivos son claros, lo que pasa es que son deducciones que llevan tiempo, es un proyecto a muy largo plazo.

-¿Hay mucho de intuición?

-Sí. Primero es encontrar los problemas importantes. Muchas veces se dice que los científicos resuelven cosas. No, los buenos científicos lo que hacen normalmente es preguntas. Y para hacer buenas preguntas hace falta trabajar mucho, conocerlo todo, pensar, discutir... No surge cada día una pregunta de éstas. Vas haciendo estos cálculos para entenderlo todo y que vayan surgiendo las preguntas adecuadas. Una vez que tienes las preguntas adecuadas vas a resolverlas, y muchas veces no existe un camino directo. En eso transcurre parte de mi vida. Y la otra parte es de dirección. Y luego invitamos a otra gente de todo el mundo que viene y nos cuenta en qué están interesados y establecemos colaboraciones.

-¿En qué medida un científico desvela a un colega las claves de su trabajo?

-Hay dos casos. Si tú estás trabajando en un problema mucho tiempo y lo conoces muy bien, en ese caso lo contamos todo. ¿Por qué? Porque estamos a un nivel muy alto y es muy difícil que alguien pueda llegar partiendo de cero. Normalmente, es porque esa persona tiene una técnica que a nosotros nos falta. Entonces se establece una colaboración más que una competición. Cuando son temas más punteros, una asociación de ideas para hacer algo más concreto, ahí ya nos andamos con un poco más de cuidado. Hay personas con las que hemos colaborado y les contamos algo, y otras con menos escrúpulos, que en ocasiones están reconocidas por la comunidad científica, pero a las que la gente no les cuenta nada.

-¿Qué experiencias tiene usted sobre la lealtad entre científicos?

-La mayoría de la gente es fiable. Sabes que si tú estás trabajando en algo, y ellos tienen la solución, van a decírtelo o, al menos, te comentan que ellos también están trabajando. Lo que ocurre es que hay gente que normalmente no es tan potente, tan conocida, que van un poco tratando de husmear y oler que están haciendo otros para intentar llegar allí. Se han dado casos -en nuestro grupo algunas veces, pocas- en los que un grupo estaba trabajando en algún proyecto, llegan los otros y lo publican sin haberlo terminado. Al final, les sale mal porque la gente les conoce y lo dice. Es pan para hoy y hambre para mañana.

-¿Qué criterios aplica para seleccionar a sus colaboradores?

-Para los colaboradores junior tenemos un portal de internet en el que la gente presenta solicitudes. Para estudiantes de doctorado solemos tener entre 150 y 200 solicitudes de todo el mundo cada año. A algunos les invitamos a que estén una semana con nuestro grupo, les hacemos una entrevista y luego viene la selección. De todos esos, cogemos a uno o dos. Con los más senior está relacionado con colaboraciones antiguas o intereses comunes.

-¿Cuál es la edad de plenitud de creatividad de un físico?

-Normalmente, los físicos más jóvenes tienen menos prejuicios, por un lado, y también más capacidad de cálculo y concentración. Yo trabajo mucho, pero cada vez me cuesta más concentrarme porque tengo otras muchas responsabilidades: ir a muchos sitios, llamadas, cartas, informes, participar en comisiones de todo tipo... Eso genera interrupciones. O sea, que la edad ideal es entre los 25 y los 40 años. Pero hay excepciones. Uno de mis compañeros del Instituto Max Planck, Theodor W. Hänsch, ganó el premio Nobel por algo que descubrió a los 60 años.

-¿Sueña con los experimentos?

-Normalmente me acuesto sobre las once y me despierto de forma natural hacia las tres de la mañana. Trabajo dos o tres horas y luego muchas veces me vuelvo a dormir. Por la noche, es verdad que algunos de los problemas se van rumiando y que hay sueños que giran en torno a tu trabajo.

-Usted trabaja en Alemania. ¿Se plantea moverse?

-No. En mi campo no puedo encontrar un lugar que me ofrezca tantas posibilidades. Soy un privilegiado porque estoy en el Instituto Max Planck, pero todos los científicos alemanes tienen muchas posibilidades para hacer ciencia del más alto nivel.