Laura González (Avilés, 1941) repasa en esta segunda entrega de «Memorias» su actividad política en el Partido Comunista e IU.

Retrato de Franco. «Fui concejala del Ayuntamiento de Avilés de 1979 a 1991. Recuerdo los inicios, cuando luchamos por el parque de Ferrera, para el que había el proyecto de que la autovía pasara casi por la mitad. A nosotros nos parecía que era un pulmón de la ciudad y hubo una movilización. En aquel momento yo era vicepresidenta de la Asociación de Vecinos de Versalles, con Miguel Ángel Iglesias de presidente, que después fue concejal conmigo y posteriormente con el PSOE. Creamos una plataforma y se unieron todas las asociaciones. Hubo firmas, pancartas, manifestaciones, y logramos salvar el parque. Y recuerdo también el día que entré en la Corporación democrática y había un hermosísimo cuadro de Franco, de cuerpo entero, enfrente de mí. Pedí la palabra y dije que no podía una Corporación democrática empezar a trabajar con el cuadro del dictador allí colgado. Se armó la marimorena, pero era la primera vez que gobernaba la izquierda, PSOE y PC, y hubo aplausos. Los cuatro concejales del PC tuvimos responsabilidades fuertes. Por ejemplo, Quintero, que era profesor, llevaba Obras y Servicios y Cultura. Yo era concejala de Bienestar Social y Sanidad, y trabajamos mucho y conjuntamente con el PSOE en el mapa de centros de salud, en la ampliación de zonas verdes o en la atención a los colegios. Lo hacíamos con la ilusión de ser la primera Corporación democrática. Una ilusión que ya no se tuvo después. Los cuatro concejales del PC trabajamos como mulos y, sin embargo, después era el alcalde, Manuel Ponga, del PSOE, quien personificaba esas cosas bien hechas».

l Sin despacho. «Y en las siguientes elecciones el PSOE sacó mayoría absoluta y nosotros nos quedamos en dos concejales, a pesar de haber trabajado muchísimo. Recuerdo de aquel momento la falta de generosidad del PSOE, porque nos quitó hasta el despacho que teníamos después de haber llegado a acuerdos con ellos durante los cuatro años anteriores. Aquello me lo recuerdan muchos militantes nuestros cuando yo sigo defendiendo a capa y espada el acuerdo entre las fuerzas de izquierda. Siempre me dicen: "Laura, parece mentira que hayas olvidado el trato que nos dieron después". Y yo respondo que no estoy en política para recordar agravios, sino para actuar, y actuar significa tener poder y presupuestos para poder hacer cosas a favor de la gente que decimos defender. Sé que esto no lo comparte todo el mundo en la organización, pero defenderé siempre la posibilidad del acuerdo de la izquierda, con el PSOE, que haga avanzar la sociedad. Es la única manera que yo veo de apoyar a la gente y la justicia social a la que decimos defender. Es la mejor manera de ponerlo en práctica, aunque sé que eso no lo comparte mucha gente en la propia organización».

l Palacio Valdés. «La política municipal me resultó muy cercana a la gente, muy agradable, y me llevé muy bien con mucha gente del PSOE, por ejemplo, con Nelly Fernández Arias. Las dos trabajamos en el ámbito social y hoy mantenemos una excelente amistad. Y también recuerdo de esa época con muchísimo cariño la Plataforma de defensa del teatro Palacio Valdés, que estuvo a punto de perderse porque el PSOE no tenía mucho interés en rehabilitarlo. Pero un grupo de avilesinos creamos una plataforma en la que estaban Raúl Trabanco, que tenía la librería Santa Teresa en Rivero; Víctor Urdangaray, un hombre de la derecha, o Nicolás Muñiz, el anarquista del que antes hablé. Se consiguió que todos los grupos que venían a las Jornadas de teatro, como «Els Joglars» o «Dagoll Dagom», al final de su actuación dijeran que "el próximo año, en el Palacio Valdés". Se consiguió que Peridis, próximo al PSOE, defendiera la rehabilitación o que Alfonso Guerra hablara de ello en "La Clave", con Balbín. Y el de esa plataforma fue Trabanco, cercano al PSOE. Cada vez que entro en el Palacio Valdés estoy orgullosa de haber formado parte de ese grupo de avilesinos que lo defendieron, porque es patrimonio de la gente. Ahora acaban de cerrar el cine Marta y María y para mí fue terrible, porque recuerdo que hace 60 años fui con mi abuelo Baldomero a ver "Los crímenes de museo de cera", y de haber visto con mi padre y con mi madre "El hombre tranquilo", de John Wayne».

l Normas estrictas. «En 1982 Carrillo dejó la secretaría general del PC. Las normas que regían el PC habían sido las mismas de los partidos comunistas, muy estrictas quizá, pero provenientes de la clandestinidad, en la que había que ser muy leales y seguir unas normas para sobrevivir. Y esa forma de funcionar no se quita en poco tiempo. Años atrás habían salido del partido Claudín y Semprún y aquí, en la asamblea de Perlora, se fue otro grupo de gente que, como Semprún, se acercaron al PSOE y tuvieron cargos políticos y públicos. Es legítimo porque consideraron que en un momento determinado el PC ya no era un instrumento para cambiar las cosas, y que el PSOE sí lo era. Pero en este país nadie puede dudar, nadie, que el PC y después IU defendieron y siguen defendiendo claramente la justicia social, la libertad y los derechos de las personas. Eso es indiscutible. Traté a Carrillo y para ser objetivos habría que incidir en las partes oscuras que tiene todo Partido Comunista y todo partido en general, pero también hay que incidir en las partes positivas, en lo que supuso continuar con las ideas firmes durante la clandestinidad, en lo que supuso plantear una política que era incomprendida en el propio partido, primero, con la reconciliación nacional y después en la Transición. Decisiones incomprendidas que favorecieron la democracia».

l Palo a los dirigentes. «En 1985 Carrillo fue expulsado del PC. Como viejo militante y dirigente consideró que podía influir en su sucesor, Gerardo Iglesias, un hombre joven que llegaba. Pero Gerardo tomó sus propias decisiones. Y Carrillo creó el Partido de los Trabajadores, y amigos míos de Madrid vinieron a hablar conmigo para que me pasara con ellos. Pero les dije: "Aprendí de Carrillo que dentro de la organización, todo, pero fuera de la organización, nada, y si lo aprendí con él tengo que ser coherente". Ahí pasó una cosa muy simpática porque mi padre, después de ser anarquista toda la vida, simpatizaba con Carrillo y teníamos grandes discusiones. Gerardo estuvo en la creación de Izquierda Unida, algo que me pareció muy bien porque en aquel momento, sobre todo después del referéndum de la OTAN, mucha gente se acercó a nosotros. Pero a Gerardo se le trató muy mal desde los medios de comunicación porque tenemos un problema, en general, a nuestros dirigentes se les trata muy bien después de que dejan el cargo, pero mientras están en él es lo contrario. Le paso a Gerardo y antes a Carrillo y después a Anguita y a Llamazares. De momento, Cayo Lara libra, porque estamos un poco en auge, ya que cuando el PSOE baja nosotros subimos. De Gerardo hicieron un panegírico los medios de comunicación cuando dejó la política y volvió a la mina, pero antes se había dicho, por ejemplo, que bebía. Como tiene esa manera de hablar y de moverse bamboleante, por decirlo de alguna manera, se decía eso, pero yo jamás lo vi en una mala situación en ese sentido. Creo que hay un empeño, incluso de la derecha, en tratar de cierta manera a los dirigentes del PC o de IU porque no interesa que asciendan en poder. Es decir, cuando ven que subimos, entonces viene el palo, y yo estoy esperándolo ahora».

l Orgullo de presidenta. «En 1991 sentí muchísimo que Gerardo y yo fuéramos rivales para hacer las listas de las elecciones asturianas. Sufrí porque no quería ser rival de nadie. Nunca busqué nada en la organización, y eso lo saben bien los dirigentes de hoy y de antes. Nunca di un paso para ser nada y lo que me propuso la dirección yo lo acepté. Gerardo había dejado los cargos en el PC e IU y consideraba que tenía que reengancharse en Asturias. Pero él planteaba ser candidato y decidir la lista y tener libertad para un hacer un programa determinado. Hubo una asamblea y eso no lo aceptó la mayoría de la organización. Ésas son las razones que me dieron a mí. No sé si hubo otras porque yo nunca estuve muy metida en esos tejemanejes. Encabecé la lista con mis dudas y mis problemas, pero para mí fue un orgullo ser la primera mujer presidente de la Junta General del Principado, pese a que estuve entre dos fuegos».

Mañana, tercera entrega: Llamazares se consuela