Documentos y epígrafes auténticos dan testimonio y nos han transmitido, al menos, el nombre de algunas de las reinas no citadas en las más viejas crónicas. El silencio de éstas es suplido a veces con las adiciones que el obispo Pelayo hizo en la versión "Sebastianense" de la "Crónica de Alfonso III". La fama de falsario que este obispo ha adquirido con el tiempo ha hecho dudar de la veracidad de esos datos por él añadidos, aunque quizá no habría por qué cuestionarlos, pues no cabe duda de que el prelado ovetense dispuso de información que no ha llegado a nosotros, y normalmente sus falsificaciones iban dirigidas a engrandecer su iglesia ovetense.

Si se concede veracidad en este aspecto al obispo Pelayo, tendríamos gracias a él el nombre de la primera reina astur, Gaudiosa, la esposa de Pelayo, de quien dice que fue enterrada con éste en la iglesia de Santa Eulalia de "Velanio", lugar que se ha interpretado como Santa Eulalia de Abamia, donde efectivamente existe la tradición de este enterramiento. Ambrosio de Morales visitó esta iglesia en 1572 y dejó escrito que en el exterior, pero arrimada a ella, estaba la sepultura del rey Pelayo "y algo más apartada la de su mujer", que carecía de cubierta. En alguna ampliación de la iglesia los supuestos sepulcros de Pelayo y Gaudiosa pasaron a estar dentro de la iglesia, y en el de la reina un epitafio con letras del siglo XVIII señalaba: "Aquí yace la reina Gaudiosa, esposa del rey Pelayo".

Más seguro e indubitado es el nombre de la segunda reina asturiana, la mujer de Favila. Lo transmite la más antigua inscripción de la Monarquía asturiana, que estaba en la ermita de Santa Cruz, en Cangas de Onís, destruida en 1936, pero leída y transcrita por varios autores. En ella constaba su edificación por el rey Favila en honor de la Santa Cruz y su consagración el 27 de octubre de 737. El epígrafe estaba situado sobre el arco que daba entrada a la capilla y en él se recogía el nombre de la esposa de Favila, Froiliuba, así como que la real pareja ya tenía hijos. Ni de la reina ni de sus hijos se vuelve a saber nada más.

Mauregato, que arrebató el trono a Alfonso II, era hijo bastardo de Alfonso I y de una sierva, cuyo nombre omiten tanto la "Rotense" como la "Sebastianense", que son las que dan cuenta de esta circunstancia. Lucas de Tuy, autor de un denominado "Chronicon Mundi", fechado en 1236, dice que la sierva era de gran belleza y natural de Caso, noticia que ignoramos de dónde la obtuvo. El padre Flórez, en sus "Memorias de las reinas católicas", para salvar la figura del católico Alfonso I, matizó que no era sierva propiamente, sino una sirviente de su palacio, de la que el rey se enamoró cuando ya había muerto su mujer, Ermesinda. Algunos autores posteriores dieron el nombre de Sisalda a la bella sierva casina. Por un documento del 30 de octubre de 863 se sabe que Mauregato estuvo casado con Creusa, de la que en ese diploma se dice que está enterrada en la iglesia de San Pedro de Trubia, y que al menos tenía un hijo llamado Hermenegildo.

El arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada en su "Historia de los hechos de España" cuenta que Vermudo I está enterrado en Oviedo con la reina Nunilo, primera mención del nombre de su esposa. Vermudo y Nunilo serían los padres del futuro Ramiro I y de otro hijo de nombre García, según interpolación del obispo Pelayo.

Ordoño I se sabe por una de las interpolaciones debidas al obispo Pelayo que estaba casado con Nuña o Mummadonna, a la que se supone era miembro de la nobleza gallega. Del obispo Pelayo el nombre pasó a las historias de Lucas de Tuy y Rodrigo Jiménez de Rada. Mummadonna es el nombre con el que aparece citada en el conocido como "Testamentum" de Ordoño I, fechado en mayo de 857 e incluido en el "Libro de los Testamentos" de la catedral de Oviedo, ordenado recopilar por el obispo Pelayo en el primer cuarto del siglo XII. En una de las bellas láminas iluminadas que forman parte de este valioso códice aparece la reina Mummadonna representada en la parte inferior de una página entera, bajo la imagen del rey Ordoño I, que ocupa la parte superior junto al obispo Serrano.

Leodegundia, hija de Ordoño I, fue reina en Navarra. Se sabe de su existencia por un poema acróstico conservado en el Códice de Roda, en el que se canta su matrimonio con un rey navarro. Las primeras letras de cada verso componen la frase: "Leodegundia pulchra Ordonii filia", es decir, "bella Leodegundia, hija de Ordoño". Los elogios se repiten a lo largo de los versos, uno de los cuales dice: "Flor preciadísima de famosa estirpe regia, ornamento de la alcurnia de su padre, gloria encumbrada de la de su madre".

Este matrimonio de Leodegundia hay que contemplarlo dentro de la política de aproximación entre el reino de Asturias y el de Pamplona que se produjo a raíz de la incursión normanda y del cautiverio de García Íñiguez, ocurrido hacia 859.

La alianza sellada entonces se ratificó a la muerte de Ordoño I con un nuevo enlace, el de su hijo Alfonso III con Jimena. No se sabe a ciencia cierta a qué familia navarra pertenecía Jimena, pero lo más probable, según señala Claudio Sánchez-Albornoz, es que escogiera como esposa a la hija de un rey y no a la de cualquier magnate, siendo en consecuencia hija del primer matrimonio del rey García Íñiguez y nacida hacia el año 850, siendo unos dos años más joven que Alfonso. La reina Jimena, aunque en ningún momento es citada en las primeras crónicas del reino de Asturias, está presente en numerosas inscripciones y documentos de autenticidad irrebatible. Su imagen aparece también en una de las miniaturas de página entera del "Libro de los Testamentos" al lado del rey Alfonso III.

De otros reyes, como Aurelio o Nepociano, no se sabe si estuvieron casados o, si lo estuvieron, cómo se llamaban sus esposas.

Curioso es el caso de Alfonso II. Este rey, que mereció de la posteridad el apelativo de Casto, "pasó su vida sin esposa, en la mayor castidad", según la "Crónica Albeldense". Destacan también su vida "casta, púdica, sobria e inmaculada" las dos versiones de la "Crónica de Alfonso III". Pese a estas manifestaciones de la castidad y la ausencia de esposa, el ya citado obispo Pelayo de Oviedo afirmó que nuestro rey Casto "tuvo, sin embargo, en Francia una esposa llamada Bertinalda, nacida del real linaje, a la cual nunca vio".

La noticia de la esposa franca de Alfonso II la recoge posteriormente la llamada "Crónica Najerense", escrita hacia 1180, y que en su información sobre el reino de Asturias depende esencialmente de la versión "Rotense" de la "Crónica de Alfonso III", aunque también se valió de la versión pelagiana de esa "Crónica". Escribe el autor de la "Najerense": "Tuvo (Alfonso II), sin embargo, en la Galia una esposa de nombre Bertinalda, nacida de estirpe real, a la que no vio jamás". Medio siglo más tarde, en 1236, Lucas de Tuy, en su "Chronicon Mundi", abrevia el nombre de esta dama franca a la que llama Berta y dice que era hermana de Carlomagno. Rodrigo Jiménez de Rada ("Historia de los hechos de España") se hace también eco de este supuesto matrimonio diciendo que Alfonso, "aunque tenía esposa, se mantuvo siempre alejado de todo contacto con ella, gobernando el timón de su reino con castidad...".

La Bertinalda del obispo Pelayo de Oviedo dio lugar, según Ramón Menéndez Pidal, a la leyenda de Bernardo del Carpio. Bertinalda es nombre de aire carolingio formado, en su opinión, "juntando el nombre de Berta propio de la hermana de Carlomagno madre de Roldán y el de Alda propio de la novia de Roldán (Bertain-Alde)".

Quizás haya que buscar el origen de esta leyenda sobre Bertinalda en la devoción que Alfonso II mostró hacia los santos mártires Julián y Basilisa, originarios de Antioquía y del siglo IV, de los que se dice que vivieron conviviendo como esposos, pero manteniéndose vírgenes. No hay que olvidar que el joven Alfonso, al ser asesinado su padre, fue conducido al monasterio de San Julián de Samos para alejarlo del peligro y que allí vivió al modo monástico hasta que su tía Adosinda lo trajo a la Corte de Pravia. También su padre Fruela I había mostrado devoción a los mártires Julián y Basilisa, a los que dedicó una iglesia en Oviedo, según se dice en el denominado "Testamento" de Alfonso II del año 812. Ya rey, Alfonso II dedicó un altar a San Julián y Santa Basilisa en la iglesia del Salvador por él fundada, además de edificar un gran templo fuera de Oviedo dedicado a los mismos santos, la actual iglesia de San Julián de los Prados.

El de Gaudiosa, esposa de Pelayo, es uno de los pocos nombres de consortes de los reyes que han llegado hasta nosotros - De Jimena, casada con Alfonso III, se conservan imágenes en el "Libro de los Testamentos" y la catedral de Santiago