José Antonio García ha perdido la cuenta del número de hojas de reclamaciones que ha presentado a Feve quejándose "por la impuntualidad de los trenes en el trayecto Trubia-Oviedo" que diariamente utiliza para ir al trabajo pero calcula que más de un centenar. "El tren que cojo para volver a casa y que teóricamente pasa por Trubia a las 13,10 horas, llega siempre, como mínimo, con 10 minutos de retraso", afirma. Y continúa: "En vez de estar parado en la estación sin hacer nada, me pido un café y relleno una hoja de desahogo, que es como yo la llamo, porque en realidad no sirve para nada. Como mucho te llama a los dos días un pobre becario que te da explicaciones peregrinas", lamenta este residente en Pola de Siero. "Sospecho que dan un mal servicio a posta para que la gente deje de usar el tren y así quitar el servicio alegando que no hay usuarios", confiesa. "Lo último ya fue lo de quitar los televisores informativos a pie de andén en la estación de Oviedo. Ahora para saber por qué vía pasa tu tren, no te queda más remedio que subir a la plataforma de arriba para mirarlo", se queja mientras el tren maniobra marcha atrás para incorporarse la vía en Trubia rumbo a Grado.

El malestar que siente García por el grave deterioro que, a su juicio, sufre la red de trenes de cercanías se generaliza a muchos viajeros, tal como pudo comprobar LA NUEVA ESPAÑA tras pasar un día viajando por la red ferroviaria asturiana. "En las estaciones grandes sólo ponen que el tren está retrasado. No informan de la nueva hora de llegada ni de los motivos. En los apeaderos, ni eso", lamenta Miguel Rivas, de 19 años, antes de tomar a mediodía el ferrocarril en Pravia, a donde acude diariamente desde San Claudio a estudiar un ciclo de Hostelería. "Los horarios no están adaptados a las necesidades de los usuarios, debería haber más frecuencias. Por no mencionar que en muy corto espacio de tiempo el precio del billete ha aumentado 50 céntimos", se queja.

El viajero sin prisa

Más optimista se muestra Eduardo Blanco, que desde que se jubiló hace una década viaja "a todos lados" en tren. "No tengo prisa y así puedo tomar un vinín". A sus 74 años, conoce bien la red ferroviaria asturiana. Por dos motivos: es hijo y nieto de ferroviarios y lo mismo se planta en León a tomar un vino que en Ribadeo a comer pulpo utilizando siempre este medio de transporte. "Es verdad que es un medio lento", reflexiona mientras hace el trayecto Oviedo-San Esteban. "Quizá deberían poner algún tren más directo que no pare siempre en sitios como el apeadero de Peñaflor, Beifar o Aces, donde por lo general no se suele subir nadie", comenta sin quitar ojo de la ventanilla a la altura de Vega de Anzo. "Disfruto mucho del tren porque permite contemplar el paisaje. No hay estampa más guapa que ver cormoranes en los árboles junto al río Nalón", asegura. Al llegar a Pravia, a él y a su mujer, María Dolores García, no les quedó más remedio que hacer un sprint para no perder el transbordo hacia Cudillero, su destino final. Dos asientos más adelante se encuentra sentada Araceli Fernández. Está indignada. "Durante mucho tiempo estuve sin saber que había un convoy que conectaba Vallobín con Parque Principado. Me enteré por casualidad por un amigo que trabaja en Feve. En el apeadero no aparecía esa información por ninguna parte", asegura.

Transbordo en El Berrón

Otro de los puntos que más ampollas levanta entre los usuarios de Feve, que ha perdido en los últimos años cuatro de cada diez viajeros en la región, es el de El Berrón. A pesar de que en la terminal hay un "by pass" que conecta directamente con Gijón, los usuarios siguen teniendo que hacer transbordo en esta estación. Es el caso de María Álvarez, que se traslada desde Gijón a diario a Pola de Siero para estudiar un ciclo de procesos y calidad en industria alimentaria. "Llego a El Berrón a las tres menos cinco y hasta las tres y veinte no tengo conexión con Gijón, así que hasta las cuatro y pico no como. Eso si no viene con retraso", lamenta mientras observa que el panel informativo de su parada no funciona. "Aprovecho para leer apuntes y repasar pero cuando venga el frío será un engorro esperar tanto tiempo aquí fuera", reflexiona.

"Lo cojo porque no me queda otro remedio. El día que saque el carné de conducir no me vuelvo a subir a un tren", bromea Luana Ferreira, que impaciente mira el reloj mientras espera en El Berrón al tren de las 16,09 horas, que viene desde Infiesto con más de 10 minutos de retraso "y tarda una vida en llegar a La Corredoria porque para en sitios como Fonciello donde no se sube nadie", comenta. "La descoordinación a la hora de programar transbordos es evidente. A veces anuncian por megafonía que llega el tren y es mentira y tú crees que lo has perdido. Otras te cambian la vía sin casi tiempo", protesta. "Tengo amigos en Pola de Siero que vienen a estudiar a Noreña y por no esperar al transbordo, tiran caminando hasta el instituto", relata.

Aunque su desplome es menor que el de Feve, Renfe perdió en las cercanías asturianas casi 350.000 viajeros el año pasado. La escasez de enlaces directos entre Oviedo y Gijón es una de las principales causas del desplome. "En el trayecto que va de Ablaña a Olloniego casi nunca se sube nadie. Debería haber más enlaces directos entre las dos grandes ciudades", comentaba la estudiante mierense Ariadna Monasterio antes de bajarse en Llanera, donde tiene previsto visitar a una amiga. Esta joven estudiante lamenta "el mal estado de los baños de Llanera".

La automatización de las estaciones también da problemas,sobre todo a los viajeros de más edad. Es el caso de Victorina Fernández, de 76 años, y su marido Silvino Fernández, de 82. "No entendemos la máquina expendedora y ya no hay personal en la terminal que nos ayude", dicen estos mierenses, cuyos nervios crecen a medida que se hace mayor la cola de gente esperando a sus espaldas para sacar ticket. Once estaciones de vía estrecha, algunas tan relevantes como las de Pola de Siero o Laviana, han perdido personal como consecuencia del proceso de automatización. "Por lo visto cuando nos caduque la tarjeta dorada tampoco la podremos renovar aquí como era costumbre, pero nadie nos informa de nada. Dicen que está todo explicado en Internet pero nosotros no entendemos de esas cosas", se quejan Silvino y Victorina. "Si se nos atasca la maleta al pasar por el torno a ver quién nos la saca", se preguntan el matrimonio, que viaja siempre en tren porque "no tenemos carné de conducir y en el bus nos mareamos y no podemos tener el equipaje con nosotros", cuentan mientras se suben a un vagón en el que no hay más de una decena de viajeros. Un asiento por detrás se sienta Alba Suárez, que también se dirige a Gijón. Esta vecina de Lugones se vió obligada a saltar las barreras en una ocasión para no perder el tren un día que acudía a trabajar como limpiadora a La Calzada. "La máquina me pedía el importe exacto porque no tenía cambio y yo sólo tenía un billete. En el bar de la estación no me quisieron dar cambio y no había interventor". La mala accesibilidad a las estaciones es otro de los puntos que más preocupa a esta joven. "Hay paradas, que afortunadamente no tengo que usar, como la de Veriña, que son peligrosas ya que la estación está en curva. Por megafonía suelen advertir de que tengas cuidado en no meter el pie entre el coche y el andén", relata.