Generaciones de físicos asturianos sintieron ayer el dolor por el fallecimiento de Miguel Ángel Ramos Osorio, científico brillante a quien sus exalumnos recuerdan por la impronta de modernidad que asentó en los años en que la Universidad de Oviedo consolidó su titulación de Física. Ramos Osorio se fue el pasado día de Reyes, 6 de enero, a los 57 años de edad, tras combatir una grave enfermedad que terminó por apartarle de la docencia, a la que siempre amó y en la que despuntó como profesor que alimentaba el espíritu crítico, la duda frente al dogmatismo y la intrepidez de las nuevas ideas sometidas a prueba como contraposición a la tradición asentada y considerada inmutable.

Las primeras promociones de físicos asturianos no olvidan su llegada a la Facultad de Ciencias de Oviedo en el año 1993, momento en el que se incorporó al incipiente área de Física Teórica. Número uno de su promoción en la Universidad Autónoma de Madrid, donde se doctoró con la tesis "Teoría de supercuerdas a temperatura finita", dirigida por el asturiano Enrique Álvarez Vázquez, catedrático de Física Teórica en esa Universidad. Con posterioridad logró una estancia como "postdoctoral fellow" en la Universidad de Harvard, entre los años 1989-1991.

Con un marcado acento madrileño en sus explicaciones, adentró a decenas de estudiantes en los secretos de la Mecánica Cuántica y la Relatividad General, alimentó la pasión por la Física entendida como vía para comprender el mundo guiándose por la intuición, y marcó una forma de entender la ciencia que implicaba abrir la mente y no temer enfrentarse a un mundo competitivo y enriquecedor, antes que cerrarse a una visión doméstica y fácil. Llegó a Oviedo hablando de la teoría de supercuerdas, que en los años 90 sonaba como algo exótico y lejano, abriendo camino en el árido paisaje de las teorías gauge, la gravedad cuántica y las branas.

Forjó decenas de admiradores de los cursos de Física Teórica del físico ruso Lev Landau y defendió con denuedo la continuidad de los estudios de Física en Oviedo en unos años en los que estos se sumieron en la incertidumbre. Dirigió tesis de algunos de los primeros físicos teóricos formados en Oviedo, como Marco Laucelli o Jesús Puente Peñalba, y las de María Suárez Díez y Manuel Ángel Cobas Alonso; antes ya había dirigido la del profesor de la Universidad de Salamanca Miguel Ángel Vázquez Mozo. Sus compañeros docentes le recuerdan como "uno de los mejores profesores, una de las mentes más preclaras y una persona buena y humilde".

Miguel Ángel Ramos Osorio estaba casado con Margarita Martín Benito y ambos tienen cinco hijos. Exalumnos y compañeros han trasladado sus condolencias a la familia y el recuerdo de un físico pendiente de los últimos avances, entusiasta de la enseñanza fuese cual fuese la asignatura, siempre disponible en su despacho para los estudiantes y de espíritu genial que marcó a decenas de científicos asturianos. Está previsto que hoy, a las cinco y media de la tarde, sus cenizas sean recibidas en la iglesia de los dominicos, parroquia de Santo Domingo de Guzmán de Oviedo. Sus restos reposarán en el columbario familiar. Se va por sorpresa dejando el cariño de cuantos le conocieron y la admiración de quienes aprendieron a entender el mundo de su mano.