El pigargo europeo, en la diana

Un proyecto de reintroducción para combatir la crisis de la biodiversidad

Un ejemplar  de pigargo.

Un ejemplar de pigargo. / Ernesto Álvarez y Lorena Juste

Ernesto Álvarez y Lorena Juste

La polémica alrededor del Proyecto Pigargo, con el que el Grupo para la Recuperación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA) está asumiendo el reto de recuperar en España la población reproductora de una de las especies más icónicas de la fauna europea, evidencia la brecha actual en el ámbito de la conservación de la naturaleza entre quienes apostamos por la reintroducción y el reforzamiento de poblaciones de especies amenazadas o extinguidas como método efectivo para combatir la crisis de biodiversidad y quienes se oponen a ellas.

Uno de los argumentos más repetidos por los que rechazan las reintroducciones es que basta con que las especies recolonicen sus antiguas áreas de distribución de forma natural. Pero lo cierto es que hemos atentado contra la biodiversidad hasta el punto de llevar al límite o incluso la extinción a un número incontable de animales y plantas, de manera que muchas especies lo que ocupan en la actualidad son los sitios donde han logrado sobrevivir a la ocupación y destrucción de sus hábitats y a las amenazas derivadas del impacto de las actividades humanas. La reintroducción y el reforzamiento de poblaciones es uno de los métodos destinados a revertir este proceso de extinción, ayudando a las especies a recuperar sus antiguos dominios, que les extirpamos en el pasado.

Este tipo de proyectos, que son complejos de llevar a cabo y requieren de la participación de equipos multidisciplinares, conllevan una serie de acciones destinadas a positivizar la percepción de la sociedad hacia la naturaleza y a minimizar el impacto de las amenazas contra las especies objeto de reintroducción, algo que repercute en beneficio del resto de las especies y en muchos casos en la economía local. Sin embargo, en cualquier parte del mundo los proyectos de reintroducción suelen encontrar en sus inicios la oposición de determinados sectores, que normalmente vaticinan unas consecuencias nefastas y descontroladas. Ese rechazo inicial se termina diluyendo conforme avanza el proyecto en cuestión y los resultados son contrarios al desenlace apocalíptico vaticinado.

Un escenario parecido nos encontramos dos años después del inicio de las liberaciones de pigargos europeos en la costa oriental de Asturias, con más de veinte ejemplares volando libres en la actualidad en los cielos españoles, ajenos a los efectos catastróficos que algunos anuncian sobre especies amenazadas, sobre la ganadería y la pesca e incluso sobre las mascotas. De ser una especie admirada por los amantes de las aves, que eran capaces de desplazarse cientos de kilómetros para poder fotografiarla, desde el Proyecto Pigargo observamos con preocupación como está pasando a ser contemplada con miedo y repulsión, hasta el punto de que se llega a pedir que se capture a los ejemplares ya liberados incluso con métodos letales. Frente a ello, queremos volver a insistir en algunos argumentos básicos.

En primer lugar, desde GREFA desmentimos que el pigargo europeo, distribuido desde Europa occidental hasta el extremo oriental asiático, vaya a afectar negativamente a la ganadería y la pesca y, por supuesto, no hay ni un solo caso documentado de ataques a animales domésticos. En cuanto a que el pigargo pueda ser una amenaza para el escasísimo salmón atlántico tiene poco sentido, ya que esta rapaz pesca en superficie en estuarios y embalses y aprovecha la abundancia y facilidad de captura que le ofrecen especies como los múgiles o las carpas. A nadie se le ocurre presentar a una especie como el águila pescadora, que se alimenta exclusivamente de peces, como una amenaza para al salmón. ¿Por qué entonces se le coloca ese sambenito al pigargo, cuya dieta es mucha más generalista? Todos sabemos que la acción humana contaminando, sobrepescando, etc. es la culpable de la situación actual de este pez.

Con respecto al peligro que se le atribuye al pigargo para otras especies con las que puede compartir hábitat, son aseveraciones que se basan en artículos científicos publicados en zonas donde la rapaz presenta altas densidades y se investiga acerca de la incidencia que puede estar teniendo en el declive de determinadas colonias reproductoras de aves acuáticas o marinas. Lo cierto es que ninguno de esos artículos demuestra que el pigargo sea el factor principal ni único de dicho impacto y de hecho se alude a otras causas como la presencia de visones americanos, el ataque de gaviotas o la falta de alimento.

En todo caso, contamos con la experiencia de Escocia, donde se inició la reintroducción del pigargo europeo hace cincuenta años, así como los proyectos con el mismo objetivo en Irlanda y más recientemente, Inglaterra, Francia y España. En todos estos casos no han ocurrido, ni se las espera, ninguna de las nefastas consecuencias que desde algunos sectores académicos y ecologistas están difundiendo en nuestro país.

El pigargo europeo está declarado oficialmente desde 2018 como "extinto" en España y una ley estatal ampara su reintroducción. Esta normativa tuvo un periodo de alegaciones antes de su publicación definitiva, pero nadie la cuestionó hasta que tres años después se inició el proyecto de reintroducción del pigargo en nuestro país en su fase experimental.

GREFA lleva décadas recuperando con éxito poblaciones de especies salvajes en España y en otros países de Europa. El buitre negro, el águila imperial, el águila de Bonelli o perdicera, el milano real, el cernícalo primilla o el galápago europeo son solo algunos ejemplos, con resultados constatables por cualquier interesado en valorar la ambición de nuestra apuesta por la biodiversidad. En el caso del pigargo europeo y la polémica que ha generado, creo que la discrepancia y las diferencias de criterio no deberían servir para echar por tierra, sino para mejorar, un trabajo que cuenta con todo el respaldo legal y la justificación técnica y científica de los proyectos emprendidos por GREFA. Hay mucho que hacer en favor de la biodiversidad sin necesidad de poner en la diana al pigargo europeo.

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