El drama de padres de niños con necesidades educativas especiales en Asturias: "Mi hija dijo que no quería vivir"

Las familias, "desesperadas", reclaman más medios al Principado

El número de alumnos que precisan apoyo en el aula casi se duplicó a lo largo de la última década en Asturias

El drama de padres de niños con necesidades educativas especiales en Asturias: "Mi hija dijo que no quería vivir"

Amor Domínguez

Mónica G. Salas

Mónica G. Salas

"Mi hija es disléxica. Con 11 años no sabe la tabla de multiplicar ni del 7 ni del 8 ni del 9, lee menos de 24 palabras por minuto y acumula un retraso educativo de cinco o seis años. Nos llegó a decir que era la más tonta de la clase y que no quería vivir...".

Lo cuenta con dolor José Vidarte García Laso, de Laviana, y su testimonio refleja el drama que viven muchas familias asturianas con niños de necesidades educativas especiales. Tras la campaña iniciada por maestras de Pedagogía Terapéutica (PT) y de Audición y Lenguaje (AL) en contra del modelo de atención de los menores en los centros –presentaron esta semana más de 1.500 firmas ante la Consejería de Educación–, ahora son los padres los que se rebelan y reclaman más medios. "Estamos desesperados. La atención en los colegios ordinarios ha ido a peor y tenemos que recurrir a clases de apoyo fuera, con el esfuerzo económico que eso supone", claman.

Según las estadísticas del Ministerio de Educación, el número de alumnos de necesidades educativas especiales en centros ordinarios casi se ha duplicado en Asturias en la última década. Si en el curso 2011/12 había 2.759 escolares en esta situación –el 2,1 por ciento del alumnado total– en 2021/22 se contabilizaron 4.750, lo que representa el 3,7 por ciento. De esos 4.750, la mayoría de los casos, 2.397, son niños TEA (trastorno del espectro autista), seguidos de 1.145 con discapacidad intelectual. A estas cifras hay que sumar los alumnos con necesidades de apoyo específico –casos de altas capacidades, trastornos por déficit de atención, dificultades de aprendizaje...–, que en el curso 2021/22, el último dato disponible en el Ministerio, fueron 9.823.

Al tiempo que los niños con necesidades educativas suben, la plantilla estructural de especialistas también aumenta en el Principado, según defiende la Consejería de Educación. Si comparamos el último curso anterior a la pandemia con el actual, en AL hay 23 profesoras más (593 en total), mientras que en PT, 141 más (hasta alcanzar las 1.104). Es decir, los centros tienen 165 maestras más. En el mismo periodo, el número de orientadores aumentó en 54 (son 501 en total), mientras que auxiliares educadores hay 30 más desde el curso 2019/20. A raíz del covid, se hicieron contrataciones extra, que se mantuvieron hasta el curso pasado. Otro tipo de recursos, como las aulas abiertas, para atender a alumnado TEA, resalta Educación, "se empezó con 2 en el curso 2016/17 y en la actualidad son 25".

El Principado aduce que hay 165 maestras más que antes de la pandemia para este colectivo

Pese a ello, las familias ven estas cifras insuficientes. Laura Ordóñez, de Siero, es madre de un niño de casi 8 años con trastorno del espectro autista en grado dos. Tiene una afectación del lenguaje severa. "Empezó en Infantil con un intensivo de 15 horas de apoyo y al año siguiente el Principado lo quitó. Pasamos a 12 horas y ahora mismo, en 1.º de Primaria, tiene cuatro horas y media. Este primer trimestre vino con cuatro suspensos a casa y con informes de que necesita más apoyo. La atención ha ido a peor", se queja.

Esta madre del colegio Hermanos Arregui de Pola de Siero opina que el modelo actual no funciona. Por un lado, su niño estaba propuesto para un aula abierta, pero como no había plazas suficientes se quedó sin entrar. "En lugar de crear más aulas y adaptarse la Administración a las necesidades, ocurre lo contrario: son los niños los que se tienen que adaptar a los medios que hay. Es incongruente", apunta. Laura Ordóñez pide, por otro lado, "dejar a las profesionales trabajar" en relación a la lucha que tienen para poder sacar del aula a un niño con necesidades educativas especiales. Solo en casos excepcionales, Inspección Educativa lo autoriza. "Yo tengo claro que si sacan fuera a mi hijo es porque lo necesita. El mío tiene graves problemas de concentración. Imagínese con 23 niños a su alrededor", afirma. Ordóñez compensa la falta de medios públicos con clases externas de apoyo: una hora semanal de logopeda, otra hora para un taller de habilidades sociales y cuatro de apoyo a la lectroescritura. En total, gasta "entre 350 y 500 euros mensuales". "Y ya no es solo el esfuerzo económico –apunta–; son los viajes semanales, disponer de tiempo, de coche...".

En una situación parecida se encuentra la ovetense Nuria González Rubio. Su niño, de 4 años, tiene TEA y en su ciudad no encontró el curso pasado ni una sola plaza de aula abierta. Así que tuvo que matricularlo en Lugo de Llanera, teniendo que desplazarse todos los días en coche al concejo vecino. "Yo vengo de Madrid y allí no se queda ningún alumno sin aula abierta. Hay tantas como necesidades existan, al contrario de lo que pasa en Asturias. Además, si aquí mi hijo tiene una jornada completa de AL y 17 horas de PT más una auxiliar para atender todo el centro, allí teníamos 2 jornadas completas de PT y AL más una auxiliar para él solo", denuncia.

Esta madre reclama "más medios" a Educación y recuerda que la "verdadera inclusión" es entrar en aula ordinaria. Pero, para que eso sea posible, insiste, se necesitan más profesoras. "De nada sirve tampoco meter a los críos en un aula abierta y dejarlos ahí, porque entonces es como llevarlos a un colegio de educación especial", apostilla.

Por aulas abiertas en Primaria también lucha Érica Galbán, con una hija con trastorno del espectro autista, que va al colegio Gloria Fuertes, de Gijón. "Estos niños deberían tener los recursos que necesitasen y no es así. Mi hija ha estado en un aula abierta durante todo Infantil y, sin embargo, cuando pase a Primaria ya no", lamenta, a la vez que teme que esto suponga un retroceso en el desarrollo de su pequeña. Marcos Nieto, de Laviana, pide a la Administración que "mire más por los nenos" de necesidades educativas especiales. Tiene un hijo de 3 años, al que detectaron que no se expresaba bien. "Lo cogimos a tiempo gracias a una logopeda privada. El tema por la Administración se alarga mucho. Hemos movido una cantidad de papeles...", se queja. Lo mismo que Demelsa, una madre de Langreo. Con 5 años, su pequeño empieza a comunicarse ahora. "En el colegio, el orientador me dijo que tenía autismo. Me eché a llorar, se me vino el mundo encima. Un neuropediatra dice que es Asperger leve y una logopeda dice que tiene retraso en el lenguaje. Necesitamos más apoyo", señala.

La situación de José Vidarte García Laso es especialmente crítica. Su hija de 11 años sufre dislexia grave y, a consecuencia de ello, arrastra problemas psicológicos. Ha llegado a decir a sus padres que no quiere vivir más. "Estamos desesperados y desprotegidos. Mi hija no recibe los apoyos suficientes para poder aprender. Para ella esto es un sufrimiento", asegura. García Laso describe un auténtico calvario: "No le hacen una educación adaptada al cien por cien. Algunos profesores le adaptan el examen, pero otros no, lo cual para ella es como estar leyendo chino. Se ha encontrado con mil barreras". A ello se suma, agrega, que "los disléxicos están absolutamente marginados de las becas" y los padres tienen que recurrir a apoyos privados. "Los políticos se hinchan como pavos diciendo que ayudan a los niños con necesidades educativas y luego es todo mentira", concluye con rabia.

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