Ignacio PULIDO

Decenas de columnas de arenisca alveolizada sostienen las estructuras de una de las calles más emblemáticas de la Villa del Adelantado: Galiana. Erigida extramuros durante el siglo XVII, en plena expansión barroca, sirvió como camino hacia Grado durante siglos. Sus 252 metros de longitud la convierten en la vía soportalada más larga de Avilés; más de dos centenares de metros que supuran historias por todos sus poros. Convertida en los años ochenta del pasado siglo en el corazón de la «movida avilesina», Galiana ha sabido superar una época de olvido de la que parece estar emergiendo poco a poco.

En Galiana conviven dos Avilés, el sacro y más castizo y el artístico-cultural. La calle ha sido siempre fuente de inspiración para muchos artistas. La estampa pintoresca de sus balcones, corredores y soportales ha propiciado multitud de obras artísticas, tanto literarias como pictóricas y fílmicas. Favila, pintor avilesino por antonomasia, fue testigo directo de la época dorada de la calle. Desde las ventanas de su estudio -que compartía con artistas como Luis García, Nicieza, Secades y Demetrio Reigada, entre otros- contempló el nacimiento del popular descenso carnavalesco, las noches de la folixa nocturna y tomó parte en las tertulias que se organizaban en el local Don Floro. «La Galiana de hoy es muy diferente a la de antaño. Podríamos decir que la calle acogió a la movida asturiana. Aquellos tiempos me traen muy buenos recuerdos, fue el mejor entorno artístico que hubo hasta ahora en Avilés», señala el pintor.

Gonzalo García regentó por aquellos años el pub Trasgu, una de las catedrales de la época dorada de Galiana. Su vida está estrechamente ligada a esta calle. Se crió en ella y conoció a su esposa Carmen Rodríguez bajo sus soportales, con la que tuvo a su hija María, también natural de la misma calle. «Creo que Galiana está desaprovechada. A partir de 1995, con las obras que sufrió el vial, la movida comenzó a decaer», señala.

El pub Don Floro es uno de los últimos reductos de esa fiesta ochentera. Jorge Menéndez, regente del local desde hace cinco años, comenta que todo ha cambiado. «La Galiana actual es muy diferente a la de los ochenta. Cada bar, de los dieciocho que había, tenía su propia personalidad». En el Don Floro ya no hay «jam sessions» ni tertulias, pero Menéndez ha tomado el testigo de la música en directo para calma de todos los rockeros de la comarca y organiza actuaciones en acústico.

Galiana goza de un encanto propicio para las manifestaciones plásticas. «Desde cualquier zona que la mires tiene un rincón especial. Sus casas apiladas son todas distintas pero guardan una armonía, poseen una determinada dinámica. Sus colores se combinan con el de la piedra y sus soportales aportan efectos lumínicos muy atractivos», señala Favila.

Quizás uno de los lugares más queridos por este pintor sea el portal 18, punto donde se encuentra una hornacina que alberga una imagen de la Virgen del Carmen, obra de su padre Amado González Fernández tras la desaparición del original. Puede que este sea el nexo de unión entre el arte y los caracteres más sacros de la calle. Ante este pequeño templo dedicado al culto de la patrona de los marineros se entonan cada 16 de julio canciones como la salve marinera o «Estrella de los mares».

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«Este comercio lleva setenta años en Galiana y es el lugar de nacimiento de Embutidos Vallina. La calle se está rehabilitando. Considero que es uno de los mejores sitios para vivir en Avilés. El Ayuntamiento debería retirar los soportales a la altura del número 36»

<Carlos Vallina y José Antonio Fernández >

Propietario y empleado de la carnicería Vallina

«Hasta 1969 la calle se llenaba de comerciantes cada lunes en el mercado de El Carbayedo; en los bajos de Galiana había muchos artesanos. En los 80 llegó la movida, y en los 90, la decadencia»

<Juan Rivero >

Propietario del Tataguyo

«Mi vida está vinculada por completo a Galiana. A partir de 1995, con las obras que se realizaron, entró en declive; Galiana tiene mucho potencial, debería sacársele partido»

<Gonzalo García >

Ex propietario del Trasgu