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Adiós a una leyenda deportiva

DacaI entra en el Olimpo del deporte avilesino: "Nos queda su ejemplo como atleta y persona"

El boxeador que emocionó a España con su bronce olímpico en 1972 y fue ídolo de masas fallece a los 71 años víctima de la ELA

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EN IMÁGENES: Dacal, su vida Francisco L. Jiménez

Sobre la imagen deportiva del boxeador José Enrique Rodríguez Cal, "Dacal", siempre gravitó el interrogante de qué medalla se hubiera colgado al cuello en los Juegos Olímpicos de Múnich (1972) de no haber quedado apeado del camino a la final al ser derrotado contra pronóstico por el coreano del norte Kim U-Gil.

El púgil candasín afincado en Avilés perdió la oportunidad de ser "de oro", pero ganó algo más importante: la admiración de la gente y el billete al Olimpo del deporte avilesino. Con ese bagaje en la mano, Dacal ocupa desde ayer, día de su muerte a los 71 años, lo más alto del podio del imaginario popular junto a Yago Lamela, Manolo Galé y Marcelo Campanal, entre otros "campeones" avilesinos –cada uno a su manera– también fallecidos.

La tristeza por la noticia de la muerte de Dacal solo es proporcional al cariño, en algunos casos veneración, que se desprende de las palabras de condolencia.

En el ámbito del deporte reina una sensación de vacío, de "injusticia" por lo pronto que una enfermedad cruel, la ELA (esclerosis lateral amiotrófica) se ha llevado a un hombre que sin excepción es puesto como referente y ejemplo de los mejores valores del deporte, la actividad a la que consagró su vida sin por ello desatender la vida laboral –fue empleado de Ensidesa– y a su familia. Las más altas instituciones deportivas de España –y de ahí hacia abajo hasta los más modestos clubes de Avilés y la comarca– expresaron su pena por la pérdida.

La batalla contra la ELA

"Dacal II" –este era en realidad su sobrenombre deportivo, pues "Dacal I" fue su hermano Avelino, batalló contra la ELA con la misma entereza y dignidad que peleó sobre el cuadrilátero en su etapa de boxeador, primero aficionado y, después, profesional. Pero desde que le fue diagnosticada la grave enfermedad degenerativa, que en su caso tuvo un desarrollo galopante, también dijo que no deseaba sufrir estérilmente y según han confirmado a este diario fuentes familiares era partidario de recibir la eutanasia llegado el caso. Un agravamiento de su estado de salud obligó a ingresarlo hace días en el Hospital San Agustín de Avilés, donde murió tranquilo, sedado, durante la madrugada del miércoles.

Este ingreso hospitalario le impidió asistir el pasado fin de semana, pocas semanas después de cumplirse 50 años de su gran gesta en los Juegos de Múnich de 1972, al acto de homenaje que se le brindó en Candás coincidiendo con la cesión de la histórica presea olímpica al concejo que le vio nacer hace 71 años.

Dacal no pudo estar en Candás, pero –ya enfermo– se emocionó de forma inconsolable con el cariño popular expresado en otros actos de homenaje desarrollados en Avilés, como los celebrados en los barrios de Llaranes –donde vivía– y La Carriona o el "institucional", consistente en poner su nombre al polideportivo de La Toba y descubrir un busto, obra de Favila, que inmortaliza la figura del púgil.

Dacal desarrolló su carrera deportiva en la Atlética Avilesina. Y sobre esa modesta base, con preparación y entrenamiento "de casa", fue olímpico por partida doble (medalla de bronce en Múnich-72 y abanderado en Montreal-76), cuatro veces campeón de España de su peso (minimosca), medalla de bronce en el Campeonato de Europa de 1973 y de plata en la misma competición en 1975, medalla de bronce en el Campeonato del Mundo de 1974 y doble medalla de oro en los Juegos del Mediterráneo entre 1971 y 1975.

Primer medallista

Más allá del innegable valor de la medalla olímpica de Múnich, el logro de la misma tuvo una trascendencia inusitada en aquella España en blanco y negro porque Dacal rompió una suerte de maleficio: fue el primer medallista olímpico individual español tras 20 años de sequía; desde la medalla en tiro de Ángel León en Helsinki-52 ningún español había subido al podio en solitario. Hasta que Dacal derribó ese muro a puñetazos.

Enrique Rodríguez Cal, «Dacal», decía que el deporte era lo mejor que le ha podido pasar en la vida: «Me siento muy agradecido, y no por los triunfos que he conseguido sino porque me siento sano».

El deporte fue el pasaporte que hizo de Dacal un hombre querido y admirado, lo cual le complacía: «Yo creo que Candás, Avilés y Asturias, en general, me quieren. Y estoy orgulloso». Y vaya si le querían, hoy en su tierra se llora su pérdida. Desde el Comité Olímpico Española (COE) a su club de siempre, la Atlética Avilesina, pasando por el Consejo Superior de Deportes (CSD) y la Federación Española de Boxeo, han llovido las expresiones de pésame por el fallecimiento del púgil.

Pena en el deporte

También a pie de calle el sentimiento de pena está a flor de piel. Juan Díaz Olojo compartió con Dacal entrenamientos y vivencias boxísticas en la etapa post-olímpica del campeón. Ayer aseguraba estar «roto» por la pena: «Por palmarés no hay quien se pueda comparar con Dacal. Y como persona, era de lo mejor: humilde, íntegro, nunca un mal gesto... Un crack».

Díaz Olojo evoca unos años en los que el boxeo repuntó en la comarca gracias a los triunfos de Dacal: «Y allí estaba él todos los días, haciendo guantes con nosotros, aconsejándonos, sin darse ni la menor importancia. Le teníamos tal respeto reverencial que cuando combatíamos contra él nos cortábamos de lanzar golpes para no hacerle daño».

Rubén García Fernández, «Rubi», propietario del único gimnasio acreditado de la comarca para la práctica del boxeo, tiene a Dacal «en un altar» y evoca «mil y una enseñanzas» aprendidas de «un maestro del boxeo y de la vida»: «Solía decir que boxeador serás equis años, pero persona serás toda la vida». Este entrenador de nuevos talentos del boxeo ejemplifica con Dacal «lo que son los valores de este deporte en particular y de todos en general: entrega, sacrificio, humildad, compañerismo, fuerza de voluntad..."

"Todo eso era Dacal, con el añadido de que le tocó una época en la que no había ni de lejos los medios actuales y el boxeo no tenía la misma consideración deportiva que ahora. Es por eso que yo lo tengo por un precursor, un boxeador que abrió nuevos horizontes».

"Vital y optimista"

También boxeadora, Yoli Pardo, la avilesina que luce en su palmarés tres campeonatos de Asturias de peso minimosca y dos bronces nacionales, atiende a LA NUEVA ESPAÑA con la emoción a flor de piel: «Me siento como si hubiera perdido a un ser querido. No he querido ni expresarme en redes porque la pena que siento por la pérdida de Dacal me llega a causar dolor, siento un vacío inmenso por la muerte de una persona tan vital y optimista».

Pardo, pese a su juventud, tiene a Dacal como referente boxístico, sin duda por sus logros deportivos «pero sobre todo por la humildad y la sencillez de las que hacía gala».

El avilesino Toni Fidalgo, periodista deportivo en la etapa dorada de Dacal, subraya la «relevancia internacional» que tuvo la medalla olímpica del boxeador «y más en unos tiempos en los que ese tipo de logros eran muy difíciles de conseguir». Fidalgo, entre otros, es de los que lamenta que el reconocimiento a la carrera y las gestas deportivas de Dacal llegase en la recta final de su vida y no sin mucha presión popular.

La familia

La familia del boxeador vio desbordada ayer sus previsiones con la recepción, en persona y por otras vías, de cientos de mensajes de condolencia. «Esperábamos una oleada de cariño, pero nunca tanto, la verdad», dijo agradecida Cheti Rodríguez, hija del difunto. Bernardo Rodríguez definió a su hermano como «una buena persona a la que quería todo el mundo».

En el ámbito familiar se alternaba la pena por la pérdida con el consuelo de que la agonía del púgil, gravemente enfermo de ELA, se hizo corta «y no sufrió», como él mismo había pedido. El cadáver de Dacal será recibido a las cinco de esta tarde en la iglesia de Llaranes, donde se celebrará el funeral de cuerpo presente; acto seguido se procederá a su incineración.

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