De cuidar vacas en Tineo a tocar "por todo Avilés": la historia del argentino Matías Berrondo

El popular hostelero avilesino Arsenio Fernández le invitó a tocar en la terraza de su bar tras escucharlo en la plaza de Camposagrado

El músico Matías Berrondo, en un concierto en la cantina de Renfe.

El músico Matías Berrondo, en un concierto en la cantina de Renfe. / María Fuentes

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Arsenio Fernández, el popular hostelero avilesino, escuchó a Matías Berrondo cantando en la plaza de Camposagrado y se quedó prendado. "Es que canta muy bien", subrayó. Decidió entonces que tanto talento merecía un púlpito y le invitó a tocar en la terraza de su bar. Y allá se fue el argentino: a poner banda sonora a uno de los vermús más obsequiosos de la ciudad.

Está sentado al sol, delante de un micrófono con pie plegable. Ha amplificado la guitarra y, mientras los camareros entran y salen con las comandas, él canta el catálogo de clásicos de la mejor música creada a orillas del río de la Plata. Cuando se toma un descanso es cuando Berrondo atiende al periodista y le dice que nació en 1985 y que lo hizo allá, en Buenos Aires. Y que lleva como un año en Asturias. Y es aquí cuando viene la sorpresa: el mismo tipo que toca "Por una cabeza" "por todo Avilés" es el mismo que en noviembre del año pasado se plantó en Tineo para atender la llamada de un conocido. "Y así empecé a cuidar vacas".

"Lo que mi mujer y yo queríamos hacer era viajar, conocer otros lugares. Y salió la oportunidad de Tineo", cuenta ahí, sentado, en la terraza de la cantina de Arsenio Fernández. Lo de la música es, lo confiesa Berrondo, una ampliación del gusto que tiene por la poesía. "Me compré una guitarra y empecé a poner música", señala. Cuando salió a tocar la calle tuvo claro que tenía que universalizar el menú musical. Y allí salieron los tangos, pero no sólo eso. También temas del folklore argentino. Y es que Berrondo, cuando se pone a la guitarra es capaz de que el personal pueda cruzar el Atlántico y plantarlo en otro continente. El músico tiene que volver a la guitarra. Los clientes de Arsenio Fernández le esperan y la popular cantina ferroviaria de Avilés viaja a América.

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