La griega Athina Siamidou vive su epopeya personal en Avilés: "Esta es una ciudad hecha para las familias"

La bióloga de Tesalónica se casó con un avilesino, tienen dos hijos y no cambia Asturias por nada

Tono García y Athina Siamidou con sus hijos, Inés y Costa.

Tono García y Athina Siamidou con sus hijos, Inés y Costa. / MARIA FUENTES

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Athina Siamidou es de Tesalónica, igual que Alejandro Magno, su hermanastra y el rey Filipo. Esa ciudad está en la región de Macedonia central. "Al norte de Grecia", aclara ya sentada a la mesa del salón, después de la sesión de fotos junto al árbol de Navidad y los regalos de Reyes de sus hijos Costa e Inés, que tienen seis y tres años, una pistola de plástico y una motillo para recorrer el pasillo de casa de un lado a otro. "Bueno, Inés en unas semanas ya cumple cuatro", aclara Siamidou.

La nueva avilesina se casó hace diez años con Tono García. Se dieron el "sí quiero" en el ayuntamiento de la ciudad griega en la que nació Siamodou. "Él quería una boda sencilla, pero vinieron como ochenta personas", sonríe Siamidou. "Son pocos para una boda griega", apostilla. Luego, cuando hicieron el banquete-banquete, la parte correspondiente a Siamidou multiplicó por dos a los que acudieron al pícnic del parque de Tesalónica: la primera fiesta. "Por su parte llegaron como veinticinco".

Sigue riendo.

La familia Siamidou-García, pues, se estableció al principio de su historia en común en la muy histórica ciudad macedonia (más de un millón de habitantes, tres universidades, milenios de pasado). "No llegamos a Avilés hasta diciembre de 2019. Y, en marzo de 2020, nos encerraron", se lamenta Siamidou con la memoria puesta en la pandemia. Y, pese a ello, están convencidos de que acertaron de lleno: "Porque el sistema educativo español es excelente, porque podemos llevar a los niños a una escuelina pública, porque tenemos ayudas incluso para el comedor", celebra.

Pero no sólo por eso, también "porque, a pesar de lo que mucha gente se queja, el sistema sanitario español sigue siendo bueno. En Grecia teníamos que tener un pediatra privado porque, aunque la sanidad en mi país es pública y los médicos, muy buenos, si pides cita para el pediatra puede que tengas que esperar semanas", cuenta. "Y nunca tuve problemas de que los pediatras atendieran a mis hijos en España. Ni durante la pandemia", aplaude.

Y eso no es todo lo bueno. "Trabajaba en Tesalónica, en la recepción de un albergue, aunque era responsable de todo". Ganaba poco. "Seiscientos y pico euros", confiesa. Sus hijos ya estaban en el mundo y combinar la vida laboral y familiar resultaba difícil: necesitaban de una escuela prebenjamín para atender a los críos, pero "había que pagar quinientos euros al mes". O sea, que lo comido por lo servido.

"Estando en ésas fue cuando le ofrecieron a Tono un trabajo en Avilés, en la empresa en la que había trabajado antes", señala. "Le ofrecían a él solo lo que ganábamos los dos juntos en Grecia", continúa Siamidou su historia. Tono se adelantó unos meses. Había que buscar piso, escuelina, colegio… Y así fue que se plantaron en Avilés.

La elección concreta de Avilés no es sólo porque parte de las raíces de su familia sean asturianas. "Esta es una ciudad hecha para las familias. Tesalónica no. Aquí puedo sacar el carricoche y caminar a todos los sitios porque están aquí al lado, pero no sólo por eso. A veces me pasó que si quería sacar el carricoche en Tesalónica tenía que dejarlo en el portal porque habían aparcado un coche delante de la puerta", cuenta Siamidou.

Pero, bueno, no todo van a ser parabienes. "Los alquileres son caros: iguales que en Tesalónica en el centro, con la diferencia de que mi ciudad tiene un millón de habitantes", apunta. Y también es caro salir de noche. "Mi hermana, que vive en Nueva York, dice que comer algo fuera en Avilés se paga como en Manhattan", admite.

Sin embargo, las cosas buenas sobrepasan a las malas.

Siamidou, que tiene ahora 35 años, conoció Avilés hace muchos años. "Vine a ver a una amiga", cuenta. La nueva avilesina estudió Biología y un máster de Educación Ambiental. Pero su paso por la Universidad no se limitó a estudiar. Era la presidenta de European Students Forum (AEGEE) en su ciudad de origen, un colectivo que tiene sucursal en Oviedo. "Por eso viajé mucho por la Unión Europea", recuerda. Su primer viaje a Avilés produjo un enamoramiento. "Pero de un chico con el que ya no tengo nada", aclara. Así que, con el amor como excusa, había que encontrar tarea para mantener la relación. Y por eso se hizo voluntaria, porque encontró que en el Ayuntamiento de Avilés podía desarrollar lo que había aprendido en su máster. Lo hizo en La Noria, con Mavea, pero también en El Caliero, en Huerta Libélula (cestas ecológicas, productos de la tierra sin químicos). "Y dando clase de idiomas". Porque aparte de griego y español, controla inglés, francés y alemán. "Este, un poco peor", se infravalora. Pero a saber, que habla español que no veas.

En el último mes aquí, en España, cuando el primer enamoramiento había pasado a la historia, conoció a Tono García, al que iba a ser su marido. Él tenía 29 y ella, 25. "Quería ser voluntario en Europa, pero pensaba en Inglaterra, en Alemania... Le convencí que Grecia era mejor", se ríe. Y es que en Grecia toda la educación –hasta la superior– es gratuita. Y también los libros de texto. Los publica una editorial pública. "Por eso pude estudiar mi máster", cuenta Siamidou, que actualmente da clases de Inglés y de Francés en las extraescolares del Sanfer. Y eso es otra cosa buena de quedarse en Avilés: "Trabajo a quince minutos de casa", concluye.

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