Ser como niños

Un ferviente deseo para 2024: que la bondad y la inocencia impregne nuestros actos

Fernando Alonso Treceño

Fernando Alonso Treceño

A Sus Majestades los Reyes Magos, este año no les pedí nada para mí, ni para nadie, salvo una cosa: que nunca dejemos de ser niños o, en caso de haber dejado de serlo, que nos volvamos como niños.

Porque un niño es feliz con cualquier cosa, juega con todo, no conoce la maldad, carece del sentido de la propiedad, ama a sus seres queridos, vive el presente eterno, habla con su ángel, ve el lado bueno de la vida , no tiene límites, hace sus sueños realidad, vuela con las alas de su fantasía, la imaginación es su mundo, su reino celestial, el lugar sagrado donde lo imposible se torna posible y las mayores dificultades desaparecen solas, no teme a la muerte, es espontáneo como una esperanza nueva, no dice mentiras, cree en sus infinitas posibilidades y ama sin esperar nada a cambio. En el eterno espacio de su mente creativa, las ilusiones le dan vida, viaja sin moverse, acepta lo que le dicen y confía de forma absoluta y natural .

El que hace daño a un niño, le miente o le engaña no sabe lo que hace, es digno de lastima y de perdón, sembrando las raíces de su ineluctable perdición.

Un niño necesita constantemente estar con quienes ama y le aman, no entiende otro lenguaje salvo el amor, las caricias, el respeto tierno y afectuoso, sentirse seguro de verdad y que le den libertad para volar por las anchas e inabarcables fronteras de su fecunda y próspera imaginación, el poder más grande que hay sobre la faz de la tierra.

La infancia es la cuna sagrada del hombre, el sitio único y privilegiado donde los seres de buena voluntad quieren estar, la estancia mágica donde el elixir de las grandes conquistas se alimenta de fe, el contento y la alegría de lo por venir.

El secreto de un niño es la felicidad en la que vive, el asombro que pone en todo lo creado, el poder que le ha sido dado de lo alto que le permite convertir en real lo que aún está por llegar. Sin amor, la infancia es una tragedia, un recuerdo perenne de malestar; un niño necesita como el comer el apoyo incondicional de sus padres o de alguien en quien confiar.

Si fuéramos como niños el mundo sería un cuento de hadas con final feliz, no habría guerras, el mal dejaría de triunfar, la felicidad sería un estado normal, las enfermedades serían curables y solo miraríamos el lado positivo y benévolo del destino transformando cada amanecer en un continuo cántico de acción de gracias a la existencia.

Un niño es un sol en estado de gracia, un mago de verdad, un ángel que todo lo puede, piensa que todos sus deseos se van a hacer realidad, pone color donde hay blanco y negro y dicha sin cesar donde antes la angustia y la opresión eran el imperio dominante.

Para ser como un niño solo hay que ser una buena persona, amar sin parar, no perder el contacto con el cielo, darse a los demás, ser agradecido a la vida y obrar siempre en beneficio de los más desfavorecidos de la sociedad.

Vivir sin ilusiones es tan malo para el cuerpo y para el alma como hacer daño por dañar; asombrarse por todo lo que nos rodea y verlo como si se viera por primera vez es tan bueno para el espíritu como alegrarse por el bien del prójimo o mirar a las estrellas una y otra vez .

La satisfacción de un niño no tiene precio, vale por toda la humanidad, cualquier sacrificio es bueno para que siga adelante navegando por las elevadas e inaccesibles cumbres de su inocencia primordial. Cuando se le desengaña o se le causa una decepción se le infiere una herida que tarda en cicatrizar.

El que hace feliz a un niño se convierte en una persona mejor, logra sin darse cuenta un planeta más sano y habitable, donde todos los hombres se sienten hermanos y pueden seguir recordando el paraíso terrenal.

Mientras haya ilusión, bondad y amor los que disfrutan haciendo el mal tendrán perdida la batalla final; mientras haya una sola persona que crea en lo invisible, en el poder omnipotente del bien, en el placer de ayudar a otros, en ponerse en el lugar de los demás y en la recepción de dones todopoderosos venidos de un origen celestial, a la especie humana nadie ni nada la podrá derrotar.

Hay que soñar despierto para que los sueños se hagan realidad, proclamar siempre la verdad para que el engaño, la deshonestidad y mentira no consigan triunfar, es preciso recuperar las virtudes olvidadas de la sinceridad, la franqueza y la espontaneidad para que las nefastas costumbres del vicio, la corrupción y la violencia no pasen a la posteridad .

Solo un niño puede darle al mundo el rostro sonriente que necesita, solo quien recupera su infancia inolvidable está preparado para hablar al corazón, sentir como un poeta y comunicar con los seres vivos e inefables de la naturaleza que es el espejo viviente de Dios.

Si no regresamos a la infancia estamos desconectados con la esencia de lo trascendental; si no reímos con los niños, los ancianos y con todos los seres más tiernos y necesitados de la creación no tenemos ningún derecho a participar en el gran regalo del bien universal.

Que Dios bendiga a todos los niños de la Tierra y del cielo.

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