Opinión

Carta a mi madre

El vínculo esencial de la familia y alma de la infancia

A una madre no se la quiere, se la adora. Lo que una madre nos da es lo máximo a que podemos aspirar: amor, comprensión, buenas intenciones, lo mejor para nosotros. Nunca muere, vive siempre en el corazón que es eterno.

Madre: eres la buena suerte que convierte mis días en una interminable puesta de sol, la maravillosa fragancia que nunca dejo de recordar del paraíso terrenal, el único ser con quien salto de alegría sin motivo hacia un cielo enamorado, la persona que más quiero y más me quiere del universo, la primera que mis ojos tuvieron la suerte de ver y la última que tendrán la suerte de contemplar, esa presencia angelical que nos calma las tormentas de la vida y nos da, con el don gratuito de la inocencia primordial, las virtudes necesarias y las potencias primorosas para encontrar la respuesta principal.

En ti he encontrado el amor verdadero, ese que consiste en amar por amar, recibiendo a cambio la paz y la felicidad cuanto más amor se da.

El que no ama a su madre comete una tragedia universal. Sin ella la vida se transforma en una indudable vuelta atrás, cambia todo, las cosas no son las mismas, el mundo se muda de color, falta la chispa de la esperanza, esa alegría natural de la bondad divina que convierte en oro puro de mirada transparente todo lo que toca.

La madre es el vínculo esencial de la familia, el alma de la infancia, el vínculo sagrado con las fuerzas invisibles y todopoderosas de la existencia. Su amor nos cura, nos otorga una preclara sensación de confianza y plenitud, hace que hasta lo menos bueno parezca normal y que nada malo nos puede atacar.

Es un ángel del cielo en la tierra, una criatura sobrenatural, algo que está por encima del hombre, una fuente inagotable de comprensión, ternura, cariño y valor.

Te quiero tanto que no puedo quererte más de tanto como te quiero.

Cuanto más amor te doy mejor me siento y cuanto mejor estoy más necesidad experimento de darte más amor y amor. No necesito creer en el cielo, gracias a ti vivo en él; no tengo ninguna obligación de pensar en la vida eterna: tu amor y mi amor por ti me han dado la respuesta exacta y fundamental. Cuanto más tiempo estoy contigo más agradezco al destino ese regalo intemporal.

Sufrir por quien amamos nos mantiene vivos y despiertos, logra que nos sintamos dispuestos a emprender una aventura imposible y descomunal, que saquemos de nuestro interior todo un reservorio secreto de energías todopoderosas para ofrecerle un instante de paz, la suerte de una sonrisa benigna, el mayor regalo que se puede ofrendar en este mundo entregado a la fuerza irracional de lo material y racional: la victoria del corazón, la entrega absoluta de la vida por una causa de amor, la completa dedicación a alguien que desde que nació solo ha querido ayudarnos sin esperar nada a cambio y brindarnos el tesoro de su devoción.

Vale más una sonrisa tuya que todo el oro del mundo. No es poco lo que pido, es mucho más de lo que nadie me puede otorgar. Verte feliz es para mi más grande que hallar la fórmula de la piedra filosofal o encontrar el lugar donde se halla el Santo Grial porque sin ti esos dones preciosos no me dicen nada más.

Eres la luz que pone un arco iris en lo más recóndito de la oscuridad, el hada mágica que cuando aparece el final del cuento feliz se hace realidad .

Si se quisiera más a las madres el mundo no estaría tan enfermo y tan fuera de lugar. Es esa falta de amor al ser que todo nos dio el principal culpable de una sociedad dominada por el egoísmo y la ausencia completa de humanidad.

Una madre necesita más que el comer el cariño de sus hijos y cuando se hace mayor se alimenta básicamente de ese amor, la fuerza más poderosa de todas las conocidas, la única que cura cualquier enfermedad.

No basta con regarla un solo día al año: sin el agua del amor diario , se marchita, enturbia y desaparece. Cuando no amamos a quien nos ama de verdad dejamos de amarnos a nosotros mismos y a cometer acciones contrarias al espíritu celestial. Los hijos que quieren a su madre son mucho más felices y ven la vida con una mirada que no se puede explicar.

Una madre es el puente que nos pone en contacto directo con el cielo, la savia vivificante que nos ubica en el camino recto de la bondad, la gracia y la salvación

Gracias madre por quererme tanto.

Gracias madre por dejarme quererte casi tanto como me quieres.

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