La peor parte del paso de los años, del superar etapas, es asistir a la perdida de personas queridas, admiradas e importantes en nuestra vida. El pasado viernes 22 se iba tras pelear contra ese maldito «mal de nuestro tiempo» Antonio Fuente, profesor de inglés en el colegio El Pilar de Pola de Lena.

A pesar de conocer el delicado estado de salud de quien fuese mi profesor y tutor al enterarme de la mala noticia a través de mi hermano, también alumno de Antonio, sentí una enorme tristeza que se mezclo con rabia y que dio paso a rememorar en mi cabeza muchas anécdotas.

Antonio fue mi profesor de inglés desde cuarto de educación secundaria obligatoria hasta mi ultimo año en El Pilar, segundo de bachillerato. En estos años de plena adolescencia Antonio junto a una serie de profesores del colegio Marianista de Lena fueron piezas claves en la formación no solo académica sino también de la personalidad de muchos de los que allí estudiamos.

Poco tiempo le hizo falta a Antonio para saber que el inglés distaba mucho de ser una asignatura agradable para mi. En tres años no consiguió, pese a folios y folios de copias de verbos y algún que otro «coco» hacer que la lengua de Shakespeare me fuera atractiva.

Ni yo era su mejor alumno ni él el profesor de mi asignatura preferida, pero si algo aprendí en sus clases y en su año como tutor es que Antonio era una buen docente y una buena persona.

Dicen que es un tópico otorgar a quien fallece adjetivos positivos; Antonio, sin duda, los merece.

A los que por suerte nos quedamos y esperamos seguir superando etapas nos queda el consuelo de la memoria. Yo me quedo con la especial forma de pronunciar ese «Luisín» con el que Antonio me llamaba, me quedo con sus bromas y sus risas escuchándome como le imitaba en el autobús de vuelta a casa, me quedo con el Antonio de paseo por Mieres junto a su esposa María José con el que me cruzaba sin librarme de que me preguntase como me iba la carrera, me quedo con el Antonio de jersey color azul marino, vaqueros y tupido bigote gesticulando sin parar para explicarnos su asignatura. Me quedo con mucho bueno de Antonio y se que como yo son muchos los alumnos que en tres décadas de docencia de Antonio les dejo un poso muy positivo e inolvidable; nos dio lo mejor de si como profesional de la enseñanza.

Escuece su marcha tan temprana pero no todas las personas al irse dejan tanto bueno en tantos y de eso pueden y se que están muy orgullos María José y Héctor.

Si existe un sitio mejor una vez que se acaba esta vida Antonio ha entrado de forma directa allí.