Pregonero de las fiestas de Santiago Apóstol de Sama

Langreo, L. M. D.

Dionisio Fernández Díaz vive desde hace casi 49 años en Bélgica. La mitad de este tiempo trabajó para el grupo parlamentario de Izquierda Unitaria en el Europarlamento. Fue durante años presidente del Centro Asturiano de Bruselas, y es vicepresidente de la asociación Langreanos en el Mundo. Mañana sábado será el pregonero de las fiestas de Santiago Apóstol de Sama, donde nació y donde vuelve siempre que puede.

-¿Cómo le plantearon ser pregonero de Santiago?

-Era un 27 de diciembre cuando me llamaron. Si llega a ser el 28 hubiera pensado que era el día de los inocentes. Estaba en Bélgica, y había una temperatura de menos 15 grados, pero el corazón se me calentó cuando me lo dijeron. En mi casa siempre fuimos muy Santiaguistas, mi abuelo, Paco «el Cajero» perteneció a la primera directiva de festejos, en 1902, y en 1956 fue nombrado Vocal Vitalicio. Estaría orgulloso que un nieto suyo sea el pregonero.

-¿De qué hablará en su intervención?

-Existe el arraigo de mencionar siempre a los que triunfaron, a los directores, los presidentes... pero la historia de los pueblos la hacen la gente de a pie. Hablaré de personas como Luz «la Faba», Sindo «el Sifoneru», Benito «Número», que vendía serrín a las sidrerías, de las hermanas Elisa y Juaca «les Pirulines»... Es gente tan valiosa como el médico o el catedrático. Tengo declarada la guerra al olvido. Soy laico y racionalista, sé dónde vamos a parar cuando morimos, pero no soporto la segunda muerte, la más terrible, que es el olvido.

-¿En qué ha cambiado Langreo desde los años 60?

-La transformación urbana ha sido muy importante, pero aquí y en todo el país. Soy de la generación del balde, sin ducha en casa. Aún recuerdo la primera vez que vi un teléfono, mis nietos, cuando se lo cuento, se preguntan que de qué galaxia vengo. Hubo muchos cambios felices, se produjo una modernización enorme, pero a su vez se perdieron cosas, valores como la solidaridad... antes se tenían menos recursos, pero había más solidaridad.

-¿Cómo ve ahora la situación en las Cuencas?

-Hay un problema muy grave con el empleo, y eso es lo más problemático que existe, puede hacer de esto un lugar dormitorio. Si no somos capaces de generar empleo esto será un museo. Están bien el Mumi (Museo de la Minería), el Musi (Museo de la Siderurgia), el mami y el papi, pero se corre este riesgo. Aún recuerdo los últimos relevos del pozo Fondón (Sama), el ambiente que había en el barrio de La Nalona. Ahora hay un silencio sepulcral.

-Trabajó en el Europarlamento con Izquierda Unitaria, ¿cómo ve la situación que atraviesa la UE?

-Primero fue el Mercado Común, luego la Comunidad Económica Europea (CEE) y se llegó a la Unión Europea (UE). Lo económico es lo prioritario, y ahora, con una mayoría de gobiernos de derechas, no se hace una planificación de la economía. No hablo de nacionalizar ni nada por el estilo, pero sí de poner coto al poder que tiene la poca gente que tiene el dinero.

-¿Cómo valora el cambio político en Asturias?

-Aún no me creo este vuelco, es como si fuese ficción. Si tuviese que explicarlo a la gente de Bélgica no sería capaz. Una región históricamente de izquierdas, cuna del movimiento obrero, ahora se agarra a Cascos. En esta decisión tiene mucho que ver la decadencia de la política, de la que no se salva nadie. La izquierda debe darse cuenta y ver que debe hacer más cosas.

-En Bélgica han pasado 13 meses desde las elecciones y aún no se ha formado el nuevo Gobierno. ¿Se puede vivir sin políticos?

-Las instituciones belgas están funcionando, y el Gobierno en funciones no lo está haciendo tan mal. Pero existe un problema muy profundo con el separatismo flamenco, y el país está al borde del divorcio.

«En más de 40 años hubo cambios muy felices, pero a su vez se perdieron cosas, valores como la solidaridad»

«Cuando me dijeron si daba el pregón estaba a menos 15 grados en Bélgica, pero mi corazón se calentó»