La vida en un infierno: una madre y sus dos hijos viven en una casa a punto de caer porque San Martín del Rey Aurelio no notificó la ruina

M. G. compró la vivienda en San Martín sin que el Consistorio avisara del expediente y no tiene medios para trasladarse a otro lugar

Lleva esperando dos años por un piso de emergencia: "Me han arruinado la vida, ya no puedo más"

La cocina de la vivienda, llena de humedades por las filtraciones de agua.

La cocina de la vivienda, llena de humedades por las filtraciones de agua.

-En los últimos dos años todo se ha desmoronado, lloro a escondidas de mis hijos todos los días. Siento que no puedo con mi vida, de verdad.

Habla una mujer que, por razones de privacidad -más que la suya, la de sus dos hijos menores-, se identificará con sus iniciales; M. G. Una mujer que huyó de su maltratador en la otra punta de España y que llegó a San Martín del Rey Aurelio con unos pocos ahorros y con muchas ganas de empezar a vivir. Al fin, libre.

Encontró una casa que le pareció bonita. Había que reformarla pero, ¿por qué no? Poco después, las vigas le respondieron a gritos: la vivienda está en estado de ruinas, con un expediente abierto desde 2016 que el Ayuntamiento no le notificó antes de que firmara la escritura. Entre esas cuatro paredes vive con sus hijos, de tres y cinco años. No tiene otro lugar al que ir, ahorros ya no le quedan. Resiste en la casa pese a las goteras, llueve dentro como fuera, y el peligro inminente de que todo se le venga encima. Literalmente. Lleva dos años esperando por un piso de emergencia: "Nadie me ha ayudado". 

Los pocos que han conocido a M. G. desde su llegada a San Martín alucinan con que nunca pierda la sonrisa. A pesar de todo. "Intento llevarlo lo mejor posible, estoy yendo a una psicóloga". Lo que no se ve es peor. Tiene un nudo en el estómago, le cuesta dormirse. Se esconde para no llorar delante de los críos. La psicóloga le ha dicho que lo que le pasa es que está sobresaturada. De vez en cuando, baja la guardia: "No puedo más". 

No puede más porque, hace dos años, compró con ilusión esa casa. "Se veía que necesitaba una reforma; pero nunca imaginé que estuviera en ruinas". La escritura, a la que ha tenido acceso LA NUEVA ESPAÑA, no lo menciona: "A rehabilitar", recoge el documento. Y ella compró herramientas, y siguió ahorrando para el nuevo hogar. Cuando empezó las obras, por fin, se enteró de que la casa se caía. "El expediente en ruinas se emitió en 2016, así que las anteriores propietarias lo sabían. Ahora bien, es resposabilidad del Ayuntamiento informarme a mí o al notario del estado de la casa". 

Se vio sola. Lejos de su ciudad natal, lejos de su familia. Con todo su dinero invertido en la casa, con dos niños tan pequeños que no entienden lo que pasa. "Ellos están anímicamente bien". Cuando fue a empadronarse en el Ayuntamiento, y tras explicar su situación al funcionario de la ventanilla, la frialdad se le clavó en el estómago. "Me dijo que me fuera a vivir al coche". M. G. se echa a llorar, imposible aguantar el golpe. 

Una de las habitaciones de la casa, con el suelo empapado.

Una de las habitaciones de la casa, con el suelo empapado.

Resistió en la vivienda. "Es la mejor opción que tengo ahora mismo, no voy a dejar a mis hijos en un coche". En verano, en unos días libres del trabajo, decidió retomar las obras de la casa. "Pensé que podría mejorarla, aunque fuera un poco. Pero, al ir a tirar una de las paredes, descubrí que no estaba sujeta. Estaba en el aire, podría haberse caído y podría haber ocurrido una desgracia". 

Humedades

Y llegó la lluvia, y todo fue a peor. El agua se filtra por el techo, por las paredes. Empapa toda la casa: "Tengo ordenadores para el trabajo, tengo mucha herramienta que me compré para arreglar la casa; todo, absolutamente todo, se va a estropear". Y lo que es peor, teme que la humedad afecte a la salud de sus hijos: "Me da mucho miedo que se pongan malos". 

La pregunta sale sola: "¿Pero nadie te ha ayudado en todo este tiempo?". Ella se encoge de hombros: "Hace dos años el Ayuntamiento se comprometió a echarme una mano (la noticia fue recogida por LA NUEVA ESPAÑA), pero hasta hoy. En servicios sociales sí se han molestado mucho, pero está paralizado a otras instancias". Le han dicho que hay una casa de protección que será para ella, pero que están esperando a acometer unas obras: "No puedo esperar más".

Dos años son suficientes. Son muchos días y muchas noches en vela. A pesar de las lágrimas por haber repasado la historia; M. G. se despide otra vez con la sonrisa. Dice que seguirá peleando, y que tiene previsto emprender acciones legales contra "todos los que me han hecho esto". Cambia el gesto, ahora decidido: "Me dejaron pobre, pero no cobarde". 

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