Los secretos de Pelayo Sánchez, el asturiano que ha hecho historia en el Giro de Italia: "Es trabajador, humilde y muy buena persona"

LA NUEVA ESPAÑA se cuela en casa del campeón de Tellego (Ribera de Arriba): "El ciclismo es su vida"

Por la izquierda, Alba Sánchez, Amadeo Sánchez y María Mayo, en la casa familiar en Tellego. En círculo, Pelayo Sánchez.

Por la izquierda, Alba Sánchez, Amadeo Sánchez y María Mayo, en la casa familiar en Tellego. En círculo, Pelayo Sánchez. / FERNANDO RODRÍGUEZ

En un momento de la conversación con LA NUEVA ESPAÑA, María Mayo apremia a Amado Sánchez. "¡Venga, que hay que salir a caminar, que oscurece!". Que su hijo Pelayo acabase de ganar la sexta etapa del Giro de Italia no era óbice para cancelar el paseo diario del que ayer era el matrimonio más feliz de Asturias.

A sus 24 años, Pelayo, que siempre lleva a gala su raíz pueblerina, continúa viviendo en el hogar familiar en Tellego, una parroquia de 75 habitantes en el concejo de Ribera de Arriba, a diez minutos en coche de Oviedo. Mientras Amado presume del enclave privilegiado de la vivienda ("aunque haga niebla, aquí siempre da el sol"), su hija Alba, siete años menor que Pelayo, se prepara para salir a dar una vuelta en bici. La filiación ciclista le viene, claro, de su hermano, "una persona maravillosa que siempre me da consejos".

Apoyada en la barandilla de la terraza que se erige sobre el jardín, las lágrimas amenazan con volver a brotar de los ojos de la madre del campeón. María ha vibrado y llorado y gritado a la tele cuando su hijo pedaleaba y pedaleaba hacia la historia en las montañas italianas. "No pensé que nunca fuera a vivir algo así, es indescriptible", dice, y confiesa la pena por no poder darle un beso y un abrazo a su hijo y compartir la emoción con ese chico "trabajador, humilde y muy buena persona" que tan orgullosa le hace sentir.

Amado Sánchez, con la primera bicicleta "Zeus" de su hijo Pelayo.

Amado Sánchez, con la primera bicicleta "Zeus" de su hijo Pelayo. / Fernando Rodríguez

Ni Amado ni María fueron nunca de salir en bici. A Pelayo le inoculó el veneno del ciclismo un amigo del pueblo cuando era apenas un guaje de diez años. Pronto descubrió lo funcional que resultaba una bici para moverse por un pueblo flanqueado por montañas que dibujan cuestas permanentes. "Y ya no se bajó nunca", apostilla Amado, que presume de tener un hijo "conciliador, que siempre ha buscado divertirse desde bien pequeño". Aunque despuntó desde bien joven, en casa de los Sánchez Mayo jamás se presionó a Pelayo. "A un chico, cuando está empezando, no hay que preguntarle si ha ganado la carrera, sino cuántos amigos ha hecho", sentencia Amado.

En los meses del confinamiento pandémico, recién finiquitada su etapa juvenil, Pelayo entrenaba con el rodillo en el jardín de la vivienda, recuerda María. "El ciclismo es su vida", explica, y clava la mirada en un horizonte cuyo verdor rompe el rojo de la fachada de Casa Cristina, el único bar de Tellego. Su dueña, Rosa Palicio, presume de conocer a Pelayo "de toda la vida". Subraya su carácter afable ("es muy buen chico, muy agradable, se para siempre a hablar contigo") y se enorgullece de las raíces de su paisano más universal: "Pelayo siempre presume de Tellego. Significa mucho para el pueblo".

Suscríbete para seguir leyendo